Noviembre 16, 2024

Reflexiones en torno al discurso de posesión de Trump

Aún cuando no lo crean, el discurso de Trump fue para mí esperanzador… y lo que aquí me propongo consignar son los motivos que, paradójicamente, me alentaron para recibir con optimismo sus palabras. No se sorprendan ni se escandalicen. Léanme primero, por favor, para que no me malinterpreten sacando conclusiones precipitadas.

 

Trump no es un industrial, ni un banquero, ni un financista gestor de fondos de cobertura, que son los magnates que dominan la economía global en la hora de ahora y que operan, fundamentalmente, en organizaciones transnacionales que constituyen el pedestal, el sostén y la razón de ser del llamado stablishment, cuyo sistema político es la democracia representativa.  

 

Por el contrario, Trump es un negociante y no propiamente de commodities. Vende inmuebles, mercadea con casinos y campos de golf. La concentración de capitales y del poder político en manos de ese stablishment no lo beneficia, porque la concentración de capital que la economía globalizada genera le merma el número de sus potenciales compradores.  He ahí el enfrentamiento entre capitalistas que se está dando en Estados Unidos, con sus correspondientes secuelas en el mundo. No es una lucha de clases, pero sí una lucha de intereses económicos contrapuestos.

 

Como sabemos, Trump ha sido un comerciante exitoso. Es un brillante vendedor, y ya sabemos que quien ejerce esta profesión con éxito es porque tiene el olfato adecuado para “conectarse” con los intereses y deseos de sus consumidores, ofreciéndoles lo que ellos anhelan tener, así sea pintándoles “pajaritos de oro” y vanas ilusiones.  

 

Conectado como está con “el mercado” y la clientela ¿qué fue lo que le vendió a su audiencia en su discurso de posesión? Ni más ni menos que unas pinceladas de “democracia directa”, planteando abiertamente – y ciertamente sin tener consciencia de lo que hacía – el fin de la democracia representativa que los magnates de la industria, la banca y las finanzas defienden.

 

Textualmente dijo: “Cada cuatro años, nos reunimos en estos escalones para llevar a cabo la transferencia ordenada y pacífica del poder, y estamos agradecidos con el Presidente Obama y la Primera Dama Michelle Obama por su gentil ayuda a lo largo de la transición. Han sido magníficos”.

 

“Sin embargo, la ceremonia de hoy tiene un significado muy especial. Porque hoy no estamos simplemente transfiriendo el poder de una administración a otra, o de un partido a otro, sino que estamos transfiriendo el poder de Washington, D.C. y devolviéndoselo a ustedes, el pueblo estadounidense”.

 

“Durante demasiado tiempo, un pequeño grupo en la capital de nuestra nación ha cosechado los frutos del gobierno mientras el pueblo ha sufragado los costos”.

 

“Washington floreció – pero el pueblo no se benefició de esa riqueza”.

 

“Los políticos prosperaron – pero los empleos desaparecieron, y las fábricas cerraron”.

 

“El sistema se protegió a sí mismo, pero no protegió a los ciudadanos de nuestro país”.

 

Trump, con mentalidad de negociante – no de industrial ni de banquero, ni de financista, ni de vendedor de commodities – ha interpretado, así sea por razones antagónicas, el deseo que está germinando en la ciudadanía autodenominada “los indignados” que, poco a poco, viene  rechazando la legitimidad de sus “representantes” que desde el Congreso legislan a su individual saber y entender, sin conexión con la ciudadanía ni eco a la voluntad del pueblo y más bien en apoyo de los magnates de las transnacionales que son quienes financian sus costosas campañas electorales para contar con parlamentarios incondicionales a su servicio, cuya recompensa fundamental son “manos libres” para saquear las arcas del Estado.

 

Gracias a la tercera revolución industrial, fruto de la importancia que la tecnología y las comunicaciones han tenido en la transformación de la industria y de la cultura social, los ciudadanos están tomando consciencia de que tienen el derecho de ejercer directamente el poder sin delegar su manejo en  los mal llamados “representantes” del pueblo.

