Noviembre 16, 2024

La era Obama: más pena que gloria

Sobre el gobierno del  presidente Barak Obama que termina, se han publicado algunos balances en este y otros medios digitales, especialmente después del discurso de despedida del mandatario norteamericano. La mayoría de los análisis coinciden en que su administración no cumplió con las expectativas que la mayoría de los ciudadanos y, en general de la opinión pública mundial, había depositado en el primer afroamericano que llegaba a la presidencia de los Estados Unidos de América. 

 

 

Por mi parte, no me hice muchas ilusiones sobre el desempeño que tendría el nuevo ocupante de la Casa Blanca. Es así, que el 13 de mayo de 2011, es decir, apenas dos años de haber asumido la Presidencia, se publicó en este medio digital, una columna de mi autoría con el título “Presidente Obama: ¿cuál es su sueño?, nota que por su  actualidad, me permito reproducirla en esta fecha.

 PRESIDENTE OBAMA ¿CUÁL ES SU SUEÑO?       

Hugo Murialdo

 

“Yo tengo un sueño, que esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”… “Yo tengo un sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter”.

 

¡Yo tengo un sueño hoy! Yo tengo un sueño que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con su gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y pequeñas niñas blancas como hermanos y hermanas”.

 

“Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, donde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo spiritual  negro: ¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!”*

 

¿Le dicen algo estas palabras Presidente Obama? ¿Ha pensado en algún momento cuántas personas de raza negra dieron su vida para que usted  pudiera llegar a ocupar el lugar privilegiado en que se encuentra?

 

Martin Luther King no pudo ver coronado ese sueño; murió abatido por una bala en su garganta, apenas 5 años después de su famoso discurso “Yo tengo un sueño”, pronunciado en las escalinatas del monumento a Lincoln el 28 de agosto de 1963, durante la marcha en Washington por el trabajo y la libertad.

 

La batalla de Luther King por los derechos civiles de sus hermanos afroamericanos se inició mucho antes y prosiguió después, hasta el día de su muerte, enfrentando problema tras problema, en la calle, en las plazas, en los distritos, en las ciudades, en fin, no claudicó en buscar tribuna para hacer oír su voz. Una voz ajena a la violencia, poniendo siempre por delante sus principios y sus ideas de libertad para sus hermanos negros, pero jamás pensó que esa libertad se debía lograr conculcando la de los demás, independientemente de sus razas o creencias religiosas.

 

Junto a él marchó también otro destacado luchador por los derechos civiles de los norteamericanos de raza negra, el reverendo Jesse Jackson. Fundó varias instituciones para la defensa de los derechos civiles. En 1979 visitó Sudáfrica donde habló en contra del apartheid. Viajó también a Oriente Medio e intervino en una campaña para dar a los palestinos su propio Estado. En 1980 llegó a ser la voz nacional, líder defensor de los afroamericanos.

 

Jesse Jackson fue candidato a las primarias presidenciales del Partido Demócrata en 1984 y 1988, pero los Estados Unidos de Norteamérica, en esos momentos “no estaban preparados para tener un presidente de raza negra”. En todo caso, Jackson pudo ver coronado el sueño de Martin Luther King, si no en lo personal, la noche de su triunfo, presidente Obama, esa noche en que mientras usted celebraba sobre el escenario, la cámara enfocaba las lágrimas de emoción que derramaba el reverendo Jesse Jackson.

 

Sin embargo, usted presidente, fuera de dar algunas asesorías a instituciones comunitarias,  se dedicó a su trabajo profesional, prestando servicios en distinguidos estudios de abogados, tanto en Nueva York como en Chicago. Luego a la política: senador y presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

 

¿Alcanza a percibir señor presidente Obama, la diferencia en el actuar y en sus discursos con la de estos y tantos otros luchadores por los derechos civiles en su país?  Sus palabras, muy a menudo, por no decir la mayoría de las veces, están cargadas de  amenazas, de violencia, de odio contra las naciones y personas que no se someten a los dictados de su país. Luego del asesinato de Osama Bin Laden, usted dijo que “no hay nada que no podamos hacer si nos decidimos a lograrlo”. ¿Hacía falta decirlo? En Chile lo sabemos en carne propia, ¿o no sabe que su país propició y financió un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973?   ¿Y en Honduras, y en Panamá, y en Nicaragua y en Venezuela y en Ecuador. Y las guerras de Corea, y de Vietnam, y de Irak, y  de Afganistán y la intervención en Libia, asesinando al hijo y nietos del gobernante, etc., etc., etc. Y las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki? ¿Qué podemos esperar de una sociedad tan violenta que asesina a sus propios presidentes?

 

Usted estudió la carrera de Ciencia Política con especialización en Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia, Nueva York. Personalmente, no sabía que esa era la concepción de las relaciones internacionales que enseñaban en tan prestigiosa universidad. Pensaba que esos “estudios” eran propios de la Escuela de las Américas.

 

Entonces, señor presidente Barak Obama, ¿cuál es su sueño, destruir a la humanidad entera, con el planeta incluido? Así como va, seguramente será el único que podrá ver hecho realidad su sueño, pensando que su país será el único que se salvará de la catástrofe.

 

Pero le recuerdo las palabras pronunciadas en un discurso en la UNESCO a principio de los ochenta, por el gran intelectual, académico y diplomático mexicano, Víctor Flores Olea (cito de memoria): “En una nueva conflagración mundial los vivos envidiarán a los muertos”.

 

*Fragmentos del famoso discurso “Tengo un sueño”, de Martin Luther King

 

 

 

 

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