De súbito estalló la llantería. El rey se muere porque agoniza. Ha sido tocado por la mano de la justicia. Si muere, a causa de haber sido imputado -no amputado ni reputado- habrá un funeral regio. A la ceremonia concurrirán los miembros de su corte incombustible: orejeros, bufones engolfados, juglares, alevines de piraña, lameculos y aquellos sirvientes de librea. Tránsfugas de izquierda recién afeitados, Escribidores o pendolistas, amigos de servir en embajadas a cambio de un mendrugo de poder. Delegaciones de otros países, que sólo participarán por obligación. Desde Perú, bien podrían concurrir los tiburones de Exalmar.
Se contratarán lloronas del barrio alto, donde la beata cursilería navega a sus anchas en el mar del privilegio. “Majestad, majestad, somos incondicionales a vuestra corte”. No llorarán tanto por la defunción de su señoría, sino por cuanto pueden perder de su peculio. Morir no es novedad. Si se trata de Su Majestad, las banderas del Reino se izarán a media asta y se declarará duelo oficial de una semana.
El féretro de caoba o de palisandro, instalado en una cureña y cubierto con la bandera de la patria, recorrerá las anchas avenidas hasta arribar al Cementerio General. Ahí, una orquesta sinfónica interpretará compases del Réquiem de Mozart y después, se dará inicio a los discursos. Pompa y circunstancia, como telón de fondo de esta obra de teatro universal.
¿Cómo calificar su reinado envilecido de escándalos, abusos de poder, de bravatas, latrocinios, entre salemas y pasos de minué? Su Majestad, como negarlo, supo enriquecerse abrazado a un ciego con ojo de lince. .
Si no muere ahora, y ojala no fenezca, el olor nauseabundo a las mazmorras del reino, visitarán su nariz de zarracatín, es decir, de quien compra barato para vender caro. Bien podría recordarnos a “El hombre de la máscara de hierro”, aun cuando sus gestos de intérprete de opereta bufa, queden ocultos. Si logra o no salvar esta situación de oprobio, igual su destino se va a vincular a la historia de sus fechorías.
En las noches, bajo el plenilunio, quizá le guste frecuentar los jardines de su palacio imperial y crea por momentos ser un personaje de Shakespeare. ¿Cuál de ellos le acomoda?
Después, la nada Majestad. “Ni la brisa traerá su recuerdo”. La efímera vida o “La Vida Breve” de Manuel de Falla. ¿Recuerda a este compositor español, muerto en el exilio? ¿Alguien esculpirá un trozo de mármol de Carrara destinado a inmortalizarlo? ¿O de barro para disolverse a la primera lluvia? Vuestro reinado de cuatro años, Su Señoría Imperial, precario si se trata de rey absoluto, versallesco, dejará una estela de mancilla en la historia de Chile.