 

Ese anhelo de participación directa de la ciudadanía en los destinos de su país, que crece día a día, explica que los norteamericanos hayan colmado las calles de los Estados Unidos y de muchas ciudades del mundo y, en gesto que aún no ha sido reconocido, hubieran expresado en las marchas lo que Trump planteó inconscientemente en su discurso el día viernes 20 de enero de 2017: que paulatinamente se está forjando una nueva cultura que exige la transmisión directa del mando al pueblo.

 

El famoso diario Washington Post informó que 56 organizaciones financiadas por George Soros, el potentado financista gestor de fondos y fundamental financista de la campaña de Hillary Clinton, estuvieron a la vanguardia de la movilización de las marchas contra Trump. No importa, los caminos hacia el cambio están llenos de contradicciones. Es lógico que los magnates estén contra Trump y que, simultáneamente, la ciudadanía rechace su cultura cavernícola.

 

Trump requiere el fortalecimiento económico de esa misma ciudadanía porque – ya lo dijimos – la concentración del capital, propia de la economía globalizada, merma el poder adquisitivo de las grandes mayorías, fuente esencial de la riqueza de los comerciantes. Simultáneamente, mientras busca la ampliación de sus mercados, otras decisiones despóticas enfrentadas a los derechos humanos, como el rechazo a la comunidad lgbt, la persecución a los inmigrantes y musulmanes en general, la lucha contra el “obamacare” y los obstáculos interpuestos al aborto, entre otros, seguirán lanzando a los indignados a la calle, con la complacencia de quienes defienden el capitalismo salvaje globalizado, indiferentes al respeto de los derechos humanos.

 

Presiento que en este mar de intereses contrapuestos que cuentan con un mismo enemigo,  por los “ insondables caminos de Dios” le está llegando el momento a las metas visionarias de Gaitán. Los hechos, que son tozudos como decía Lenin, están abriéndole trocha a la meta política de Gaitán que era la instauración de una democracia directa y que avisoró cuando dijo: “Lo que queremos es la democracia directa, aquella donde el pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo ejerce control sobre los tres poderes de la democracia burguesa: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y que, además, garantice la equidad en el aspecto económico. Allí donde el pueblo es el pueblo, el pueblo ordena y ejerce un mandato directo sobre y en control de quienes han de representarlo. Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos y exige un profundo cambio constitucional para disponer de una Constitución acorde con la necesidad de un mandato popular directo sobre los destinos de la patria, que elimine los filtros que la democracia burguesa establece y defiende.”

 

Es el cambio indispensable de cultura y las nuevas relaciones económicas lo que le está abriendo las compuertas a este nuevo sistema. Mientras el fin de la monarquía y el surgimiento de la democracia representativa fue fruto de la revolución industrial, que enriqueció a los industriales y a los banqueros, cambiando su cultura y haciéndoles entender que el poder les correspondía a ellos y no al monarca, ahora los comerciantes, que ven que la concentración de capital merma el poder adquisitivo de las grandes mayorías, están abriéndole el camino, sin proponérselo, a la conformación de una democracia directa.  Y es lógico, porque la industria y la banca, que se tornó globalizada, está concentrando la riqueza en el 1% de la humanidad, dejando como secuela el empobrecimiento de las grandes mayorías, siendo así que pierden su capacidad adquisitiva en perjuicio de los comerciantes,  mientras que los industriales y los banqueros pueden suplir esa falencia encaminándose hacia la fabricación de armamento, fomentando la guerra u orientando la producción hacia la 4ª Revolución Industrial que está basada en la robotización, porque allí las ventas no requieren necesariamente de compradores masivos sino que pueden orientarse hacia los grandes adquisidores, que son los Estados o las organizaciones delincuenciales que compran armas y los grandes potentados que en sus fábricas buscarán sustituir la mano de obra por la robotización.

 

Tenemos ante nosotros un enfrentamiento de intereses contrapuestos dentro del mismo capitalismo que, así como Moisés separó el Mar Rojo y las aguas formaron murallas para que pasaran los israelitas, este enfrentamiento le abrirá paulatinamente el paso – ¡quién lo creyera! –  a la instauración de una democracia directa.

 

 

Bogotá, enero 23 (natalicio de Jorge Eliécer Gaitán) 2017.

