La llegada al Continente Americano de Cristóbal Colon, el 12 de Octubre de 1492, por larga data, fue aceptada como el arribo a las Indias Orientales (La India). Los españoles las llamaron Indias Occidentales y a sus aborígenes “indios”, para asegurarse el dominio del Continente Americano, con la venia del Vaticano. No tuvieron conciencia que habían llegado a un nuevo Continente. En 1566, el sacerdotre Bartolomé de las Casas, afirmaba, “el designio de Dios, nos permitió descubrir un nuevo mundo”.
Fue Martín Walddseemüller, cartógrafo, quien en su libro Cosmographia Introductio (1507), da el nombre de América al nuevo Continente, por la admiración que sentía por su Maestro Américo Vespucio. Su obra se basó en la Novus Mundos (1503), de este florentino navegante.
Por fin, el sabio alemán, Prof. Alexander Von Humboldt, con sus tesis desmistificadoras (1843-1844), en “Cosmos”, afirma: el Continente Americano es parte del cumplimiento pleno de la historia. Así, como la historia tiene un sentido, en él se inscribe “el descubrimiento de América”. Esta tesis muy congruente con el sentido de la historia, que desbordó el pensamiento progresista Alemán de la época.
No cabe duda que América, en la construcción de su identidad, ha sido objeto de diversas tendencias y opiniones caracterizadas por ubicar “al nuevo mundo”, no a partir de su especificidad, sino de la función que debía cumplir en el conjunto de la política mundial.
Cuando el Continente Americano salía de un periodo de incertidumbres, de indeterminación, cayó en otro peor, que los criollos, europeos avecindados e historiadores oficiales llamaron “procesos independentistas”. En sus cabildos “los independentistas”, se constituyeron en juntas de Gobierno, para luchar por la vuelta al trono del Borbón Fernando VII, apresado por Napoleón Bonaparte, durante su invasión a España. Una “independencia muy peculiar y singular”. La misma oligarquía y su paniaguada burguesía de espalda a la historia, celebraron el 2010 “el bicentenario de aquella independencia”.
Desde 1810 a 1900, se celebró en Madrid el congreso social y económico hispanoamericano, el debate central fue encontrar el nombre adecuado que expresara la nueva realidad continental, ya que se utilizaban diversos calificativos: Hispanoamérica, ibero América, Latinoamerica, etc. Hasta la fecha no se ha podido lograr un consenso en la materia. La España profunda monárquica franquista que encabeza el Borbón de turno, la clase políticastra y sus epigonos, insisten en que América sigue siendo una colonia de su imperio y la llaman Hispanoamérica. La mayoría de los países latinoamericanos, insisten en llamarla América Latina, porque pertenece al mundo latino. La idea de latinidad es anterior al congreso antes citado: entre 1853 y 1856 el chileno Francisco de Bilbao y el editor Alejandro Magariño, uruguayo, en la publicación llamada Revue de Races Latines, y el poeta José Mario Torres en su poema “Las dos Américas”, son los primeros intelectuales en nombrar así, al Continente, para precisar la especificidad de lo que es éste. En esto se basa la búsqueda de la propia identidad, en cuanto es lo que distingue al nuevo mundo y además lo define. El movimiento intelectual de la década de los 60, asumió en el continente Americano y en Europa, el concepto de América Latina.
La odiosa oligarquía empresarial estadounidense, el 1%, en forma irreflexiva y reiterativa, se ha apropiado del nombre del Continente Americano: América. Esto es un plagio, una distorsión geográfica, histórica, política y social. Es falso, de falsedad absoluta, llamarles americanos a los habitantes de Estados Unidos. Americanos son todos los habitantes nacidos en el Continente Americano. Los habitantes nacidos en los Estados Unidos, se llaman estadounidenses. Pero, ya lo afirmó el maestro libertador José Martí Pérez, “el aldeano ignorante, zafio y fatuo cree que el mundo entero es su aldea”…
LA IDENTIDAD DE AMÉRICA LATINA
A menudo nos preguntamos: ¿qué somos?, ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, y ¿cómo nos definimos?, ¿cuál es nuestra esencia?, ¿cuáles son nuestras raíces?, ¿cuál es nuestro punto de partida? Sólo contestándonos estas preguntas, podremos descubrir nuestro mundo propio en relación con el mundo circundante. Para encontrar respuesta a estas preguntas no se necesita un decreto imperial/monárquico, ni menos un milagro, por lo arcaico del primero y porque el segundo no existe.
