De acuerdo a la teoría politológica de Richard Neustadt (“Presidential Power. The Politics of Leadership”, Columbia University Press, New York, 1960), el presidente debe acrecentar su poder político mediante cuatro estrategias básicas. En primer lugar, debe seducir, y romancear a parte de la elite estadounidense radicada en Washington.
Todo esto se hace mediante una vigorosa agenda de reuniones destinadas a formar una poderosa coalición ganadora compuesta por el presidente y líderes políticos, económicos y sociales del país. En segundo lugar, debe ganarse a las bases populares mediante efectivas acciones presidenciales que realmente mejoren sustancialmente el estándar de vida de esta gran mayoría. En tercer lugar, debe asegurarse que todas las decisiones importantes sean tomadas por él mismo y no por sus ayudantes, secretarios y ministros. En cuarto lugar, debe crear su propio servicio de inteligencia y protección personal. Esta organización le permitirá apoyar a sus amigos y aliados y derrotar a sus enemigos antes de que estos tengan tiempo de organizarse dentro de una poderosa coalición opositora. ([i])
Han pasado apenas poco más de 100 horas del inicio de la presidencia de Donald Trump, y ya se pueden observar algunos patrones de conducta presidencial importantes. El presidente Trump ha invitado a reuniones en la casa blanca a decenas de líderes políticos, económicos y sociales. Se ha reunido con los ejecutivos de grandes empresas industriales. También se ha reunido con importantes líderes sindicales. Las reuniones con líderes políticos, particularmente senadores y diputados han sido también numerosas. El tema central de todas estas reuniones ha sido la necesidad urgente de crear millones de empleos bien pagados en los Estados Unidos y de esta manera, iniciar rápidamente la recuperación del estándar de vida de la clase media y el proletariado. Una nutrida agenda de reuniones similares ya se ha programado para los próximos cien días de su gobierno.
Con estas reuniones, el presidente probablemente será capaz de formar una poderosa coalición política que le permita gobernar con éxito el país. Paralelamente a todo este quehacer politológico, dirigido a la creación de una coalición ganadora, el presidente Trump ha permitido que sus ministros expresen libremente sus opiniones sobre diferentes temas y problemas. Esta libertad de expresión ha sido amplia y generosa, ya que lo que importa es conseguir la aprobación del senado para cada uno de los ministros propuestos. De esta forma, sus futuros ayudantes han expresado ideas muy distintas a las que en verdad el presidente tiene. El caso más destacado es el del candidato a ministro de relaciones exteriores, Rex Tillerson, exjefe de la empresa petrolera Exxon. Cuando el comité de selección del senado le preguntó sobre la situación del mar del sur de China, donde la potencia asiática ha construido islas artificiales, destinadas a controlar militarmente el paso por aguas territoriales, Tillerson respondió textualmente: “Vamos a tener que mandar a China una señal clara de que, primero, se acaba la construcción de islas, y, segundo, tampoco se va a permitir su acceso a estas” . ([ii])
Lo más probable es que Tillerson se tenga que tragar sus palabras y seguir, disciplinadamente, la política presidencial. Trump parece tener muy claro que las decisiones importantes las toma él; y sus ministros y ayudantes, se limitan a implementar dichas políticas. En numerosas oportunidades, Trump ha señalado que la política imperialista de los neoconservadores, así como la política cosmopolita de los neoliberales, ha sido un rotundo fracaso para los Estados Unidos. Ahí están los gigantescos errores cometidos por los neoconservadores, en Afganistán e Iraq (presidencia de Bush hijo), y los errores cometidos por los cosmopolitas en Libia y Siria (presidencia de Obama). Los Estados Unidos han malgastado trillones de dólares en estos conflictos, y también, perdido muchas vidas, pero no ha habido ganancia alguna para los Estados Unidos; todo lo contrario.
Trump es un seguidor de la política nacionalista que demanda concentración y solución a los problemas internos de los Estados Unidos. Esta política se resume en su famosa frase: “los Estados Unidos primero”. La destrucción de países, resultado de la política “cambio de régimen”; así como la construcción de democracias, en países diferentes a la cultura occidental (nation building); ya ha demostrado ser un rotundo fracaso. Se señala con fuerza que los Estados Unidos deben olvidarse de su rol de ser policía del mundo, y a cambio, concentrarse en sus enormes problemas internos. La política aislacionista es la única política sensata en las primeras décadas del siglo XXI.
Por todo esto, pareciera ser que Trump está de acuerdo con la política nacionalista, propuesta a principios de la década de los años 90 por Samuel P. Huntington en su famoso libro titulado: El Choque de Civilizaciones.([iii]) Trump parece estar plenamente consciente de que meterse en los problemas del mar del sur de China, es una ruta que va derecho a la tercera guerra mundial. La intervención de Estados Unidos, en el patio delantero de China, sería algo tan inaceptable, como el hecho de que China decida enviar su flota naval a patrullar las costas de California, Oregon, Washington, Canadá y Alaska. Es como si Trump hubiera leído con cuidado a Huntington, y conociera en detalle, el terrible escenario descrito en el último capítulo de su libro. En este crucial capítulo, Huntington describe en forma futurística (escenario), cómo, en los primeros años del siglo XXI, estalla la tercera guerra mundial. Detalla que la guerra se inicia, pues se descubre una inmensa riqueza petrolera en el mar del sur de China, particularmente en las costas de Vietnam. Vietnam contrata empresas petroleras estadounidenses, a fin de explotar esta enorme riqueza. China se opone a estos programas, y como Vietnam no retrocede, le declara la guerra. Estados Unidos manda su flota a defender a Vietnam; y China responde, destruyendo bases norteamericanas en Japón y países vecinos. De ahí para adelante, y poco a poco, todas las grandes potencias caen en la vorágine nuclear y naturalmente, todos estos países terminan destruidos. ([iv])
([i]) Ver: F. Duque, “El Poder Presidencial y el Futuro de Estados Unidos”, en www.elclarin.cl del 11 de enero, 2017.
([ii]) Paul Walder, “Abran Paso a la Demencia. Trump provoca Corto Circuito Latinoamericano”. Punto Final del 20 de enero, 2017, páginas 8-9.
([iv]) Huntington en su escenario señala que uno de los pocos lugares que se salvan del holocausto nuclear es la Patagonia, tanto chilena como argentina. La pérdida de la guerra por parte de los Estados Unidos, determina que la elite estadounidense WASP (blanco, anglosajón y protestante) es reemplazada por nuevos líderes estadounidenses de origen latino. El país lentamente se recupera cuando los latinoamericanos implementan un plan de ayuda (especie de Plan Marshall) para sus derrotados vecinos. Huntington Ob. Cit, pág. 375 – 379.
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt
24 de enero de 2017