 

 

     

 

 

   

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———- Mensaje reenviado ———-
De: “Victor Pey” <vpey@vtr.net>
Fecha: ene. 24, 2017 11:21
Asunto: REFLEXIONES EN TORNO AL DISCURSO DE POSESIÓN DE TRUMP.- Escrito por GFloria Gaitán
Para: <walderpaul@gmail.com>
Cc:

 

 

 

REFLEXIONES EN TORNO AL DISCURSO DE POSESIÓN DE TRUMP

Por Gloria Gaitán

 

 

Aún cuando no lo crean, el discurso de Trump fue para mí esperanzador… y lo que aquí me propongo consignar son los motivos que, paradójicamente, me alentaron para recibir con optimismo sus palabras. No se sorprendan ni se escandalicen. Léanme primero, por favor, para que no me malinterpreten sacando conclusiones precipitadas.

 

Trump no es un industrial, ni un banquero, ni un financista gestor de fondos de cobertura, que son los magnates que dominan la economía global en la hora de ahora y que operan, fundamentalmente, en organizaciones transnacionales que constituyen el pedestal, el sostén y la razón de ser del llamado stablishment, cuyo sistema político es la democracia representativa.  

 

Por el contrario, Trump es un negociante y no propiamente de commodities. Vende inmuebles, mercadea con casinos y campos de golf. La concentración de capitales y del poder político en manos de ese stablishment no lo beneficia, porque la concentración de capital que la economía globalizada genera le merma el número de sus potenciales compradores.  He ahí el enfrentamiento entre capitalistas que se está dando en Estados Unidos, con sus correspondientes secuelas en el mundo. No es una lucha de clases, pero sí una lucha de intereses económicos contrapuestos.

 

Como sabemos, Trump ha sido un comerciante exitoso. Es un brillante vendedor, y ya sabemos que quien ejerce esta profesión con éxito es porque tiene el olfato adecuado para “conectarse” con los intereses y deseos de sus consumidores, ofreciéndoles lo que ellos anhelan tener, así sea pintándoles “pajaritos de oro” y vanas ilusiones.  

 

Conectado como está con “el mercado” y la clientela ¿qué fue lo que le vendió a su audiencia en su discurso de posesión? Ni más ni menos que unas pinceladas de “democracia directa”, planteando abiertamente – y ciertamente sin tener consciencia de lo que hacía – el fin de la democracia representativa que los magnates de la industria, la banca y las finanzas defienden.

 

Textualmente dijo: “Cada cuatro años, nos reunimos en estos escalones para llevar a cabo la transferencia ordenada y pacífica del poder, y estamos agradecidos con el Presidente Obama y la Primera Dama Michelle Obama por su gentil ayuda a lo largo de la transición. Han sido magníficos”.

 

“Sin embargo, la ceremonia de hoy tiene un significado muy especial. Porque hoy no estamos simplemente transfiriendo el poder de una administración a otra, o de un partido a otro, sino que estamos transfiriendo el poder de Washington, D.C. y devolviéndoselo a ustedes, el pueblo estadounidense”.

 

“Durante demasiado tiempo, un pequeño grupo en la capital de nuestra nación ha cosechado los frutos del gobierno mientras el pueblo ha sufragado los costos”.

 

“Washington floreció – pero el pueblo no se benefició de esa riqueza”.

 

“Los políticos prosperaron – pero los empleos desaparecieron, y las fábricas cerraron”.

 

“El sistema se protegió a sí mismo, pero no protegió a los ciudadanos de nuestro país”.

 

Trump, con mentalidad de negociante – no de industrial ni de banquero, ni de financista, ni de vendedor de commodities – ha interpretado, así sea por razones antagónicas, el deseo que está germinando en la ciudadanía autodenominada “los indignados” que, poco a poco, viene  rechazando la legitimidad de sus “representantes” que desde el Congreso legislan a su individual saber y entender, sin conexión con la ciudadanía ni eco a la voluntad del pueblo y más bien en apoyo de los magnates de las transnacionales que son quienes financian sus costosas campañas electorales para contar con parlamentarios incondicionales a su servicio, cuya recompensa fundamental son “manos libres” para saquear las arcas del Estado.

 

Gracias a la tercera revolución industrial, fruto de la importancia que la tecnología y las comunicaciones han tenido en la transformación de la industria y de la cultura social, los ciudadanos están tomando consciencia de que tienen el derecho de ejercer directamente el poder sin delegar su manejo en  los mal llamados “representantes” del pueblo.