Para los latinoamericanos, dos elementos contribuyen a la construcción de nuestra identidad: El espacio y el tiempo, los cuales ya eran categorías fundamentales en la visión del mundo, para los Mayas, los Incas, los Aymaras, etc. Las cosas se captan en el orden que poseen, en la sucesión del tiempo y en el lugar que ocupan en el espacio.
La identidad, supone una comunidad de intereses que hace consciente a un grupo humano de su propia existencia; el origen de nuestras maneras de pensar y actuar.
Nuestra concepción de la identidad está referida al patrón de la lógica aristotélica. Identidad consigo mismo, es darse cuenta plena de lo propio. La peculiaridad frente a lo universal. Es la reivindicación del mundo particular frente a otro que aparece como el único válido. Así, se deberá plantear la especificidad del territorio que surgió con la llegada a las inexactas indias orientales de los europeos, asumiendo por parte nuestra, el carácter propio, “la Patria Continente América Latina y El Caribe”. Desgraciadamente, un nuevo y odioso imperio enajena nuestra identidad Latinoamericana, con la complicidad y sumisión de la oligarquía empresarial farisea agrícola/citadina y la burguesía tartufa, rastrera, ambas parasitas, apátrida dependientes del capital buitre foráneo. Recuperar nuestra identidad en plenitud, nuestra humanidad devaluada, pasa por reconocer nuestras raíces etnológicas, los Pueblos Indígenas, sus culturas, sus costumbres y devolverles sus tierras.
El único camino viable para alcanzar nuestra identidad, es tomar en nuestras manos nuestra propia realidad que parte de su especificidad, es decir, en el espacio y el tiempo, como categorías que marcan lo histórico en lo de permanente que tiene. Este es un proceso de regulación de lo nuevo. Nosotros, los Pueblos Latinoamericanos, tenemos que exponer nuestros argumentos en cuanto nuevo mundo en el momento que entramos a la historia. La “historia oficial” de las oligarquías fariseas agrícolas/citadinas y su testaferra, la tartufa burguesía impuestas por la monarquía española y posteriormente por el imperialismo yanqui, no es nuestra historia. La llegada del colonialista europeo y la dificultad para nombrar a América Latina, ha hecho presente en el mundo actual una manera diferente de entender los problemas y ha legitimado una visión de la cual los latinoamericanos mayoritariamente no somos responsables. Pero sí, los que amamos “la Patria Continente América Latina y El Caribe” estamos comprometidos con cambiar esta impostura.
La América nuestra, “la Patria Continente América Latina y El Caribe“ reclama, exige el fin de los problemas seculares que la mantienen en el atraso, en el subdesarrollo, por causa de los coloniajes y del imperio antes citados, las oligarquías y sus tertaferras burguesías parasitas que la han expoliado, enajenado y marginado, revalorizando las formas propias de ver nuestro mundo. Debemos dar a conocer cómo debe ser entendida y cómo ella misma quiere ser interpretada, América Latina puede y debe mostrar al mundo su manera propia de reflexionar, de hacer filosofía, de otorgarse su propio parámetro a partir de un proceso en que se haya implícita la conciencia de su propia especificidad. Éste es nuestro gran desafió, nuestra utopía. Esta última la entiendo como el cambio que trae la justicia social, el sueño despierto Aristotélico.
La identidad de América Latina no es una falacia antropológica, ni una metáfora antropomórfica. Es un proceso mucho más profundo que no empezó con la llegada del colonizador europeo, sino que viene de muchos siglos pretéritos y que continuará en la lejanía de la historia.
Cuando los intelectuales progresistas de América latina reflexionan sobre nuestro continente y sus originarios/autóctonos habitantes, no se trata de un gesto retrógrado, ni de un lenguaje de simple seducción, sino que representa un esfuerzo de reflexión fundamental: La búsqueda de nuestras raíces. Sin raíz etnológica, no hay un punto de partida, no hay un pueblo originario, autóctono.
La unidad en la diversidad, concepto cultural y la democracia plena a nivel político, son las ideas que nos pueden permitir comprender la complejidad de nuestra actual situación histórica.
Como colofón, acentúo que dos corrientes se unieron para dar nacimiento a nuestra identidad, los pueblos autóctonos/indígenas, y los que llegaron de otros continentes, no sólo de Europa, especialmente los africanos.
Según el ”Consejo de Indias de Sudamérica”, en su reunión efectuada en Lima el 30 de Octubre de 1988, los pueblos indígenas representan una población de 42.000.000 de seres humanos que podría alcanzar a 60.000.000, referida a toda América Latina y a comienzo del presente siglo. Para los indígenas, el problema fundamental dice relación con la recuperación de la identidad anonadada/degradada por el proceso de aculturación a que los pueblos aborígenes fueron sometidos por los colonizadores europeos, españoles, ingleses, franceses, alemanes, y hoy, por los colonizadores del imperio yanqui “del patio trasero”. Evidentemente, junto con la indiscutible reivindicación anterior, hay que agregar la devolución de sus tierras robadas, usurpadas, etc.
