Noviembre 15, 2024

Democratacristianos y Radicales: de partidos de masas a partidos esponja (Atrápalo todo)

El centro político, al igual que las capas medias, es muy difícil de definirlos: en 1970, Norbert Lechner, en su libro La democracia en Chile, usó las categorías planteadas por Max Weber, de partido ideológico y partido de patronazgo, para diferenciar a la Democracia Cristiana del Partido Radical. Según este autor, los radicales serían un partido de patronazgo, es decir, orientado en primer lugar a la conquista del poder y, en segundo lugar, a la instalación de sus militantes en cargos de la administración pública. El radicalismo, según mi parecer,  se identificaba con “el pituto o muerte”, hacia los años 50. La Democracia Cristiana, por oposición, era un partido ideológico en que el mesianismo predominaba sobre las soluciones pragmáticas; el énfasis se centraba en la proposición de un nuevo sistema político y el cambio de las normas que rigen la sociedad sobre las gratificaciones inmediatas. (Lechner, 1970:73).

 

 

Esta distinción entre radicales y democratacristianos en la actualidad carece de todo sentido, pues ambos se han convertido en partidos de patronazgo, y el centro político no es más que un recuerdo de la época en que existían los partidos ideológicos y de masas, hoy, todos ellos agonizantes: la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana se han convertido en fantasmas políticos, rechazados por sus respectivos electores. En Italia, la corrupción durante el gobierno de Bettino Craxi hundió a socialistas y a democratacristianos; en Austria, la Socialdemocracia desapareció, instalándose ahora los ecologistas y fascistas; en Francia, el Movimiento Republicano Popular (MRP), murió hace varias décadas y, como se prevé, los socialistas serán vencidos en las urnas, en mayo de 2017, y la disputa se librará entre neoliberales de Francois Fillon y el fascista Partido Frente Nacional, liderado por  Marine Le Pen; en Estados Unidos, Donald Trump juega al gato y al ratón con los Partidos Republicano y Demócrata; en México, el PRI y el PAN son odiados por la ciudadanía; en Perú, el APRA está a punto de ahogarse debido a la corrupción de sus dirigentes; en Colombia, los Partidos históricos – liberal y Conservador, prácticamente han desaparecido; en Chile,  el conjunto de partidos políticos cuenta apenas con el 3% de apoyo ciudadano – es muy posible que el Partido por la Democracia no logre, con reinscripción obligatoria, constituirse en un partido político -; en Venezuela, COPEI y ADECO, murieron en manos del chavismo – ahora pretenden recuperarse en base a la mayoría parlamentaria -; Argentina se estaba salvando de la debacle gracias al peronismo – es un arca de Noé -.

Los partidos políticos de masas, es decir los antiguos sistemas de partidos, que respondían a ideologías y proyectos de sociedad, simplemente, han muerto o están agónico: los estudios sobre sistemas de partidos políticos  de Giovanni Sartori y de Maurice Duverger pertenecen más a la historiografía que a la ciencia política, pues se orientan al pasado y no dan cuenta de la actualidad, caracterizada por el rechazo a los partidos políticos y a las instituciones surgidas de la posguerra, por el resurgimiento del populismo –  muchos confunden con lo popular -, por el recrudecimiento del chauvinismo, el sentimiento anti-inmigrante y el nacionalismo radicalizado, que se expresa, por el anti-europeísmo y el aislacionismo de Donald Trump.

Ante el derrumbe de los partidos de masas surgen otras categorías para tratar de entender a partidos que sólo tienen dirigentes con intereses personales e individualistas, pero sin militantes: Otto Kircheimer analizó un tipo de partido político, que lo define como “partido escoba o esponja”, caracterizado por la apertura a todos los grupos sociales, sin importar compromiso o pertenencia, prácticamente, un partido instrumental – en sus inicios lo era el PPD -, es decir, como un turista, se le puede visitar o dejarlo cuando estime conveniente. A este tipo de partido esponja corresponde a la realidad de las organizaciones políticas chilenas.

