La psicóloga Feggy Ostrosky, basándose en un estudio sobre la personalidad de todos los Presidentes de Estados Unidos, de Washington hasta Obama, intentó diseñar un perfil del número 45 presidente de Usa, Donald Trump, llegando a la conclusión que corresponde a las características de un psicópata – contrario a lo que la gente cree, la mayoría de ellos no están en la cárcel o en sanatorios especializados, y no pocos ocupan la magistratura de algunos países -, narcisista: todo gira alrededor de él y el resto del mundo sólo debe existir para alabarlo; todos los edificios de su empresa llevan su nombre, impreso en letras doradas y sus empleados son “sus hombrecitos”, y las mujeres sólo útiles para satisfacer sus instintos – Melania, su mujer, podría ser comparada con la famosa “muñeca inflable” del regalo de Fantuzzi -, y cuando alguien se atreve a oponerse a sus deseos, lo insulta, lo minusvalora y lo amenaza con eliminarlo, como con las mujeres que organizaron marchas contra su déspota gobierno, diciendo que brotaban sangre por los ojos y por una parte del bajo vientre.
Por otra parte, es un tirano, sólo comparable A. Hitler, F. Franco y a Augusto Pinochet, con la diferencia de Hitler, por ejemplo, amaba a los niños y a los animales – claro que si eran arios.
Además, es un egocéntrico, a quien no le gusta perder; negociar con él es un verdadero martirio, como lo pudo comprobar el actual Presidente argentino, Mauricio Macri, a quien con marcada característica excéntrica, lo condujo a una cancha de golf, y cada vez que no acertaba a un hoyo, se quebraba la negociación, con la consiguiente furia de Trump.
Enrique Peña Nieto, el más pendejo entre los Presidentes del mundo – y hay que contar con muchos “méritos” para ostentar este título -, ahora se ha sabido que fue maltratado en el famoso casi monólogo por teléfono, de una hora de duración, donde poco menos que lo amenazó con el envío de tropas americanas a la frontera con la disculpa de perseguir el narcotráfico.
Mark Singer, biógrafo de Trump desde que se iniciaba como empresario, en el libro, El Show de Trump, El perfil de un vendedor de humo, retrata muy bien cómo se hizo a la fortuna de este mafioso, ahora convertido en Presidente de Estados Unidos.
El mundo debe estar muy mal para que los empresarios, muchos de ellos de dudosa catadura moral y, además, carentes de ética, se estén convirtiendo en primeros mandatarios de un país, elegidos por ciudadanos pobres, patrioteros y analfabetos políticos.
El gran N. Maquiavelo – que nunca escribió la famosa sentencia “el fin justifica los medios” y que sólo las repiten los analfabetos funcionales, como también uno que otro curita despistado y fanático – escribía en El Príncipe que el buen gobernante debe alabar a la plebe y, sobre todo, castigar a quienes odian la plebe. Donald Trump es un buen del escritor fiorentino – no estoy seguro de que lo haya leído -, pues en estos doce primeros días de gobierno no ha hecho más que alabar las bajas pasiones de sus electores, ofreciéndoles trabajo en el las empresas manufactureras, así sea humo puro, y castigando, fundamentalmente a los mexicanos que, según los blancos, pobres, nacionalistas y xenófobos, se apoderan del trabajo que les corresponde, cerrando las fronteras a los islamitas que amenazan – según ellos – su vida y su subsistencia.
Los chivos emisarios de Trump, los mismos de ese lumpen americano blanco que lo llevaron al poder, siguen siendo los periodistas, los políticos demócratas, los intelectuales liberales, los artistas de Hollywood. El lumpen proletariado – hoy los fachos pobres – odian la inteligencia y, como como cualquier fascista, tal vez gritarían – como el general Millán Astray, “viva la muerte y muera la inteligencia”.
La concepción de la verdad, transmitida por el vocero del gobierno de Trump, no nos debiera extrañar: lo único real es lo que transmite el gobierno del Presidente, nada muy distinto a la concepción sobre la propaganda de Joseph Goebbels en el sentido de que “la única visión de la verdad es la del partido nazi”.
En estos de mandato, Traump ha cumplido, prácticamente, todo lo que prometió en su campaña electoral, sobre la base de twitts, titulares y órdenes ejecutivas – decretos leyes – sólo enunciándolas y, en la mayoría de los casos, llevándolas a la acción, sin profundización y sin planificación; Trump sabe muy bien que no necesita pedagogía política, sino sólo dejar contentos a sus electores y vengarlos de sus “enemigos”.
La medida más espectacular por ilógica ha sido el decreto que prohíbe, por noventa días, el ingreso de ciudadanos de siete países de población de mayoría musulmana – Siria, Irak, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen -. En los aeropuertos de las ciudades norteamericanas, entre ellas el de Nueva York, más de 200 pasajeros han sido retenidos; afortunadamente, la fiscal general, Sally Yates, que ejercía como interina a la espera del nombramiento del titular por parte del Congreso, dio orden a sus subordinados de no aplicar la orden ejecutiva de Trump en contra de los inmigrantes con orden de expulsión, dictamen refrendado por la jueza Ann Donnelly. Además, los Representantes del Partido Demócrata solidarizaron contra los musulmanes perseguidos.
En todo el mundo, esta situación contra los países mencionados ha provocado repudio al gobierno de Trump y solidaridad con las víctimas de eventuales expulsiones.
Personalmente, no creo mucho en la bondad absoluta de la naturaleza humana y mucho me temo que la ideología fascista anti inmigrante pueda tener eco en varios países del mundo, especialmente en la tierra de asilo, que siempre ha sido Francia, y nada de raro que termine ganando Marine Le Pen. Como en Chile, elijamos al ignorante, xenófobo y narcisista Sebastián Piñera.
En un mundo en que el 1% posea el 99% de la riqueza, la democracia sólo puede ser una utopía, los derechos humanos un sarcasmo y las elecciones, el “tontódromo” de los fachos pobres, que siempre votan por quien los domina.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
02/02/2016