En todos los grandes escándalos, protagonizados por los poderosos plutócratas de la tierra, hay un personaje insignificante a los ojos de la sociedad que ha servido para exploten ante la opinión pública, mostrando la miseria de los ricos y poderosos.
Sin Jeanne de Valois, jamás se hubiera producido el escándalo del collar de la reina, obsequiado por el cardenal de Rohan, que fue decisivo en el aumento del desprestigio de María Antonieta, que marcó derrotero en su camino a la guillotina. Gracias a la confesión de un funcionario, en un asilo de ancianos fue posible conocer el derrumbe del sistema político en Italia, desapareciendo la Democracia y el Partido Socialista. Si no hubiera sido por Juan Luis Peñas, ex concejal del pueblo de Majadahonda, que denunció las malas prácticas de su amigo, Francisco Correa, el caso Gurtel jamás habría sido investigado, (y Correa y Bigote, por ejemplo, seguirían haciendo de las suyas).
Si no hubiera sido por el desprecio de Carlos Alberto Délano y de Carlos Eugenio Lavín hacia el funcionario de confianza y la insensatez de negar el apoyo a Hugo Bravo, justo cuando estaba en manos de la justicia, jamás se habrían descubierto los delitos perpetrados por los socios mayoritarios de Penta – a lo mejor, si Hugo Bravo se hubiera llamado “Víctor Hugo de Bravo y Alcántara, tal vez el caso Penta se hubiera perdido en la sombra, como los actos de mezcla dinero-política, del ex Presidente Sebastián Piñera, y Carlos Eugenio y Carlos Alberto seguirían siendo importantes prohombres de la UDI e exitosos e innovadores empresarios -.
Todo gran empresario y político que se respete tiene un suche de clase media, que le colabora en todos los asuntos de confianza. Entre los parlamentarios, se llaman asesores o, más bien, operadores políticos, que imitan a su jefe hasta en sus gestos y tenidas, con la salvedad de que los ternos y corbatas los adquieren en la calle Bandera. Entre los empresarios están los Hugo Bravo, con excelentes salarios, pero no son invitados a las fiestas con canapé de caviar y camarones ecuatorianos, de las cuales hacen gala los dirigentes de la UDI – ahora imitados por los nuevos ricos del Partido Socialista y de otros partidos políticos -.
Es cierto que antes de ser delatados por Hugo Bravo ya la fiscalía tenía algunos indicios de estos descomunales fraudes de Penta, debido a la confesión ante la justicia de un martillero público, que perteneció a la CNI, antes de su muerte, y el descubrimiento del mal uso del sistema impositivo por parte de Iván Álvarez, en favor de algunos grandes contribuyentes.
Al comienzo de las indagaciones, se le llamó “fraude al FUT” y, luego, Caso Penta. Una grabación de la conversación entre los controladores de Penta y Hugo Bravo sirvió para probar todas las aristas del escándalo que aún, después de dos años de investigación, se encuentra en espera del fallo definitivo. Entre los muchos hallazgos, se descubrió que Penta era una “caja pagadora” de la UDI: aparecieron los nombres de destacados dirigentes de ese Partido, entre ellos el de Jovino Novoa, Ena von Bauer, Iván Moreira, Pablo Zalaquett, y de otros partidos, Andrés Velasco y Alberto Undurraga; en otra arista, el subsecretario del Minería del gobierno de Sebastián Piñera, Pablo Wagner, personajes todos que hacen parte de una larga lista de involucrados en esta trama.
La sesión de formalización fue dramática, pues como medidas precautorias, fueron enviados a la cárcel seis de los imputados: Carlos Albero Délano, Carlos Eugenio Lavín, Pablo Wagner, Hugo Bravo Marcos Castro e Iván Álvarez, quienes, a excepción de Bravo – estuvo recluido una semana y liberado por enfermedad – estuvieron 45 días detenidos.
Posteriormente, debido al descubrimiento de una boleta ideológicamente falsa en manos de una pariente de Wagner, el asunto se extendió hasta otra empresa Soquimich (SQM), CORPESCA y a más de cien empresas chilenas que extendían boletas para financiar a políticos. En esta formalización se hizo famoso el fiscal Carlos Gajardo el denunciar, durante el juicio, que “Penta se había convertido en una máquina para estafar al Fisco”. En esa misma sesión aparecieron los Forward de Piñera, pero sabemos que este ex Presidente – como los reyes y su parentela – no puede ser conducido a la justicia, y lo mismo sucedió con Augusto Pinochet cuando juez juan Guzmán Tapia se atrevió a encausarlo, siendo presionado, incluso por sus propios colegas, para que lo declarara inapto para ser condenado, pues padecía de trastornos mentales.
Si se aplicara como jurisprudencia el fallo de la Infanta Cristiana y de su marido Undangarín, las señoras de Délano y Lavín deberían ser declaradas ineptas y taradas, y, por tanto, exculpadas.
En todo caso de corrupción hay que considerar los montos de dinero que han afectado al Fisco chileno y, para ser objetivo, los casos nacionales de mezcla entre política y dinero son menores que los del Perú, Colombia, Brasil, Argentina y Panamá, y desde luego, muy inferior a la corrupción existente en España e Italia. El robar nunca es aceptable, pero es distinto apropiarse de un pan para alimentar a su familia (Como jean Valjin en los Miserables) que millones de dólares o de euros, que pertenecen a los ciudadanos de cada país.
Desafortunadamente, la igualdad ante la ley nunca ha existido: es muy distinta la situación de un rico que puede pagar un abogado de primera calidad, de la de un pobre que ignora, incluso, la existencia de un defensor público. Hasta los años treinta del siglo pasado, en Chile ningún aristócrata fue condenado a muerte por crímenes comunes; a partir de esta fecha lo fue Roberto Barceló, condenado a la pena capital por asesinato de su mujer, Rebeca Larraín. En este país, las cárceles existen sólo para los pobres, que son hijos a su vez, de reos – el 80% de la población penal tiene parientes que son o han sido reos -.
No sabemos si Hugo Bravo es un héroe o un villano, pero su denuncia sirvió para destapar la colusión dinero-política. Para mí, siguiendo a mi héroe Emiliano Zapata, estoy convencido de que todo poder es corrupto y, por consiguiente, lo que debe hacer un hombre honrado es alejarse de él y despreciarlo e ingresar al “jardín” de Epicuro, donde el valor principal es la amistad, donde se rechaza el temor a los dioses y a la muerte.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
27/02/2017