El centro político, al igual que las capas medias, es muy difícil de definirlos: en 1970, Norbert Lechner, en su libro La democracia en Chile, usó las categorías planteadas por Max Weber, de partido ideológico y partido de patronazgo, para diferenciar a la Democracia Cristiana del Partido Radical. Según este autor, los radicales serían un partido de patronazgo, es decir, orientado en primer lugar a la conquista del poder y, en segundo lugar, a la instalación de sus militantes en cargos de la administración pública. El radicalismo, según mi parecer, se identificaba con “el pituto o muerte”, hacia los años 50. La Democracia Cristiana, por oposición, era un partido ideológico en que el mesianismo predominaba sobre las soluciones pragmáticas; el énfasis se centraba en la proposición de un nuevo sistema político y el cambio de las normas que rigen la sociedad sobre las gratificaciones inmediatas. (Lechner, 1970:73).
Esta distinción entre radicales y democratacristianos en la actualidad carece de todo sentido, pues ambos se han convertido en partidos de patronazgo, y el centro político no es más que un recuerdo de la época en que existían los partidos ideológicos y de masas, hoy, todos ellos agonizantes: la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana se han convertido en fantasmas políticos, rechazados por sus respectivos electores. En Italia, la corrupción durante el gobierno de Bettino Craxi hundió a socialistas y a democratacristianos; en Austria, la Socialdemocracia desapareció, instalándose ahora los ecologistas y fascistas; en Francia, el Movimiento Republicano Popular (MRP), murió hace varias décadas y, como se prevé, los socialistas serán vencidos en las urnas, en mayo de 2017, y la disputa se librará entre neoliberales de Francois Fillon y el fascista Partido Frente Nacional, liderado por Marine Le Pen; en Estados Unidos, Donald Trump juega al gato y al ratón con los Partidos Republicano y Demócrata; en México, el PRI y el PAN son odiados por la ciudadanía; en Perú, el APRA está a punto de ahogarse debido a la corrupción de sus dirigentes; en Colombia, los Partidos históricos – liberal y Conservador, prácticamente han desaparecido; en Chile, el conjunto de partidos políticos cuenta apenas con el 3% de apoyo ciudadano – es muy posible que el Partido por la Democracia no logre, con reinscripción obligatoria, constituirse en un partido político -; en Venezuela, COPEI y ADECO, murieron en manos del chavismo – ahora pretenden recuperarse en base a la mayoría parlamentaria -; Argentina se estaba salvando de la debacle gracias al peronismo – es un arca de Noé -.
Los partidos políticos de masas, es decir los antiguos sistemas de partidos, que respondían a ideologías y proyectos de sociedad, simplemente, han muerto o están agónico: los estudios sobre sistemas de partidos políticos de Giovanni Sartori y de Maurice Duverger pertenecen más a la historiografía que a la ciencia política, pues se orientan al pasado y no dan cuenta de la actualidad, caracterizada por el rechazo a los partidos políticos y a las instituciones surgidas de la posguerra, por el resurgimiento del populismo – muchos confunden con lo popular -, por el recrudecimiento del chauvinismo, el sentimiento anti-inmigrante y el nacionalismo radicalizado, que se expresa, por el anti-europeísmo y el aislacionismo de Donald Trump.
Ante el derrumbe de los partidos de masas surgen otras categorías para tratar de entender a partidos que sólo tienen dirigentes con intereses personales e individualistas, pero sin militantes: Otto Kircheimer analizó un tipo de partido político, que lo define como “partido escoba o esponja”, caracterizado por la apertura a todos los grupos sociales, sin importar compromiso o pertenencia, prácticamente, un partido instrumental – en sus inicios lo era el PPD -, es decir, como un turista, se le puede visitar o dejarlo cuando estime conveniente. A este tipo de partido esponja corresponde a la realidad de las organizaciones políticas chilenas.
