La contaminación generada por la actividad humana llega a sitios recónditos del planeta como el abismo Challenger, en la fosa de las Marianas, el lugar más profundo de la Tierra, demuestra un estudio publicado hoy en una revista especializada.
Los investigadores encontraron niveles ‘extraordinariamente altos’ de sustancias contaminantes en animales que viven también en la fosa de Kermadec, en el Pacífico, bajo la placa indoaustraliana, a mil 047 metros.
Se trata de unos pequeños crustáceos conocidos como anfípodos capaces de vivir a miles de metros de profundidad y muy voraces, pues comen casi todo lo que encuentran. Pero lo más llamativo, explican los autores, de la Universidad de Newcastle, es el nivel de contaminación.
Seguimos pensando en las profundidades del océano como un reino remoto y primitivo, a salvo del impacto humano, pero nuestra investigación demuestra que, tristemente, esto no es así, destacó Alan Jamieson, autor principal.
Algunos de los animales analizados habitan a 10 mil metros de profundidad en zonas que, además, se encontraban a unos siete mil kilómetros de distancia de las zonas industriales más próximas, subrayan.
Los organismos de los crustáceos contenían Compuestos Orgánicos Persistentes (COPs), algunos de los cuales fueron prohibidos hace décadas debido al gran impacto ambiental que causaban. Pero debido a sus características, persisten muchos años en el ambiente, señalan.