 

Ese anhelo de participación directa de la ciudadanía en los destinos de su país, que crece día a día, explica que los norteamericanos hayan colmado las calles de los Estados Unidos y de muchas ciudades del mundo y, en gesto que aún no ha sido reconocido, hubieran expresado en las marchas lo que Trump planteó inconscientemente en su discurso el día viernes 20 de enero de 2017: que paulatinamente se está forjando una nueva cultura que exige la transmisión directa del mando al pueblo.

 

El famoso diario Washington Post informó que 56 organizaciones financiadas por George Soros, el potentado financista gestor de fondos y fundamental financista de la campaña de Hillary Clinton, estuvieron a la vanguardia de la movilización de las marchas contra Trump. No importa, los caminos hacia el cambio están llenos de contradicciones. Es lógico que los magnates estén contra Trump y que, simultáneamente, la ciudadanía rechace su cultura cavernícola.

 

Trump requiere el fortalecimiento económico de esa misma ciudadanía porque – ya lo dijimos – la concentración del capital, propia de la economía globalizada, merma el poder adquisitivo de las grandes mayorías, fuente esencial de la riqueza de los comerciantes. Simultáneamente, mientras busca la ampliación de sus mercados, otras decisiones despóticas enfrentadas a los derechos humanos, como el rechazo a la comunidad lgbt, la persecución a los inmigrantes y musulmanes en general, la lucha contra el “obamacare” y los obstáculos interpuestos al aborto, entre otros, seguirán lanzando a los indignados a la calle, con la complacencia de quienes defienden el capitalismo salvaje globalizado, indiferentes al respeto de los derechos humanos.

 

Presiento que en este mar de intereses contrapuestos que cuentan con un mismo enemigo,  por los “ insondables caminos de Dios” le está llegando el momento a las metas visionarias de Gaitán. Los hechos, que son tozudos como decía Lenin, están abriéndole trocha a la meta política de Gaitán que era la instauración de una democracia directa y que avisoró cuando dijo: “Lo que queremos es la democracia directa, aquella donde el pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo ejerce control sobre los tres poderes de la democracia burguesa: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y que, además, garantice la equidad en el aspecto económico. Allí donde el pueblo es el pueblo, el pueblo ordena y ejerce un mandato directo sobre y en control de quienes han de representarlo. Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos y exige un profundo cambio constitucional para disponer de una Constitución acorde con la necesidad de un mandato popular directo sobre los destinos de la patria, que elimine los filtros que la democracia burguesa establece y defiende.”

 

Es el cambio indispensable de cultura y las nuevas relaciones económicas lo que le está abriendo las compuertas a este nuevo sistema. Mientras el fin de la monarquía y el surgimiento de la democracia representativa fue fruto de la revolución industrial, que enriqueció a los industriales y a los banqueros, cambiando su cultura y haciéndoles entender que el poder les correspondía a ellos y no al monarca, ahora los comerciantes, que ven que la concentración de capital merma el poder adquisitivo de las grandes mayorías, están abriéndole el camino, sin proponérselo, a la conformación de una democracia directa.  Y es lógico, porque la industria y la banca, que se tornó globalizada, está concentrando la riqueza en el 1% de la humanidad, dejando como secuela el empobrecimiento de las grandes mayorías, siendo así que pierden su capacidad adquisitiva en perjuicio de los comerciantes,  mientras que los industriales y los banqueros pueden suplir esa falencia encaminándose hacia la fabricación de armamento, fomentando la guerra u orientando la producción hacia la 4ª Revolución Industrial que está basada en la robotización, porque allí las ventas no requieren necesariamente de compradores masivos sino que pueden orientarse hacia los grandes adquisidores, que son los Estados o las organizaciones delincuenciales que compran armas y los grandes potentados que en sus fábricas buscarán sustituir la mano de obra por la robotización.

 

Tenemos ante nosotros un enfrentamiento de intereses contrapuestos dentro del mismo capitalismo que, así como Moisés separó el Mar Rojo y las aguas formaron murallas para que pasaran los israelitas, este enfrentamiento le abrirá paulatinamente el paso – ¡quién lo creyera! –  a la instauración de una democracia directa.

 

 

Bogotá, enero 23 (natalicio de Jorge Eliécer Gaitán) 2017.

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