Noviembre 15, 2024

“Yo acuso…”

Nuestro genio literario, Sebastián Piñera, autor de obras geniales, entre ellas “La mezcla entre la política y mis negocios y “Cómo zafar de la justicia” y “Hacerse elegir por los fachos pobres” y su culmen “Yo acuso” que, a lo mejor en su ignorancia en asuntos humanistas, no sabe que este título corresponde al  gran escritor francés, Emile Zola, y que ha sido utilizado en otras ocasiones para denunciar a los infames, como es el caso de Pablo Neruda, en su discurso ante el senado (1948), dirigido al traidor Gabriel González Videla. Esta vez, la pluma brillante de Piñera lanza sus darnos contra los comunistas – personajes más pérfidos que los judíos dreyfusistas, de fines del siglo XIX – y sobre todo, contra un tal Hugo Gutiérrez, que ha llegado hasta el atrevimiento de querellarse contra un caballero honorable a carta cabal, basado en “infamias canallescas”.

 

 

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la sociedad francesa estuvo dominada por el famoso asunto Dreyfus: la  mayoría de la aristocracia era antisemita, sobre todo la derecha. El gran intelectual del antisemitismo era Eduardo Drumont (1844-1917) – su padre, esquizofrénico, murió en un asilo de locos, hecho infamante para la época, que amargó la vida de Drumont -. Su obra principal, La  Francia judía ante la opinión, publicada en 1886, y su diario, La libre palabra, estaban dedicados a denostar a los judíos, a la III República y al Parlamento. Una de sus insensateces fue la de alabar a un anarquista que lanzó una bomba de ruido, en la Asamblea Nacional, que lo obligo a huir a Inglaterra, hecho que fue visto como una cobardía por la derecha francesa.

Eduardo Drumont se batió a duelo varias veces contra quienes defendían a Dreyfus. Su tesis era que el Estado Mayor del Ejército estaba implicado por los judíos, entre ellos, el capitán Alfred Dreyfus, perteneciente a una familia judía-alsaciana, multimillonaria que, incluso, tenía inversiones en la guanera peruana.

El espionaje  francés, en esa época, tenía contratada a una asesora del aseso – como se dice ahora – encargada de sacar “documentos secretos” de los basureros de la embajada de Alemania, como si los embajadores fueran tan tontos de botar a la basura papeles secretos.  Para sorpresa, apareció un informe sobre movimientos sospechosos de la artillería francesa. A los encargados del espionaje galo no se les ocurrió nada mejor que convocar a rendir cuentas al único judío, que estaba realizando una estadía en el Estado Mayor. Al hacerle una prueba grafológica, lo enviaron directamente a la cárcel, acusado de alta traición. Posteriormente, la Corte Marcial, en secreto y sin defensa, lo condenó a confinamiento a la isla de Re, en Cayena.

Los antijudíos – no muy distintos a los actuales anticomunistas, admiradores y potenciales  electores de nuestro genial candidato y ex Presidente – estaban eufóricos, pues comenzaba a limpiarse el ejército francés, “infiltrado” por los semitas, seguidores del Antiguo Testamento y además, asesinos de Jesús. Años después, en la época de Philippe Pétain, hubo una exposición que mostraba a los judíos como bestias antropológicas.

Al comienzo, muy pocos se atrevieron a defender a Dreyfus, pero al descubrirse la brutalidades jurídicas del Comando de Ejército, surgieron los defensores: en primer lugar, el líder socialista León Blum, posteriormente, los escritores Marcel Proust y, especialmente, Emile Zola autor de una carta al Presidente de la República, Félix Faure, que murió más tarde debido a un ataque al corazón, provocada una “mamada” de su amante – existe una canción francesa sobre el tema -. Esta carta fue publicada en el diario La Aurora, con el nombre “Yo acuso…”. En un solo día se vendieron todos los ejemplares de ese Diario.

Emile Zola fue condenado por difamación a un año de prisión y trescientos francos de multa – la pena mayor para ese delito -.

El encargado de las indagaciones en el caso Dreyfus, George Puiqard, descubrió que quien en verdad había redactado el escrito de espionaje era el oficial Ferdinand Esterházi, y a pesar de que las pruebas eran irrefutables, Puiqard fue sacado de la causa, encerrado en un castillo y, posteriormente, enviado al África.

Dreyfus seguía como relegado en Cayena, y el Tribunal de Rennes confirmaba la pena, en 1899. Al final,  a comienzos del siglo XX, Dreyfus fue reincorporado al ejército.

En el caso de Sebastián, con su famoso “Yo acuso”, más bien no hace más que confirmar la “sospecha la weá…”, según el humorista Bombo Fica. Queda claro que el hijo de Piñera está involucrado, como gerente de Bancard, en el caso Exalmar, y que la familia Piñera, compró la minera Dominga, durante el mandato del “Pater familia”.

El mismo autor criollo de esta “pieza literaria” sostiene, con mucha vehemencia, que estas acciones no tienen nada de ilegal, ni mucho menos pecan contra la ética  o la moral, y no cabe duda de que la política hoy no tiene nada que ver con el bien común, el servicio a los ciudadanos y el representarlos conforme a su voluntad. Enriquecerse en esta actividad, que es muy apetecida, prueba una inteligencia superior a la común, y así lo sienten tantos ciudadanos que, en las encuestas, apoyan a este padre de la patria.

Si recurrimos a la realidad, la mayoría de los latinoamericanos están eligiendo a empresarios, que los explotan a su amaño, pero al fin y al cabo es hasta placentero el masoquismo.

No puede ser que un servidor público de tan alto “nivel intelectual”, autor de obras que merecen premios superiores al Nobel, cuya imaginación deja chico a escritores como Balzac, Victor Hugo y Zola, por ejemplo, sea vilipendiado y denostado por comunistas que “comen guaguas”, y como bien lo dice Piñera, El querellante Hugo Gutiérrez “no le ha trabajado un cinco a nadie” y, como si fuera poco, estos comunachos se dedican a meterles ideas a las empleadas domésticas – asesoras del hogar – que estaban muy felices cumpliendo la tarea que Dios, en su infinita misericordia, les había  asignado.

Al parecer, el “Yo acuso” de Piñera es como “yo me acuso”, como hacen algunos católicos en la confesión, después de haber reconvenido a su “china” del hogar.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

02/03/2017

    

                       

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