Los partidos actuales chilenos, (Pienso también a nivel latinoamericano y mundial), están abiertos a los grupos de interés, por ejemplo, los socialistas y PPD a los lobistas Correa y Tironi; los UDI, al Banco Penta y, todo el conglomerado de partidos políticos supeditados a las grandes empresas, SQM, Banco de Chile, Corpesca, y otros. Que en los partidos esponja la mezcla entre la política y los negocios se fundan en una unidad, no nos debe extrañar: la conquista del liderazgo significa convertirse en un magnate o bien, en servidor de los mismos, así, la política es la vía más expedita para enriquecerse en el más corto tiempo posible.
Un político pobre, para la mentalidad neoliberal, considérese que es un fracasado. Esta pasión de nuestras castas políticas por los negocios no es nueva en Chile: el gran líder conservador, Abdón Cifuentes, fue rechazado como candidato a senador por carecer de dinero, y fue reemplazado por uno de los millonarios Matte Pérez, quien contaba con una suculenta caja electoral.
En el partido esponja o escoba, que barre hacia adentro, los militantes no importan para nada, pues su único papel se reduce a participar en los procesos electorales. Los medios de comunicación se impresionaron por la asistencia transversal a la proclamación del candidato radical, Alejandro Guillier, en el Parque O´Higgins. Si los periodistas profundizaran en la ciencia política y estudiaran el sentido de un partido escoba y el de un “partido profesional electoral”, analizado por el italiano Angelo Penebianco, no debieran extrañarse del éxito de cualquier candidato que logre convocar la transversalidad de las opiniones políticas, dejando de lado cualquier tipo de pronunciamiento categórico ideológico y, mientras el programa político sea más vago y fluido, más será el atractivo para la ciudadanía.
En esta crisis de la política es difícil descubrir la línea que separa el abstencionismo, producto del analfabetismo político, de la apatía y de aquel ciudadano que rechaza el sistema. Hay un amplio campo abierto para la aventura, el oportunismo, el reality show y, lo que muchos, tontamente, llaman populismo, confundiéndolo con lo popular, que consiste en la cercanía del líder y los ciudadanos, quienes buscan en la mayoría de los casos, la superación de las limitantes de la democracia electoral para favorecer forma de participación en que el ciudadano sea el sujeto principal de la democracia.
En los años 38 y hasta 1973, los Partidos Radical y Democracia Cristiana se disputaron el centro político: la Falange Nacional, predecesora de la Democracia Cristiana, fue opositora al gobierno de Pedro Aguirre Cerda, que estaba integrado por el Frente Popular – radicales, comunistas y socialistas -; posteriormente, la Falange apoyó a Juan Antonio Ríos, candidato del Frente Nacional, contra el general Carlos Ibáñez del campo, apoyado por la derecha política; en 1946, la Falange se inclinó por Eduardo Cruz-Coke frente al radical Gabriel González Videla; en 1952, se hizo partícipe de la candidatura del radical Pedro Enrique Alfonso.
La Falange tuvo ministros y subsecretarios en los gobiernos de Juan Antonio Ríos, entre ellos Eduardo Frei Montalda, en Obras Públicas, y en el gobierno de González Videla a Ignacio Palma, en el ministerio de Tierras y Colonización – actual Bienes Nacionales -, y a Bernardo Leighton, en Educación.
Desde 1957, año de la fundación de la Democracia Cristiana, la DC y los radicales se disputaban el centro político: en 1958, Frei participó en la candidatura a la presidencia de la república contra Luis Bossay, del Partido Radical, con 20% y 15%, respectivamente. De haberse presentado unido estos dos candidatos hubieron ganado las elecciones, pues Alessandri sólo obtuvo un 31,2%. De ahí en adelante, la Democracia Cristiana desplazó a los radicales surgiendo la división entre un centro ideológico mesiánico y uno pragmático de patronazgo. En 1965, fue imposible la incorporación de los radicales al gobierno de Frei Montalva, pues la DC escogió el camino propio y el aislamiento con respecto a los demás partidos.
