El psicópata, narcisista y megalómano, Donald Trump, se cree dueño, no sólo de su país, sino del mundo entero, incluso, tal vez le falte nombrar como senador a su caballo, tal cual lo hizo el famoso el emperador romano, Calígula, lo que no sería una mala idea pues, a veces, los caballos podrían ser más inteligentes y capaces que los senadores.
Los Republicanos, que amenazaban con oponerse a las medidas más inhumanas del magnate de la Casa Blanca contra los inmigrantes y los Tratados de Libre Comercio, muchos de ellos firmados en administraciones anteriores, incluso, con Presidentes de su mismo Partido, en el fondo, ahora han votado a favor de los nombramientos de reaccionarios, racistas y mafiosos que Trump ha nominado como Secretarios de Estado, el último de ellos, el de la Secretaria de Educación Betsy Devos que, como empresaria y dilecta amiga del Presidente, no tiene ninguna formación en las lides educacionales, salvo el de querer imitar el desastroso sistema de vauchers, ideado por el neoliberal Milton Friedman, y aplicado en Chile bajo la dictadura de Pinochet y, lo peor, continuado por los gobiernos de la Concertación.
En la Corte Suprema que estaba empatada en cuatro miembros entre los dos partidos, y que Republicanos habían logrado detener el nombramiento del noveno miembro al tener mayoría en el Congreso, ahora Trump, con las manos libres, nombró al ultra reaccionario juez, Neil Gorsuch, contrario a cualquier proyecto de ley progresista, especialmente, en materias como el aborto y los inmigrantes. Seguramente, los senadores demócratas se opondrán a este nombramiento – como lo han hecho con los anteriores – sin embargo, la mayoría republicana de esta institución aprobaría este nombramiento. (En el caso de la aprobación de la Secretaria de Educación se dio un empate, pero el voto dirimente del vicepresidente de la república, Mikey Pence salvó la situación).
La oposición en el actual Congreso, por parte de los demócratas, ha servido muy poco, pues cuando el Partido de un Presidente tiene mayoría en ambas cámaras – como es el caso de Trump – la separación de poderes queda obsoleta, y los balances y contra balances carecen de sentido real. El aporte de Charles Louis de Secondat, Señor dela Bréde, Barón de Montesquieu, ha tenido poca aplicación, tanto en los regímenes presidenciales, como parlamentarios: ora, el Primer Ministro o Presidente tiene mayoría en el Congreso, por consiguiente, puede gobernar, en la práctica, autocráticamente, ora, es minoritario, por lo tanto, puede ser obstruido por la mayoría parlamentaria, o bien, tiene que llegar a acuerdos y alianzas con partido que, incluso, se opusieron a su programa de gobierno. (En el caso chileno, de dio un sistema de doble minoría: el Presidente era elegido por una minoría, es decir, menos del 50%, pues no había segunda vuelta, y era apoyado por una minoría parlamentaria, menos de un tercio).
En la actualidad, los Presidentes dela República, verdaderos autócratas en un si8stema presidencialista e, incluso, semipresidencial, pierden la popularidad a los pocos meses de su gestión. La mayoría de ellos, en casi todos los países en democracia representativa, han bajado hasta el 20% del apoyo popular – no sólo son “patos cojos”, sino figuras decorativas -.
Durante estas dos últimas semanas, Trump quiere demostrar, sobre todo a sus partidarios, que va a cumplir todo lo anunciado en la campaña presidencial, es decir, va a dar gusto a los fachos pobres que votaron por él: los blancos, provincianos e ignorantes, y además, utilizar el poder para llevar a cabo las venganzas, resentimientos y odios que estos habitantes de la América profunda, la clase media norteamericana, han acumulado durante décadas. En primer lugar, el rechazo a los inmigrantes, a quienes acusan, no sólo de ocupar sus puestos de trabajo, sino también, de destruir su cultura e idiosincrasia e, incluso, sus ideales religiosos, atacados por el Islam; en segundo lugar, la competencia de los trabajadores extranjeros, que devengan menos salario que los americanos y que, por lo tanto, los condenan a la cesantía; en tercer lugar, la competencia entre productos americanos y de extranjeros, especialmente chinos, especialmente más baratos; en cuarto lugar, el terrorismo, que lo identifican con el Islam, y el narcotráfico, con los mexicanos.
Como decía Nicolás Maquiavelo en su carta al gobierno de Florencia, agitar y dar gusto a los odios de la plebe es un método infalible para que el príncipe o cualquier gobernante pueda conservar el poder e, incluso, ser querido por sus súbditos. Es exactamente este camino el que sigue Trump, desde el comienzo de su gobierno, una especie de “Reality Show” en que agita pasiones para eliminar a sus enemigos.
La ciudadanía de las grandes urbes de los Estados más progresistas, entre ellas California y Nueva York, han respondido con manifestaciones gigantes por la entronización en el poder de este autoritario Hitler de a peso.
Los Tribunales de Justicia se han convertido en una piedra en el camino para detener los deseos de poder ilimitado de este autócrata, quien había lanzado una orden ejecutiva por la cual se prohibía el ingreso a los Estados Unidos de ciudadanos de siete países islámicos, incluso, se alcanzó a retener a muchos de ellos, pero afortunadamente, una fiscal anuló oportunamente la ejecución de dicha orden, (fue despedida por Trump aprovechando que había sido nombrada por Barak Obama y, además, se encontraba en calidad de interinidad, pues el Congreso no había nombrado a su reemplazante). Posteriormente, la suspensión de esta orden ejecutiva pasó a la Corte de Apelaciones, entidad que, por unanimidad, dejó sin efecto la aplicación de ingreso a los ciudadanos de países mencionados.
Donald Trump, siempre prepotente, respondió por twitter que se enfrentarían en Corte Suprema: Ojalá en esta instancia se detengan los deseos megalómano de este sátrapa del siglo XI, que adula las pasiones de la plebe para aumentar sus ansias de poder. (Hay que recordar que Hitler y Mussolini fueron venerados por su respectivo pueblo).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)