Los partidos actuales chilenos, (Pienso también a nivel latinoamericano y mundial), están abiertos a los grupos de interés, por ejemplo, los socialistas y PPD a los lobistas Correa y Tironi; los UDI, al Banco Penta y, todo el conglomerado de partidos políticos supeditados a las grandes empresas, SQM, Banco de Chile, Corpesca, y otros. Que en los  partidos esponja la mezcla entre la política y los negocios se fundan en una unidad, no nos debe extrañar: la conquista del liderazgo significa convertirse en un magnate o bien, en servidor de los mismos, así, la política es la vía más expedita para enriquecerse en el más corto tiempo posible.

Un político pobre, para la mentalidad neoliberal, considérese que es un fracasado. Esta pasión de nuestras castas políticas por los negocios no es nueva en Chile: el gran líder conservador, Abdón Cifuentes, fue rechazado como candidato a senador por carecer de dinero, y fue reemplazado por uno de los millonarios Matte Pérez, quien contaba con una suculenta caja electoral.

En el partido esponja o escoba, que barre hacia adentro, los militantes no importan para nada, pues su único papel se reduce a participar en los procesos electorales. Los medios de comunicación se impresionaron por la asistencia transversal a la proclamación del candidato radical, Alejandro Guillier, en el Parque O´Higgins. Si los periodistas profundizaran en la ciencia política y estudiaran el sentido de un partido escoba y el de un “partido profesional electoral”, analizado   por el italiano Angelo Penebianco, no debieran extrañarse del éxito de cualquier candidato que logre convocar la transversalidad de las opiniones políticas, dejando de lado cualquier tipo de pronunciamiento categórico ideológico y, mientras el programa político sea más vago y fluido, más será el atractivo para la ciudadanía.

En esta crisis de la política es difícil descubrir la línea que separa el abstencionismo, producto del analfabetismo político, de la apatía y de aquel ciudadano que rechaza el  sistema. Hay un amplio campo abierto para la aventura, el oportunismo, el reality show y, lo que muchos, tontamente, llaman populismo, confundiéndolo con lo popular, que consiste en la cercanía del líder y los ciudadanos, quienes buscan en la mayoría de los casos, la superación de las limitantes de la democracia electoral para favorecer forma de participación en que el ciudadano sea el sujeto principal de la democracia.

En los años 38 y hasta 1973, los Partidos Radical y Democracia Cristiana se disputaron el centro político: la Falange Nacional, predecesora de la Democracia Cristiana, fue opositora al gobierno de Pedro Aguirre Cerda, que estaba integrado por el Frente Popular – radicales, comunistas y socialistas -; posteriormente, la Falange apoyó a Juan Antonio Ríos, candidato del Frente Nacional, contra el general Carlos Ibáñez del campo, apoyado por la derecha política; en 1946, la Falange se inclinó por Eduardo Cruz-Coke frente al radical Gabriel González Videla; en 1952, se hizo partícipe de la candidatura del radical Pedro  Enrique Alfonso.

La Falange tuvo ministros y subsecretarios en los gobiernos de Juan Antonio Ríos,  entre ellos Eduardo Frei Montalda, en Obras Públicas, y en el gobierno de González Videla a Ignacio Palma, en el ministerio de Tierras y Colonización – actual Bienes Nacionales -, y a Bernardo Leighton, en Educación.

Desde 1957, año de la fundación de la Democracia Cristiana, la DC y los radicales se disputaban el centro político: en 1958, Frei participó en la candidatura a la presidencia de la república contra Luis Bossay, del Partido Radical, con 20% y 15%,  respectivamente. De haberse presentado unido estos dos candidatos hubieron ganado las elecciones, pues Alessandri sólo obtuvo un 31,2%. De ahí en adelante, la Democracia Cristiana desplazó a los radicales surgiendo la división entre un centro ideológico mesiánico y uno pragmático de patronazgo. En 1965, fue imposible la incorporación de los radicales al gobierno de Frei Montalva, pues la DC  escogió el camino propio y el aislamiento con respecto a los demás partidos.

