Noviembre 15, 2024

Monumental fraude de carabineros: Usaron estructura militar para delinquir

¿Y quién pondrá orden en las Fuerzas de Orden? Lo que parece ser el mayor fraude fiscal de lo que va corrido desde la Reforma Procesal Penal lo han orquestado oficiales de Carabineros. No son “uniformados” o “funcionarios”, términos utilizados por los opinólogos para proteger la “Institución” y diluir la responsabilidad de los altos mandos que deben supervisar y responder por los actos de su oficialidad, que son sus subordinados directos en la cadena de mando. Otro paso más en la profunda corrupción institucional chilena.

 

 

Este dato militar, democrático y sociológico debe ser considerado para remediar algún día las cosas. En una democracia que se precie las instituciones militares deben ser escrutadas con lupa y reformadas de arriba para abajo cuando la corrupción las penetra. Es el momento de hacerlo.

 

 

En el Ejército la corrupción estaba instalada en la Comandancia en Jefe misma. Entre otras cosas muy raras, sucedió que la pasión por los autos del General Fuente-Alba le trajo problemas. El máximo jerarca, amigo de la elite de la Nueva Mayoría, amante de la tecnología alemana, confesó ser un individuo que no controlaba su deseo por poseer sofisticados objetos de consumo, Audis, BMWs y Mercedes Benz.

 

Después de estas “debilidades” propias de la cultura de la posesión sin límites y del goce inmediato y sin filtro que acompaña la “modernización capitalista” quedó claro que parte del 10 % de las ganancias del cobre en manos de las FF.AA. son gastados (despilfarrados) sin auditoría competente de gastos.

 

Son alrededor de 12.000 millones de pesos defraudados al fisco los que han ido a parar al bolsillo de oficiales del cuerpo de Carabineros.

 

Generalmente, los que aparecen (en el mejor de los casos) imputados por asesinato de compatriotas o de comuneros mapuches no han tenido una formación en la Escuela de Oficiales de Carabineros. Son los que en lenguaje corriente se les llama “pacos rasos” o “de suboficiales para abajo” que hacen “el trabajo sucio”.

 

Sin embargo, quienes dan las órdenes para reprimir y deben evaluar el resultado de ellas son los oficiales. Quienes tienen supuestamente una formación cualitativamente superior para “el mando”.

 

En las Fuerzas Armadas y de Orden el corte divisorio en clases sociales es muy marcado. Oficiales salidos de sectores de las clases medias mandan, y tropa que obedece, proveniente de los sectores populares. Y pareciera ser que son solo los primeros quienes reciben cursos de “ética”.

 

La defensa de los oficiales vino del propio ministro del Interior Fernández. Indecente la intervención contra la fiscalía en tiempos en que la ultraderecha piñerista también ataca las investigaciones por corrupción, conflicto de interés, negociación incompatible, tráfico de influencias, información privilegiada, abuso a la confianza pública y defraudación al fisco de su ajado candidato.

 

El Demócrata Cristiano y Opus Dei, ministro del Interior no es la primera vez que demuestra no conocer la prudencia. Virtud de origen filosófico aristotélica y no cristiana, necesaria para ocupar el segundo escalafón en la cadena de mando (no electo) del Estado.

 

Es evidente que todas las instituciones del “Estado de derecho” y del régimen político post dictadura están afectadas por las prácticas corruptas. No es un virus ni un cáncer. Si lo fueran no podrían ser combatidas ni erradicadas con medidas democráticas.

 

La corrupción estructural e institucional en Chile es el resultado de a) una cultura del lucro fácil instalada por el neoliberalismo que capturó el Estado y que corroe a la sociedad entera; b) un proceso histórico de opacidad propio de la casta oligárquica que junto con el pacto transicional entre militares y elites civiles derivó en trenza de poder y bloque económico; c) la exclusión sistemática de los ciudadanos en el control del Estado y en la vigilancia estrecha de los representantes políticos o parlamentarios que adoptaron prácticas reñidas con la ley. Y para colmo son ellos los que la fabrican.

Por Leopoldo Lavín Mujica

 

 

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