Ahora, con la proclamación Carolina Goic como presidente de la Democracia Cristiana, y su eventual candidatura presidencial, abandonando la tesis del comino propio, propuesto por Aylwin, se vuelve a plantear la idea de un acercamiento de radicales y democratacristianos bajo un candidato esponja.
Lo cierto es que con el desencantamiento de la política a nivel mundial, el tipo moderno de candidato esponja es más atractivo en los sistemas electorales en que el 60% de los electores se abstienen sea por analfabetismo o por desprecio a la clase política, que se ha convertido en una casta repudiada por la ciudadanía. Asistimos a una época que no tiene nada de revolucionaria, y sí mucho de anómica y apática. Como diría Max Weber, “quien busque la salvación en la política, está condenado al infierno”.
Radicales Y Demócratas Cristianos
Presidenciales
1938 Algunos Falangistas votaron por Pedro Aguirre Cerda Y otros por Gustavo Ross
1942 Todos los Falangistas votaron por Juan Antonio Ríos
1946 En el congreso de los peluqueros el sector de Tomic apoyo a Eduardo Cruz-Coke conservador social Cristiano otros Frei Gumucio y Leighton estuvieron con González Videla se acordó apoyar a Cruz Coke
González Videla 192,207
Cruz –Coke 142,141
1952
Primaria Eduardo Frei vs Pedro Enrique Alfonso
Pedro Enrique Alfonso tercero 190.360
1958
Radicales Luís Bossay 15,4 %
D C Eduardo Frei 20,5 %
Sumados 36 %
1964
Parte de los Radicales por el faf Freistas a la fuerza
Parte por el Radical Julio Durán (cuajarones de sangre)
1970
Radicales por Alessandri
Por Allende
Votos Radicales y Falange
|
Radicales |
Falange |
1941 |
21,7 |
3,4 |
1945 |
20.0 |
2,6 |
1949 |
21,7 |
3,9 |
1953 |
13,3 |
2,9 |
1957 |
21,5 |
9,4 |
Radicales y Demócratas Cristianos
|
Radicales |
Demócratas Cristianos |
1960 |
20,0 |
13,9 |
1961 |
21,5 |
15,4 |
1963 |
22,4 |
22.0 |
1965 |
20,8 |
43.3 |
1967 |
13,3 |
35,6 |
1969 |
16,1 |
29,8 |
1971 |
8,1 |
25,7 |
|
Radical |
Demócrata Cristiano |
1992 |
4,91 |
27,12 |
1993 |
2,98 |
|
1997 |
3,13 |
22,98 |
2001 |
4,05 |
18.92 |
2009 |
3,80 |
14,24 |
2016 |
3,10 |
11.80 |
Centro
1961 |
40 % |
1965 |
60 % |
1969 |
44 % |
Izquierda
1961 |
25 % |
1965 |
25 % |
1969 |
27 % |
Derecha
1961 |
30 % |
1965 |
12 % |
1969 |
20 % |
Bibliografía
Max Weber
Sociología de las religiones
Pléyade Buenos Aires 1978
Urzúa German
Historia política Electoral de Chile 1931-1973
Universitaria 1986
Urzúa German
Historia política de Chile y su evolución electoral
Jurídica 1992
Sartori Giovanni
Elementos de teoría política
Como hacer Ciencia política
La democracia en 30 lecciones
Lechner Norberto
La Democracia en Chile
Capitalismo, democracia y reformas
Linz Juan La quiebra de las democracias
Rafael Gumucio Rivas
Claudio Vásquez
El desafío de la soberanía popular
Cesoc 1988
Rafael Gumucio Rivas
Corrupción y poder
Polis n 4 2005
Chile entre dos centenarios
Utopías Libertarias en Chile
Polis N6 2003
Duverger , Maurice
Sociología política
Los partidos políticos
Las Democracias Cristianas
Bobbio Norberto
La democracia Socialista
Macpherson C .B Pluralismo, Individualismo y participación
Marco Enríquez Ominami Y Rafael Luís Gumucio Rivas
El problema no es la economía, es el poder 2013
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
11 1 2017