El presidente de Chile, Dr. Salvador Allende Gossens, refiriéndose a la solución de los problemas que afectan al Pueblo Mapuche, manifestó: “la solución integral de los problemas que por larga data afectan al Pueblo Mapuche, pasa, porque lo reconozcamos como nuestra raíz etnológica, le devolvamos sus tierras y le respetemos su cultura y sus tradiciones. El indígena Mapuche es la base, el punto de partida del común denominador que unifica al pueblo chileno y le otorga una gran profundidad histórica”. El colonialista español y sus paniaguados –las oligarquías/burguesías y los mamelucos/cipayos, los apodaron “Araucanos”, cambiando el nombre a estos seres humanos y como después lo hicieron costumbre, para mostrar que las cosas cambian. Un sabio Alemán afirmó:”reconozco dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana”…
No se trata de revindicar la reconstrucción cristalizada del antiguo sistema de vida o de toda su cultura ancestral de los pueblos indígenas del Continente Americano, sino la recuperación de sus tierras, de un sistema abierto, donde las reivindicaciones/reparaciones exigidas por los pueblos indígenas sean acompañadas por transformaciones decididas democráticamente por ellos. Evidentemente, el punto de partida es el pasado histórico de estos pueblos. Sin pasado, no hay presente, ni futuro. Además, se deben reconocer y respetar sus tradiciones consolidadas por siglos. Todo este proceso debe darse en el marco de la autodeterminación de los pueblos indígenas, en el seno de un Estado plurietnico, con una democracia plena y pluricultural en la que ellos sean protagonistas, con una justicia plena de la certeza del Derecho, de la Igualdad de todos antes la ley.
El desafío, la utopía antes señalada no se enmarca en bellas nostalgias, sino en la esperanza concreta por alcanzar un modo de vida comunitario, basado en la solidaridad entre el indígena y la naturaleza, sus costumbres y la libertad plena.
Las personas que tienen la capacidad de entender, se han dado cuenta que el asunto de los problemas de los indígenas, pasa, reitero, por recuperar sus tierras, sus costumbres y sus tradiciones que son muy importantes. Además, ellos no pueden estar ausentes en la construcción de un nuevo modelo alternativo de sociedad internacional que exige la Humanidad, después del fin del sistema capitalista salvaje globalizado.
Absolutamente nada tienen que decir o hacer en este proyecto los epígonos/testaferros de la monarquía franquista española o del imperio yanqui globalizado.
El triunfalismo y el exitismo de la monarquía franquista borbónica, la plutocracia española y sus epígonos peninsulares y latinoamericanos, que quieren obtener obstinadamente un sofisticado y paternalista –todo paternalismo es un escupitajo a la dignidad del ser humano- control imperial sobre los Pueblos Latinoamericanos, nos parece una inmoralidad, una desvergüenza, un insulto a la dignidad de los Pueblos Latinoamericanos que sobreviven del genocidio secular del que fueron víctima de los colonialistas, los que ni siquiera han pedido perdón por los crímenes cometidos a millones de seres humanos asesinados, sus culturas saqueadas y destruidas en todo el continente americano durante siglos.
El proyecto de la “Patria Continente América Latina y El Caribe”, se funda en el hecho de que existen las coordenadas que validan las ideas de identidad Latinoamericana:
- La misma raíz demográfica e histórica nacida de la mezcla de pueblos, culturas, que dieron origen a nuestros libertadores: General Simón Bolívar Palacios y Blanco, General José Gervasio Artigas Arnal, General José de San Martín y Matorras, General Bernardo O´Higgins Riquelme, General Francisco Miranda y Rodríguez, el Sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla, el jurista/Coronel Manuel Rodríguez y Erdoiza, etc., pero también a la inefable taifa cívica militar de tiranos que a lo largo de la historia han servido al imperio de turno y al capital foráneo.
- Las mismas lenguas: Español, Portugués y Francés, portadoras de la religión Católica. Frente al genocidio de los pueblos indígenas por parte del colonizador español hay que reconocer la obra del sacerdote Bartolomé de las Casas y en especial de la Compañía de Jesús en defensa de los Pueblos aborígenes del Continente.
LA IDENTIDAD LATINOAMERICANA: LA UNIDAD EN LA DIVERSIDAD.
