La derecha francesa está marcada por una serie de escándalos en la V República y, entre los más importantes, podemos citar: el de Valéry Giscard d´Estaing, quien recibió regalos de diamantes del sátrapa emperador centroafricano, Jean Bedel Bokassa, que se vanagloriaba de ser muy amigo de Giscard, aunque nunca fue invitado a su casa. El escándalo de los diamantes abrió ppuerta al triunfo delo socialista, Francois Mitterrand, (1981-1995).
Otro escándalo famoso fue el del ex Presidente de la República Jacques Chirac, que fue acusado de múltiples estafas cuando era alcalde de París. Este caso tiene muchas aristas – sería largo de describir en esta columna – pero al ser Jefe de Estado gozaba de inmunidad penal, y cuando iba a ser juzgado, ya como simple ciudadano, fue candidato frente a Jean Marie Le Pen; gracias al apoyo de la izquierda y de ciudadanos independientes logró derrotar al fascista Le Pen, con 82% de los sufragios, salvándose por siete años más; al fin, a sus 80 años de edad, se le consideró muy viejo para ser condenado por delitos comprobados y admitidos, pues sufragó el perjuicio fiscal.
Alain Juppé fue juzgado por el uso de dinero fiscal para pagar sueldos de funcionarios del RPR, sigla del partido de derecha en ese tiempo. Fue condenado a 18 meses de prisión remitida y con imposibilidad de presentarse a cualquier cargo público.
Nicolas Sarkozy, acusado de haber recibido un millón quinientos mil Euros por parte Muamar Gadafi, entonces Presidente de Libia, dinero transportando en un maletín que le entregó el emisario Zaid Takiede. Otra acusación contra Sarkozy dice relación con el asunto Bigmalion, en que se acusa a esta empresa que llevaba las finanzas del entonces candidato a la presidencia de haber sobrepasado, con creces, el límite del gasto electoral, permitido por la ley francesa, lo que constituye u delito grave en ese país.
En las recientes primarias de la derecha, Francois Fillon tenía la ventaja de ser el único de los candidatos con posibilidades de éxito, y que no estaba comprometido en escándalos de dineros mal habidos. Juppé, su rival, había sido condenado, y Sarkozy estaba siendo investigado. Fillon se presentaba como un católico, de misa diaria y hacía alarde de su transparencia y pureza, es decir, podría catalogarse como un político honesto, por consiguiente ganó la primaria, erigiéndose en candidato de la derecha.
Hasta comienzos del presente año, las encuestas de opinión le daban el primero o el segundo lugar, disputando, posiblemente, la segunda vuelta con la candidata del fascista Partido Frente Nacional, Marine Le Pen. Cuando Le Canard Enchainé (Diario Encadenado, en argot francais – no confundirlo con pato – publicó, en primera página, que Penélope, mujer de Fillon, había recibido seiscientos mil Euros como auxiliar parlamentaria de su marido, lo que equivale a un sueldo de nueve mil euros mensuales, muy superior a otros funcionarios del Congreso – en pesos chilenos, equivaldría al sueldo de un parlamentario -. Posteriormente, se descubrió que los dos hijos del candidato también habían recibido dineros del Estado, argumentado pagos por servicios de abogado, cundo apenas eran estudiantes.
Que Fillon contrate a su familia, no es raro, pues el 50% de los parlamentarios contratan a familiares como funcionarios del Congreso, pero el problema está en el monto de lo recibido y, sobre todo, que los servicios de la señora Fillon no han podido ser justificados por ella misma o por su marido.
La defensa de Fillon ha sido deficiente, pues acusa un complot calumnioso de parte del gobierno con el fin de frustrar su candidatura y, de paso, ayudar a sus rivales.
El problema jurídico no reviste mayor importancia, pues no va a ser muy difícil para Fillon escapar de los Tribunales argumentando que su señora, abogada, trabajaba desde su casa, atendiendo llamadas telefónicas, fijando citas y, a lo mejor, redactando uno que otro documento – claro que en una entrevista inglesa antes había declarado que sólo se dedicaba a labores del hogar y al cuidado de los niños – pero el asunto es político y de gran envergadura, pues hay un contraste entre la imagen de pureza y virtud cristiana de Fillon y su insaciable inclinación por el dinero, sin importar mucho los medios para obtenerlo.
De comprobarse los delitos de fraude fiscal atribuidos a Fillon, que goza, como todo ciudadano, de presunción de inocencia – aun cuando en casi en ninguna parte del mundo la Prensa respeta este derecho -, la derecha se encontraría sin candidato y, además, con un plan B muy difícil de llevar a cabo, pues el candidato de reemplazo tendría apenas dos meses para hacer campaña. (Esta situación es muy parecida a la de la derecha en Chile, cuando cayó Laurence Golborne y, posteriormente, Pablo Logueira, en 2013).
De derrumbarse la candidatura de Fillon, la segunda vuelta sería disputada entre los candidatos Marine Le Pen y Emmanuel Macron y, a lo mejor, con el candidato de izquierda Jean Luc Mélenchon.
El problema radica en que en historia no hay repetición, por consiguiente, a lo mejor no se lograría la unidad de la izquierda y la derecha para derrotar a la candidata de ultraderecha, Marine Le Pen – como ocurrió en 2002, con Chirac – y, así, surgiría en el segundo país de la Comunidad Europea la ruptura de esta alianza, permitiendo un triunfo al estilo Trump.
Marine Le Pen ha logrado conquistar muchos sectores populares, lo que es propio del fascismo, y el tema del tema de ruptura de la Unión Europea y el fin del Euro, no sólo es atractivo para la ultraderecha, sino también, incluso, para sectores de izquierda, pues la actual Europa está manejada por Bruselas, Alemania y los grandes grupos financieros.
Si se diera una segunda vuelta entre Macron y Le Pen, el primero visualizado como uno de los grandes defensores de la Unión Europea y de un socialismo liberal, muy atractivo para revistas de papel cuché – tipo Paris Mache, por ejemplo – y, sobre todo para los socialistas rocardianos y los partidarios de la “tercera vía”, es decir, la burguesía “bien pensante”, y Le Pen, recalcando el deseo de convocar a un plebiscito para terminar con la Unión Europea, en el clivaje statu quo o bien, ruptura, como intenta imponer la candidatura de Le Pen, la situación sería bastante complicada, y no se podría descartar un triunfo del Frete Nacional.
En el cuestionamiento moral, que se basa en el supuesto de que la política es asunto de ángeles, no solamente ha caído la derecha, sino también el Frente Nacional, cuya líder, Marine Le Pen, está cuestionada por financiar a su marido con dineros del parlamento europeo y, a su vez, un grupo de funcionarios del Frente Nacional reciben sueldos por parte del parlamento europeo por funciones no realizadas. Por otra parte, a Emmanuel Macron se le acusa de haber usado fondos del Ministerio de Hacienda para financiar a un grupo de seguidores, que dieron nacimiento al Partido en Marcha. Hasta el momento, los únicos que se salvan de estas acusaciones de mal uso de fondos fiscales son los comunistas, que tienen la suerte de que la URRSS ya no existe.
El poder es y será sinónimo de corrupción. El único personaje histórico no corrupto, según mi entender, es Emiliano Zapata, que dijo que quien ocupara el sillón presidencial, de ser un hombre bueno, pasaba a ser un hombre malo.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
5 2 2017