Palabras más, palabras menos decía Walter Benjamín que: “todo momento tiene su chance revolucionario, el asunto es saber reconocerlo”.
En las últimas horas, como pocas veces en la historia, hemos sido testigos y protagonistas del golpe, podríamos decir, dialéctico, en el corazón mismo del capitalismo.
A la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se le suma la creciente oleada ultranacionalista de grupos políticos conservadores, de grupos superraciales y fascistas.
Baste de ejemplo la reunión europea de los movimientos ultraderechistas (Holanda, Francia y Alemania) en vísperas de la toma de poder del yanqui, y en la que estos grupos declaran “la muerte de la Unión Europea”.
El libre mercado y su defensa neoliberal ya no es respuesta creíble para las clase medias que viven en carne propia la realidad neoliberal que los golpea todos los días.
Son tiempos de crisis y por lo mismo son tiempos con muchas posibilidades revolucionarias y es por eso que los fascistas del mundo se reorganizan, como poder político, para la cruzada que saben será inevitable, en aras de salvar un orden divino, ricos y pobres, explotadores y explotados, blancos y negros; y para salvar ese divino orden “habrá que salvar la patria”, habrá que salvarla incluso de los financieros que en su afán de lucro han puesto en riesgo ese orden divino.
El capitalismo en su versión neoliberal no puede dar respuesta a la mitad de la humanidad y en su lógica misma esa mitad debe ser despojada de su condición humana y exterminada, para que la otra mitad de la humanidad pueda seguir destruyendo el ecosistema para sostener la mentira irracional de la divina sociedad de consumo.
El neoliberalismo no fue capaz de calcular que la globalización de sus formas también abriría la globalización de las resistencias y de los movimientos anticolonialistas y anticapitalistas.
La crisis de la sociedad capitalista, en su fase neoliberal, busca salvavidas y Trump puede ser una salida para el capital. Y no hay que olvidar que una solución capitalista no es en beneficio de la gente, ni de los pueblos, todo lo contrario, la solución Trump, la solución fascista, busca agrupar a los tontos para que en nombre de la patria y la supremacía racial, degraden, expulsen, exploten y sometan a los talentosos, a los diferentes, según “los divinos” estándares del orden.
Pero al mismo tiempo esta crisis capitalista es una oportunidad extraordinaria, una oportunidad revolucionaria paradigmática. Una oportunidad para caminar nuevas formas de organización social en busca de conquistar esos otros mundos posibles dignos y justos. Fortalecer la resistencia anticapitalista y difundir con energía las experiencias autónomas y autogestivas, los autogobienos, las municipalidades libertarias, eco aldeas, juntas de buen gobierno, trueque y moneda alternativa…, experiencias que se ensayan por todo el planeta y que son ejemplo de otras posibilidades; ejemplos de que se puede vivir de otra manera.
La lucha será dura. El enfrentamiento es inevitable. Ellos o nosotros. El capitalismo sale de su pesadilla neoliberal para volver a la larga noche del fascismo.
La tarea entonces es hacer visible y transitar el alba de esas nuevas formas de convivencia social anticapitalista.