La identidad Latinoamericana como proceso, es posible comprender a través del concepto de unidad en la diversidad, por cuanto, si América Latina tiene una existencia real, también es cierto que no hay dos pueblos latinoamericanos semejantes. Junto a una historia latinoamericana cada pueblo tiene su historia. Pero, no es menos cierto que las historias de los Pueblos Latinoamericanos se han mezclado a través del tiempo.
Para ser consecuente y realista, para alcanzar nuestra identidad debemos apoyar todos los acuerdos económicos y culturales que han sido sancionados por los pueblos y sus gobiernos democráticamente elegidos: La comunidad de Estados Americanos y El Caribe/CELAC, Unasur, El Mercosur, el Alba, etc; aportando nuestra contribución al proceso unificador en el marco de una filosofía latinoamericana que se basa en un pensar que parte de nuestra propia realidad, de nuestra propia alteridad que sirve como hilo rojo a nuestro proceso en marcha de identificación cultural, siendo conscientes de nuestra dificultad de ser, que deriva de estos casi 200 años de historia particular y oficial impuesta por las taifas oligárquicas empresarial y su lacayuna burguesía, gobernantes cesaristas y reaccionarios que cada año se preparan para celebrar el bicentenario de la mal llamada independencia, “de la Madre Patria”…
Partiendo de las especificidades nacionales de cada país, podemos concebir una búsqueda epistemológica de lo que es propio y común, más allá de la historia, de la lengua, de la religión, tradiciones, etc. compartidas para integrarnos más como Latinoamerica y también al resto del mundo, en una actitud positiva hacia los grandes cambios económicos, políticos, ecológicos que hoy exige la Humanidad.
El proceso de identificación cultural no se lleva a cabo contra ningún país del planeta, podemos aprovechar las experiencias integradoras de la Comunidad Europea –pero no como modelo para imitar-, así como rechazar cualquier plan imperialista que pretenda incorporarnos a un proyecto de explotación, aculturación y enajenación ajeno a los intereses de los Pueblos Latinoamericanos. En el aspecto ideológico, en el contexto de un pensamiento propio podemos señalar con orgullo, dos aportes importantísimos para la construcción del nuevo modelo alternativo de sociedad: la teología de la liberación y el socialismo latinoamericano democrático y libertario: la Cuba socialista, el de Chile Socialista del Presidente Allende Gossens, el socialismo nicaragüense del general de Seres Humanos libres Augusto Sandino, y recientemente el socialismo Bolivariano de Venezuela del Comandante Hugo Chávez Frías, y el Socialismo aymara Boliviano del Presidente Evo Morales Ayma.
Es imprescindible introducir una modernización que permita el desarrollo de las fuerzas productivas, la racionalización de nuestra economía y de la vida comunal dentro del concepto del Estado solidario, para terminar con la odiosa marginación de sectores mayoritarios de la sociedad. Así lograremos el verdadero modo de ser del latinoamericano digno, solidario, culto, libre, que le hará ser latinoamericano sin más. Cuando yo hablo de democracia, justicia y libertad, lo digo en sentido pleno, rechazo totalmente la falacia de “en la medida de lo posible”. Cuando hablo de libertad, no me refiero a la libertad del arcaico liberalismo ni del neoliberalismo, ni del positivismo, sino de la libertad plena y creadora. Alcanzada esta meta se puede avanzar en la identidad, es decir, la capacidad de autodeterminación, sin dependencia de ningún centro hegemónico.
Como colofón, acentúo que un pueblo sin raíz etnológica, sin identidad, no es pueblo.
La identidad es un problema histórico y para alcanzarla tenemos que poner en funcionamiento la memoria histórica de los arquetipos que las unen a sus raíces.
Una vez que tengamos nuestra identidad, un modo de ser propio, y no como hasta ahora en que una parte de la Humanidad posee el verbo, mientras que la otra -la subdesarrollada-, no puede hacer otra cosa que pedirlo prestado, podremos terminar con cualquier tipo de coloniaje encubierto o por venir. Sólo por este camino alcanzaremos la construcción de la “Patria Continente América Latina y El Caribe”, y podremos vivirla en plena Democracia, Justicia y Libertad, vivible para todos y no como ahora que lo es sólo para algunos, como lo acentuara Pablo Neruda, poeta del amor y la esperanza de Nuestra América Latina.
CONFERENCIA INTERNACIONAL FUNDACIÓN CESAL eV BERLIN/DDR/1978-
TALLER CEPLA/VALPARAÍSO/CHILE 1995
Prof. Dr. Moreno Peralta
Director Fundación
Cesal eV Berlín/Alemania