Ahora, con la proclamación Carolina Goic como presidente de la Democracia Cristiana, y su eventual candidatura presidencial, abandonando la tesis del comino propio, propuesto por Aylwin, se vuelve a plantear la idea de un acercamiento de radicales y democratacristianos bajo un candidato esponja.

Lo cierto es que con el desencantamiento de la política a nivel mundial, el tipo moderno de candidato esponja es más atractivo en los sistemas electorales en que el 60% de los electores se abstienen sea por analfabetismo o por desprecio a la clase política, que se ha convertido en una casta repudiada por la ciudadanía. Asistimos a una época que no tiene nada de revolucionaria, y sí mucho de anómica y apática. Como diría Max Weber, “quien busque la salvación en la política, está condenado al infierno”.

Radicales Y Demócratas Cristianos

Presidenciales

1938  Algunos Falangistas votaron por Pedro Aguirre Cerda Y otros por Gustavo Ross

1942  Todos los Falangistas votaron por Juan Antonio Ríos

1946  En el congreso de los peluqueros el sector de Tomic apoyo a Eduardo Cruz-Coke conservador social Cristiano otros Frei Gumucio y Leighton estuvieron con González Videla se acordó apoyar a Cruz Coke  

 González Videla 192,207

Cruz –Coke   142,141

1952

Primaria Eduardo Frei vs Pedro Enrique  Alfonso

Pedro Enrique Alfonso tercero 190.360

1958

Radicales Luís Bossay  15,4 %

D C  Eduardo Frei          20,5 %

Sumados 36 %

 1964

Parte de los Radicales por el faf Freistas a la fuerza   

Parte por el  Radical Julio Durán (cuajarones de sangre)      

1970

Radicales por Alessandri

Por Allende

Votos Radicales y  Falange

 

Radicales

Falange

1941

21,7

3,4

1945

20.0

2,6

1949

21,7

3,9

1953

13,3

2,9

1957

21,5

9,4

       

Radicales y Demócratas Cristianos

 

Radicales

Demócratas Cristianos

1960

20,0

13,9

1961

21,5

15,4

1963

22,4

22.0

1965

20,8

43.3

1967

13,3

35,6

1969

16,1

29,8

1971

8,1

25,7

 

 

Radical

Demócrata Cristiano

1992

4,91

27,12

1993

2,98

 

1997

3,13

22,98

2001

4,05

18.92

2009

3,80

14,24

2016

3,10

11.80

 

Centro

1961

40 %

1965

60 %

1969

44 %

 

Izquierda

1961

25 %

1965

25 %

1969

27 %

 

Derecha

1961

30 %

1965

12 %

1969

20 %

 

Bibliografía

Max Weber

Sociología de las religiones

Pléyade Buenos Aires  1978

Urzúa German

Historia política Electoral  de Chile 1931-1973

Universitaria 1986

Urzúa German

Historia política de Chile y su evolución electoral

Jurídica 1992

Sartori Giovanni

Elementos de teoría política

Como hacer  Ciencia política

La democracia en 30 lecciones

Lechner Norberto

La Democracia en Chile

Capitalismo, democracia y reformas

Linz Juan La quiebra de las democracias

Rafael Gumucio Rivas

Claudio Vásquez

El desafío de la soberanía popular

Cesoc  1988

 

Rafael Gumucio Rivas

Corrupción y poder

Polis n 4 2005

Chile entre dos centenarios

 

Utopías Libertarias en Chile

Polis N6  2003

Duverger , Maurice

Sociología política

Los partidos políticos

Las Democracias Cristianas

Bobbio Norberto

La  democracia Socialista

Macpherson C .B  Pluralismo, Individualismo y participación

Marco Enríquez Ominami Y Rafael Luís Gumucio Rivas

El problema no es la  economía, es el poder 2013

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11 1 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

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