Septiembre 21, 2024

“A lo menos durante el gobierno militar mataban a gente grande” (Palabras del diputado de RN René Manuel García)

Evidentemente, no todos los llamados defensores de la vida, entre ellos también los fanáticos religiosos, llegan a tal grado de estulticia como algunos personajes que llevan el pandero en defensa de la vida de los fetos no natos.

 

 

En el fondo, si revisamos los discursos de algunos diputados conservadores, acompañados por algunos democratacristianos, podemos comprobar que más que una sincera defensa de la vida del que está por nacer está el terror de que de aprobarse el proyecto de despenalizar el aborto por tres causales – el peligro de la vida de la madre, inviabilidad del feto y violación – está latente en su cerebro el que, posteriormente, se sume el proyecto de aborto libre, tal como en España, Francia y Inglaterra y los demás países civilizados. Quien mejor expresaba este temor  y lo sostiene ahora que ha vuelto a la política, es el RN Carlos Larraín, quien estaba convencido, por ejemplo, que si se aprobaba el Acuerdo de Vida en Común, “se pasaría rápidamente a la zoofilia, es decir, que los dueños de los animales terminarían violando “a sus perritos”.

La mentalidad conservadora no puede soportar ningún cambio, en cambio les gustaría que la historia fuera estática. Fueron necesarios varios períodos parlamentarios para aprobar la ley del divorcio, cuya gran impulsora fue la diputada Inés Enríquez, del Partido Radical,  hacia la mitad del siglo XX. En ese tiempo, la Iglesia católica y sus cardenales daban orden de partido a los diputados católicos  para que se abstuvieran de cualquier intento de aprobación en favor del divorcio, que destruía, según los jerarcas de la iglesia, un sacramento. A pesar de la separación entre Iglesia y Estado, ocurrida en 1925, para el cardenal Crescente Errázuriz la Iglesia nunca había abandonado el Estado.

Es posible que muchos de estos defensores actuales de la vida – como si los demás fueran defensores de la muerte – auténticamente defiendan su causa, pero la mayoría son hipócritas consuetudinarios quienes, por ejemplo, defienden la pena de muerte, es decir, facultan al Estado  para que asesine a una o varias personas – no se conmovieron cuando el dictador  Francisco Franco, instalado en el poder gracias a la iglesia católica española, aplicó sin miramientos la pena del garrote vil, y el cura siempre fue el acompañante del verdugo -. Hubo una ministra en Chile, durante el gobierno de Pinochet, que defendía la pena de muerte aduciendo que el condenado imitaba el camino de Cristo. El ideólogo de la UDI, Jaime Guzmán Errázuriz, sostenía que ll aplicación de la pena capital era una oportunidad para que el condenado a muerte llegara al cielo, es decir, la misma idea de la inquisición: quemar el cuerpo para salvar el alma. Según Bacon, la tortura, por ejemplo, era una instancia de salvación.

Ala frase del diputado García expresa, a cabalidad, la mentalidad conservadora: el no nato no puede ser comunista y, como un angelito, está libre de pecado, pero matar a los comunistas y demás opositores – como lo hizo Augusto Pinochet – es una buena acción, pues se elimina a seres corrompidos por una ideología intrínsecamente perversa y que, además tenían pocas posibilidades de reeducación.

En Chile existe el aborto desde hace mucho tiempo. En el caso de las niñas hijas de ricos, como lo denunciara la ex ministra de Salud, Helia Molina, van a buenas clínicas privadas, donde el aborto se esconde bajo cualquier operación de apendicitis y, en otros casos, sirven de excuso para un buen veraneo en Londres, París y New York. Las mujeres pobres acuden a matronas clandestinas, sin las condiciones médicas mínimas, por consiguiente, muchas de estas jóvenes mueren- ¡Pero qué importa, si son sólo chinas! Salvo que militaran en el Opus Dei y lograron santificarse, como lo afirma  “San Pirulín” al servicio de sus patrones.

No todos los católicos son fariseos y conservadores y retrógrados: afortunadamente, hay curas valientes y que viven con los pobres y se preocupan de que aquellos los niños nacidos no tengan la desgracia de caer en el SENAME regentado, en su mayoría, por beatas democratacristianas, que los condenan a una vida miserable por el solo hecho de ser abandonados a suerte y, además, maltratados por el Estado.

¿Por qué muchos de estos “sepulcros blanqueados”, que dicen ser defensores de la vida de los no natos, no se inscriben para convertirse en padres adoptivos de estos niños? ¡Pobre infante si le corresponde al diputado René García! Tal vez, con suerte si Carlitos Larraín se hace de unos diez chiquillos del SENAME, capaz que los proteja e impida que vayan a la cárcel si atropellan a un ciudadano, que va a su trabajo.

Uno de los discursos más emotivos fue la del diputado Jorge Teillier quien relató, con lágrimas en los ojos, las torturas sufridas por las madres en los campos de concentración, durante la dictadura de Augusto Pinochet.

El proyecto que incluye las tres causales de despenalización del aborto con apenas las mínimas que se pueden dar en un país. Quién puede negar el derecho a interrumpir libremente el embarazo en el caso de peligro para la vida de la madre, la inviabilidad del feto o de la violación a una niña, incluso por su propio padre, “mi papá es mi frazada”. En el caso de una diputada que se expresó en caso de la violación que la catalogó en “blanda o dura”, dando a entender que algunas mujeres se la buscan mostrando sus encantos.

Los falangistas, el menos, tenían el valor de luchar contra curas ultra reaccionarios, entre ellos monseñor Augusto  Salinas, que declaró a este partido enemigo de Cristo por criticar al tirano Franco. Posteriormente, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, se legisló sobre los métodos contraceptivos – espiral, pastillas… – y dejó marcando ocupado a los curas reaccionarios, entre ellos a su pariente, el obispo de Valparaíso, que excomulgaba a las niñas que vistieran bikini.

En Chile, la democracia es un chiste, pues el Tribunal Constitucional es la única institución que gobierna y legisla en este país, pues la división de poderes del Estado nunca ha existido,  así los pesos y contrapesos son tan irreales como la isla de utopía.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

17/01/2017

 

                    

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