La maravillosa mitología griega, esa que nos ha encandilado con relatos de dioses sitos en el Olimpo, como Zeus, Atenea, Poseidón y otros, también cuenta que anterior a la existencia de los mismos dioses, quien dominaba todo era Kaos (o Caos), verdadero estado primigenio del cosmos.
Nada tenía en él forma fija y durable, todo estaba en constante movimiento con inevitables choques, los elementos congelados contra los abrasadores, los húmedos contra los secos, los blandos contra los duros y los pesados contra los ligeros. El Caos era nada y algo, materia y antimateria al mismo tiempo.
Así comenzó la existencia de nuestro mundo, de acuerdo a la mitología griega, hasta que otros dioses echaron luz sobre las sombras y ordenaron el mundo. No sería nada de raro que en nuestro pequeño país escucháramos algo similar durante las campañas políticas para acceder un curul legislativo o a la primera magistratura, sita en La Moneda. De hecho, en cierta medida, ya estamos siendo bombardeados con esa misma ficción.
Candidatos como Ricardo Lagos y Sebastián Piñera insisten en extremar sus esfuerzos por convencer a la ciudadanía que ellos, y sólo ellos, pueden terminar con el caos imperante en el país. Helos ahí, Zeus y Poseidón, las brillantes divinidades de la política criolla, ofreciéndole al ‘respetable’ sus servicios y una esforzada entrega personal para poner de pie lo que según ellos se encuentra de cabeza. Por supuesto que no dicen, ni siquiera lo insinúan, que muchas de las ofertas son hijas de sus propios errores y patinazos cometidos por ellos en sus respectivos gobiernos.
Hay una verborrea política constante respecto al “caos” que impera en Chile, y ese lenguajeo insistente proviene siempre de quienes alzan sus brazos para que la gente les aplauda e invite a tomar las riendas de la administración nacional. ¿Caos en Chile? ¿Cuál es, exacta y claramente, el mentado caos? Y si ese caos de verdad existe, ¿quiénes son los principales responsables de haberlo instalado en el país?
La cuestión es que el país, en estricto apego a la realidad, se encuentra tranquilo, en calma y produciendo (quizás poco, pero lo hace). Por mucho que se esmeren algunos en propalarlo, acá no hay terrorismo; sí hay, y bastante, delincuencia, especialmente “encorbatada”, esa que se refleja en corrupciones de alto vuelo y en robos ‘legales’ cometidos por insignes personalidades del quehacer público y empresarial.
El caos, lo que verdaderamente podemos llamar ‘caos’, se encuentra en el mundillo político… y a raudales, o a “calderadas” (como las habas cuando se cuecen). El despelote está allí, no en otros ámbitos. A tal grado de hediondez llega la inmundicia política emanada por algunos ‘notables líderes’ que uno de ellos, tal vez el de mayor nivel de hipocresía, Sebastián Piñera, fue a allende los Andes para decirles a los argentinos que su país se encontraba enfermo debido a la gestión del kirchnerismo”, dando a entender que Mauricio Macri era la solución, es decir, Macri y el neoliberalismo salvaje al estilo chileno (al estilo Piñera).
Algunas de nuestras ‘divinidades’ políticas que desean postularse como candidatos a ocupar el sillón de O’Higgins no tienen límites en su desvergüenza. Imagínese usted, amigo lector, que un imputado –sí, “imputado” (por la justicia chilena)- crea tener moral y autoridad para ir a un país hermano a pontificar sobre honestidad y buen gobierno, mientras en su propio terruño anda a las fintas y driblings tratando de eludir la acción de la justicia que le llama a declarar por sus negocios más que turbios y, tal vez, por una cuasi traición a la patria en el asunto de EXALMAR-BANCARD, Perú y La Haya.
Y es tan cínica la actitud de esta ‘divinidad’ política, que va a discursear sobre honestidad precisamente a Argentina, país donde aún se le achacan graves irregularidades (o ilícitos) por intentar coimear al gobierno de Néstor Kirchner en beneficio de la empresa aeronáutica LAN, cuando él era uno de sus principales accionistas.
No muy lejos de lo anterior se encuentra el quehacer de otro ‘divino’, Ricardo Lagos Escobar, que hoy, muy campanudamente, entrega recetas –vestidas de promesas- para solucionar los mismos líos que él generó en su pasada administración, como por ejemplo, el tren al sur; el Transantiago; la previsión social en manos de empresarios predadores dueños de las AFP (que él benefició ad infinitum traspasándole al cotizante –usuario- los costos de las metidas de pata financieras y económicas de los gerentes de esas asociaciones); la corruptela infumable del MOP-GATE; el leonino y asfixiante sistema del CAE para los estudiantes en beneficio directo de una banca cada vez más predadora; la entrega -en concesión- a megaempresarios extranjeros de nuestras carreteras y vías principales, con contratos que son una verdadera afrenta para la dignidad de los chilenos; etc., etc.
Personajes como los mencionados, con la compañía e interesado aplauso de sus obsecuentes seguidores (amén de sirvientes en muchos casos) en el Congreso, en las tiendas partidistas y en la dirección gerencial de varios medios de comunicación, se enfrentan compitiendo por el premio mayor mientras flotan sobre la mugre del percolado que emana de sus propias acciones.
Sin duda, personajes como estos son los responsables de la existencia de corrupción, delincuencia, tráfico de influencias y expoliación de los recursos naturales y humanos. Personajes como estos son los culpables de la instalación en el país de un neoliberalismo salvaje y de la asfixia de la democracia, secuestrada por ellos para su propio beneficio.
Personajes como estos pretenden continuar embaucando a la gente, obnubilándola con discursos y promesas que jamás cumplirán, pero que, muy por el contrario, se esforzarán al máximo para que nada cambie, para que el inmovilismo de los factores del caos y del clasismo, de la brecha económica y de la venta del país a manos privadas poniendo en acción un grave deterioro ambiental, continúen su acción predadora amparada por legisladores, quienes, supuestamente, deberían representar el sentir y el deseo esperanzador de millones de electores, pero activan y ‘legalizan’ mecanismos que atentan contra tales deseos mayoritarios.
Convengamos que han sido precisamente personajes como los descritos, junto con más de un centenar de esos ‘honorables parlamentarios’, de otras tantas decenas de dirigentes de la política nacional (de colores variopintos que abarcan todo el arco de ofertas partidistas) y varios mega empresarios, quienes han hecho lo posible para que el mentado “caos” se instale en el país, pues si ello ocurriese significaría que se abren las puertas para el ingreso del autoritarismo y totalitarismo que siempre -definitivamente siempre- ha sido beneficioso sólo para los explotadores, ergo, para aquellos que mueven la mano de algunos políticos que se creen dioses, pero que sirven a interpósitos amos en claro desmedro del país.
Ese es el caos real. Ahí está –en ellos y por ellos- el desorden de los elementos, y no en el resto del país que hace lo imposible por marchar con cierta normalidad, a paso lento y de vez en cuando con más de un tropezón significativo, pero aún en orden y paz a pesar de los pesares.