Noviembre 16, 2024

Frente Amplio: si no es con la gente, no será

Enternece la generosidad con que el Frente Amplio distribuye candidaturas parlamentarias a diestra y siniestra. Y el desfile de caras nuevas resulta tan sorprendente como las que se desempolvaron de otras caretas y ahora lucen un cutis terso y disponible para inaugurar la temporada electoral. Ahora de este lado.

 

 

Por cierto, el populacho deberá seguir  a la espera de que los respectivos currículos de esa constelación de candidatos entreguen luces respecto de la trayectoria de cada uno de los afortunados.  

De algunos ya se sabe, como los poco higiénicos casos de Parada y Cuevas, quizás futuros miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento.

De adelanto, ya se sabe que no son  dirigentes sociales, sindicales o gremiales. Y que fueron erigidos por la intercesión de no se sabe qué dedo magnífico.

Estamos ante un caso en que forma y fondo tienen una importancia central.

La propuesta de superar al duopolio por la vía de disputarles sus curules, expulsarlos de sus cuevas desde donde han amasado ingentes fortunas por la vía de la corrupción, es una apuesta encomiable

La corrupción desatada, desembozada y generalizada,  el triste espectáculo de un gobierno que nació muerto, la decadencia de rasgos bíblicos de Michelle Bachelet y la parálisis de la izquierda, generan un panorama en que la irrupción de gente nueva, con propuestas que apunten a superar el actual estado de cosas y se propongan horizontes que pasen del neoliberalismo, debe ser bienvenida por gran parta de la población.

En el  pueblo cursa la imperiosa necesidad de terminar con esta eterna pos dictadura y arremeter de manera decidida con un proceso de transición que apunte, pero de verdad, a la democratización del país. No como este proceso que solo ha permitido suavizar aquello que en la dictadura era áspero. Y que ha generado una oligarquía con los otrora izquierdistas enemigos del capitalismo, ahora aliada a la más feroz ultraderecha.

Y esa urgencia popular se ha desplegado con forma de multitudinarias manifestaciones, paros, huelgas y movilizaciones que han sido pronta y salvajemente reprimidas por los tonton macoutes del régimen.

Han debido pasar muchos  años para desembocar en la conclusión necesaria: que esa energía que anda requiere de una expresión política que ponga las cosas en su lugar  y a los sinvergüenzas en la sentina de la historia.

Pero no de cualquier manera. La forma en que se enfrente esa lucha, es determinante.

Desde hace  tiempo se hace evidente la necesidad de articular fuerzas y decisiones que permitan la construcción de una opción política capaz de encauzar esa tremenda bronca, esa ira contenida, la impotencia que produce la impunidad, el descaro, el robo, la putrefacción de todo el sistema.

La Concertación logró sus objetivos con la instalación del modelo económico, esta cultura que vivimos a diario, sobre los escombros del movimiento popular que había combatido con éxito a la dictadura. Sería la desmovilización del pueblo la condición para todo lo que vino. Que la gente se conformara con mirar desde enfrente cómo el tándem de políticos ambiciosos y corruptos se hacía del botín.

Y así quedó la gente. A la espera de la alegría que se merecía y que nunca llegó. El pueblo pasó a  ser el cliente atrapado en el cepo de las deudas y en el asombro de no ser.

Por eso irrita que aquellos que pudieran abrir las Alamedas, se estén contentando solo con el intento de cambiar la cerradura.

Es mucho más que lo propuesto a media tinta por el Frente Amplio lo que se merece el pueblo chileno. Por de pronto, merece ser.

La castigada gente no puede contentarse con lo que buenamente se le ofrece sin que tenga la opción de decir ni pío.  El error del Frente Amplio reside en creer que si lo anima una buena intención, entonces suplantar la voz y acción del pueblo, es algo que está bien.

Pero está mal.

El Frente Amplio debiera abrirse a la evidencia de que el pueblo llano, el trabajador, el poblador, la gente del arte, los intelectuales y profesionales que han luchado durante esta larga pos dictadura, son sujetos que se han ganado el derecho de decidir, de entregar su opinión, de tomar decisiones.

El tiempo de la manada que sigue ciega al macho alfa ya no es. Hoy es el tiempo del poder de la gente, de su decisión, de su brazo en alto optando entre opciones disímiles, de su voz criticando.

La beneficencia que parece decidida a imponer  listas de candidatos con gente salida del sombrero de un mago y que por un lance similar aparece en este lado en circunstancias que hasta hace poco estaba en el otro, resulta de un patetismo inaceptable. Tránsfugas, acomodados, oportunistas. Cara duras.

Aprender a traicionar es como lo de la bicicleta: con una vez basta.

La buena gente del Frente Amplio insiste en parecerse a un miserable pacto electoral y trata de no perder el tiempo urgido quizás por el calendario electoral.

Hacer las cosas urgentes no significa hacerlas apurado.

En política cuesta deshacer lo que se hace, si se obra en base a principios. Y este paso en falso hecho a espaldas de la gente, muy pronto agotará su carga benefactora y como siempre ha pasado, lo que quedará flotando será el  desprecio a la gente.  Y una gran decepción.

Que no sea esta un sucedáneo de lo que debió ser,  un algo es algo, un avance aunque pequeño, una poquita cosa. Un peor es na.

El país trasformado en zona de castigo y la condición de su pueblo también castigado cada minuto de sus vidas, no da para impulsar experiencias para  ver si funcionan.

La confianza en  la gente llana, en el pueblo que ha hecho el mayor sacrificio en vidas, sufrimientos y traiciones, es una condición esencial que de ser tomada en cuenta, aporta una sabiduría enorme.

Tarde o temprano las organizaciones sociales, sus dirigentes y voceros, los que no aparecen ni por pienso en estrategia frenteamplista, deberán decir su parecer, su advertencia, su propia opinión respecto del error que significa utilizar mecanismos  que no cumplen con el principio esencial: con la gente, desde la gente.

O será con la gente o no será.

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