En el siglo XIX, Alexis Tocqueville, autor de La democracia en América, se adelantó a la inutilidad del sufragio universal en el siglo XXI. Que puedan votar los ciudadanos mayores de 18 años (o de 16 si se aprobara una reforma al respecto), no significa que el representado elija en verdad a su representante: el 60% se abstiene de sufragar cuando el voto es voluntario y, el que resta, como dice muy bien Tocqueville, votará como se le diga – posiblemente, por el millonario más pillo entre los pillos -.
Antiguamente, hacia los años 60 del siglo pasado, el político de derecha, Sergio Fernández Larraín tenía la mejor biblioteca de Chile y, entre sus volúmenes contaba con las obras completas de Carlos Marx, de Engels, de Lenin, de Stalin, de Trotski, de Mao Tse Tung y de otros escritores marxistas, pues quería estar muy bien informado sobre esta doctrina “diabólica” a fin de poder combatirla. Con la caída del muro de Berlín ya muy pocas personas leen la Recopilación de los discursos de Lenin, publicadas por la Editorial Grijalbo, (los militares me robaron esta obra a comienzos del golpe de Estado), que incluía 23 gruesos tomos. Lo más lamentable del caso es que nadie, en la actualidad, consulta la rica colección de don Sergio Fernández – hay que ser muy tarado para creer que los comunistas de hoy se comen a las guaguas y promueven revoluciones proletarias en todo el mundo, tal vez este camelo se lo cree Piñera y la UDI -.
Cuesta entender el terror que tenía la derecha al sufragio universal, si consideramos la frase de Tocqueville. Gustave Flaubert, en su Diccionario de lugares comunes escribía: “el sufragio universal es una vergüenza del espíritu, igual o peor que el derecho divino de los reyes o la infalibilidad del Papa”. Para Henry Ibsen, en El enemigo del pueblo, (1882), dice que las mayorías la integran los estúpidos y las minorías siempre tienen la razón. Domingo Santamaría, Presidente de Chile, se oponía entregar las urnas al “rotaje”. Para el político conservador, Héctor Rodríguez de la Sotta, “todos los males que sufre la sociedad provienen del sufragio universal.
Max Weber, Gaetano Mosca, Wilfredo Pareto, Robert Michels, Joseph Schumpeter, y otros pensadores han develado el carácter elitista de la democracia representativa: para Weber y Michels, los partidos de masas están bajo la jaula de hierro burocrática, y sólo reproducen oligarquías que, luego, se apropian del poder.
El escritor Edmund Burke era un mortal enemigo de la revolución francesa: “a la libertad, igualdad y fraternidad le llamaba matanza, tortura y horca”; en su Epístola a los electores de Bristol sostiene que en un régimen representativo el representante puede hacer su voluntad sin necesidad de rendir cuenta a su representado, imponiéndola a estos últimos como si fuera expresión de propia voluntad, es decir, si trasladamos este razonamiento a la actualidad, el parlamentario puede hacer lo que quiera durante su mandato sin rendir cuenta a sus electores. Jean Jacques Rousseau, más acertadamente escribía: “Hay un abismo entre el pueblo libre haciendo sus propias leyes y un pueblo eligiendo a sus representantes para que éstos le hagan sus leyes… La democracia perfecta sólo puede existir en una sociedad de ángeles”.
En la democracia representativa actual sólo votan los mercados, y los ciudadanos solamente tienen que ratificar a los ciudadanos seleccionados por el mercado, pues los parlamentarios, que necesitan su dinero para gastos de candidatura, tienen que venderse al mejor postor, aunque vaya contra la ley, la moral y la ética.
Norberto Bobbio – filósofo predilecto del profesor Ricardo Lagos – escribía sobre las promesas incumplidas de la democracia representativa:
“En primer lugar, los grupos de interés siguen manipulando el poder. También persisten las oligarquías: las democracias en el poder no han logrado terminar con la presencia de las élites, cada vez más poderosas y vitalicias…Por último, predomina el gobierno de los técnicos: la tecnocracia tiende a reemplazar a los políticos y, asimismo elimina la participación popular en la toma de decisiones. El tecnócrata se siente un dios que desde el Olimpo no debe rendir cuenta a nadie”.
La democracia representativa ha perdido sentido en todo el mundo, convirtiéndose en el gobierno de las oligarquías y plutocracias, y en protesta, los ciudadanos se abstienen de concurrir a las urnas, pero esta actitud de rechazo a sus eventuales representantes sirve para muy poco, pues cada cuatro años vuelven a ser engañados los ciudadanos y se los compra fácilmente. Ni siquiera se requiere gastar dinero en ellos, pues muchas veces ya han decidido votar por el más corrupto entre los corruptos. En Perú, por ejemplo, han elegido a cuatro Presidentes consecutivos, acusados ante la justicia: Alán García – ya lo había sido elegido una vez y aprovechó la prescripción para ser reelegido -, Alberto Fujimori – hoy en la cárcel -, Alejandro Toledo – prófugo de la justicia – y Ollanta Humala y su mujer Nadine Heredia – inculpados -. Así ocurrió en Ecuador antes del gobierno de Rafael Correa, como también ahora en Argentina y Brasil, aunque Macri y Temer no han sido aún llamados a los tribunales de justicia.
Un mínimo de inteligencia y de sentido común debiera llevarnos a poner fin a la aplicación de la concepción de Burke acerca de la representación y, en su reemplazo, adoptar la de Rousseau, es decir, el representante debe cumplir siempre el mandato de sus representados so pena de perder, inmediatamente el cargo. Todos los representantes populares deben someterse a plebiscitos revocatorios.
No se trata de terminar con la representación, sino de adoptar una mezcla de democracia representativa y directa, que se aplica en muchas democracias, entre ellas la uruguaya, la mejor de América Latina. Sería largo de detallar en este artículo los métodos de democracia directa y nos limitaremos a numerarlos: plebiscitos, revocación de mandato, iniciativa popular de ley, derogación popular de las leyes, voto popular de algunas leyes, entre otros.
Mientras exista la democracia electoral siempre tendrá la razón Tocqueville, pues los ciudadanos terminan votando siempre como quieren los oligarcas y plutócratas. Nada de raro que muchos ciudadanos lo hagan por Sebastián Piñera, aunque esté llamado a declarar ante la justicia como imputado.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
05/03/2017
(Fuente: Marco Enríquez-Ominami y Rafael Luis Gumucio Rivas, El problema no es la economía, es el poder)
Nota El sufragio universal en Francia gracias al voto de los campesinos permitió la llegada a la presidencia de Napoleón el pequeño (Víctor Hugo ) luego se proclamó emperador Napoleón III