Un antiguo refrán afirma que “el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones”, cuestión que en asuntos de alta política puede tener segundas lecturas, como aquella que dice “el descenso al infierno está empedrado de autoengaño popular”. Esta última afirmación pertenece a Lyndon Larouche, político, economista y filósofo estadounidense –tildado de fascista y antisemita por The New York Times y The Washington Post- fundador del Partido Laborista de los Estados Unidos.
Las incógnitas aumentan día tras día y el mundo se apronta a recibir las iniciativas de un ultra conservador mandatario estadounidense, Donald Trump, el cual comenzará a operar como “el hombre más poderoso del planeta” a partir del viernes 20 de enero del próximo 2017.
Todavía permanece la sorpresa en las mentes de muchos expertos en política internacional que no se explican, en detalle, el inesperado triunfo de un hombre que devino en paladín del discurso xenófobo con el cual, seamos sinceros, empalaga oídos e intenciones de un significativo porcentaje de la población norteamericana, preferentemente aquella de raza blanca.
La victoria alcanzada por Trump ha remecido los cimientos del sistema electoral estadounidense, pues a pesar de que Hillary Clinton obtuvo 220.000 sufragios más que el actual elegido, debió arriar banderas y reconocer la derrota, ello porque en lugar de elegir a un presidente con base a la cantidad de votos recibidos, el sistema establece lo que se conoce como el Colegio Electoral. Cada estado cuenta con un número de electores igual al número de congresistas y senadores que posee… y mientras más grande es el estado, más electores tiene.
Ello es así en todo el país, menos en dos estados (Maine y Nebraska). Se trata de un sistema en el que el ganador se lo lleva todo. ¿Un ejemplo de lo dicho? Si usted gana el 60% de los votos en California, obtiene todos los electores de ese estado. Vea lo que sucedió el año 2012, cuando Barack Obama se llevó el 51% de los votos a nivel nacional, lo que se tradujo en el 61% de los votos del Colegio Electoral.
Y al final de cuentas, quien reciba 270 votos o más del Colegio Electoral gana la presidencia. Eso ocurrió con Trump, a pesar de que la Clinton obtuvo mayor número de sufragios (220.000), pero no de ‘electores’. ¿Ve usted? Larouche no anda tan perdido. El ‘descenso al infierno’ ha sido empedrado con las buenas intenciones que seguramente empapaban a los “Padres Fundadores” de esa nación.
Claro que también entra en juego la calidad del adversario. Y siendo muy directo, es posible asegurar que doña Hillary fue una mala candidata ya que pendían sobre su cabeza graves hechos, como haber coadyuvado a armar bélicamente al ISIS (Estado Islámico), así mostrarse ante mundo como una ‘autoridad’ políticamente sanguinaria que disfrutaba con o esa característica (el ejemplo válido fue la “persecución y caza de Bin Laden)..
Todo este asunto me recuerda a Hitler, el NSDAP y las elecciones en Alemania los años 1932 y 1933, que llevaron finalmente a don Adolf y a sus pandillas nazis a la cima del poder y, luego, al poder total. Con débiles candidatos opositores a Hitler, amén de un país decepcionado y sin rumbo, la elección presidencial de Alemania de 1932, en su primera ronda, se celebró el 13 de marzo, y como resultado accedieron a la segunda ronda el candidato comunista Ernst Thälmann, el candidato nacionalsocialista Adolf Hitler y el viejo y enfermo Mariscal Paul von Hindenburg, que buscaba la reelección.
El día 10 de abril de 1932, con el propósito de elegir al Reichspräsident, se realizó la segunda ronda. Hindenburg resultó ganador, sin embargo falleció algunos meses más tarde y Hitler, que había obtenido la segunda mayoría, asumió -‘legalmente’ según la Constitución alemana de esa época- el cargo de Presidente que fusionó con el de Canciller… nació allí no sólo “el führer” sino también la más cruel dictadura que recuerda la Historia de esa nación.
Todo legal, democrático (aparentemente, al menos en el inicio)… un camino al infierno… el descenso al infierno pavimentado con buenas intenciones.
Válido resulta destacar que los nazis no accedieron al poder en Alemania por la vía de un golpe de estado ni de una guerra civil. Lo hicieron ‘democráticamente, utilizando las normativas legales existentes en esos años, lo que por cierto incluía –casi como “normalidad”- marchas, mítines, encontronazos a golpes y macanas con los grupos adversarios, además de la presencia de prensa servil a los intereses de cada facción.
A poco andar, los nazis mostraron con prontitud su esencia racista. El 1 de enero 1933 se decretaron las leyes antijudías. Cual latigazo al viento, comenzaron a circular afiches y diarios con ‘recomendaciones’ infamantes ordenadas por el partido de Hitler, de Goebbels y de Rohm. “Alemanes, defiéndanse, no le compren a los judíos”. Lo que vino después, aún sacude nuestras conciencias y alerta nuestros sentidos. Pero el mundo occidental nunca reaccionó; los gobiernos de los poderosos primos –UK y USA- estaban preocupados sólo del posible crecimiento del ejemplo soviético, del comunismo y su potencial expansión por Europa. En ese largo ínterin, Hitler actuó.
La Historia nos da razones y recuerdos; la Historia tiene memoria. Y nos trae ejemplos de lo que podría sucedernos si no hay reacción oportuna. Me preocupa Donald Trump. Y sobran motivos para ello. La secuencia electoral de un confuso sistema que lo llevó a la Casa Blanca me parece que replica –en una u otra medida- al que privilegió a Hitler en 1932-33. No sólo eso… hay más… veámoslo.
“Los pueblos de América latina son naciones de estiércol. Cuando finalmente triunfemos, iremos a poner orden en esos sitios que Estados Unidos considera su patio trasero” (Hitler, en “Conversaciones en la ‘Guarida del Lobo’, Austria, 1941-1944).
“México nos envía gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores. México no es nuestro amigo. Nos están matando en la frontera y nos están matando en el empleo y el comercio.” (Donald Trump, Junio 2015).
“Alemania no es el vaciadero de razas inferiores que sólo contribuyen a nuestras carencias. Ustedes son los llamados a separar paja de trigo para limpiar nuestro suelo de gente indeseable que no pertenece a nuestra sangre ni a nuestra Historia” (Hitler, en discurso a la juventud, 1939)
“Los quiero fuera (a los 11 millones de migrantes que viven y trabajan sin permiso legal en EEUU), los vamos a mover fuera y permitirles regresar (a sus países de origen) de forma legal. Tenemos muchos tipos malos. Tenemos personas realmente malas aquí. Quiero a los malos fuera…y por cierto, ellos nunca van a regresar”. (Trump, octubre 2015).
“El 12 de octubre de 1940, por órdenes expresas de Hitler y de Himmler, las tropas alemanas que invadían Varsovia (capital de Polonia) obligaron a todos los residentes judíos a trasladarse a un área designada, la que fue separada del resto de la ciudad mediante la construcción de un muro que tenía más de 10 pies de alto, coronado con alambres de púas. Era el Ghetto de Varsovia”.
“No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a EE.UU. México no se aprovechará más de nosotros. No tendrán más la frontera abierta. El más grande constructor del mundo soy yo y les voy a construir el muro más grande que jamás hayan visto. Y adivinen quién lo va a pagar: México” (Donald Trump, mayo del 2015).
Aún hay más respecto de Donald Trump. Beba un sorbo de agua y siga leyendo.”Aguanta, Israel, ya estamos por llegar (a la Casa Blanca)”, profirió Trump en un acto reciente, demostrando con ello su absoluta parcialidad en el largo conflicto palestino-israelí. Para no dejar dudas respecto de su posición, agregó que en su gobierno daría la orden de trasladar la embajada de EEU de Tel-Aviv a Jerusalén, “la verdadera capital de Israel”.
El ministro israelí de Educación, Naftali Bennett, dijo que la idea de un estado palestino ha terminado después de la elección de Donald Trump como presidente estadounidense. Afirmó que, con la victoria del magnate, se pone fin a años de negociaciones. En la visión del funcionario, la victoria de Trump es una oportunidad para que Israel descarte totalmente la creación de Palestina, dijo Bennett, quien subrayó: “Ésta es la posición del presidente electo. La era de un Estado palestino ha terminado”. ¿Grave? Gravísimo, sin duda.
Además, Trump prometió a Benjamin Netanyahu (primer ministro israelí) trabajar fuertemente contra Irán y de paso advirtió al mundo que estaba dispuesto a encabezar una política de estado que condujera a EEUU a retomar una carrera armamentista y nuclear.
A veces las coincidencias que son observables al leer la Historia y compararla con la realidad actual llaman a preocuparse muy en serio. Este es el caso, según mi parecer. Hace más de 80 años un caudillo alemán utilizó el racismo y la xenofobia antijudía para plasmar sus ambiciosas ideas de construir una nación poderosa e invencible. Hoy, ocho décadas después, un mega empresario devenido político hace uso del mismo asunto intentando reconstruir internamente el imperio donde nació. La diferencia estriba en que este último apoya y defiende a quienes fueron víctimas del odio enfermizo décadas atrás, pero ataca con virulencia a sus vecinos mexicanos culpándolos de muchos de los males que aquejan a EEUU.
Estas cuestiones no se agotan en un solo odio; por el contrario, van extendiendo sus alas hasta abarcar gran parte de la humanidad. Hitler comenzó atacando a judíos y terminó masacrando también a gitanos, rusos, negros, eslavos.
Mr. Trump se apronta a comenzar con ataques a mexicanos, pero la duda es razonable y se puede esperar que amplíe sus odios hacia todo lo que sea, huela o parezca hispano, latino, islámico, afroamericano, e incluso oriental. La sed de poder y la ambición desatada, cuando están en poder de un imperio o de un proyecto de imperio, generalmente pavimentan los caminos que conducen al infierno.