La muñeca inflable es un moderno objeto sexual destinado a la masturbación masculina. Como lo es el consolador para algunas pocas mujeres occidentales, que sepamos. El origen de la muñeca está tanto en oriente como en occidente y en el siglo pasado.
La muñeca inflable no es cualquier aparato masturbador; es un aparato corpóreo, una ofensa para todas las niñas que jugaron con las verdaderas y el más deshumanizado de todos los fetiches sexuales. Con ella se aplasta, incluso, el sueño erótico, y se corre el riesgo de caer en la plushofilia.
La muñeca inflable, para variar, fue un invento militar, como el computador, la televisión, el teléfono celular y muchos otros, tan importantes después para la civilidad. Las FFAA de la Alemania nazi y la Marina de Guerra japonesa de los años treinta la inventaron, y las de los EEUU la importaron y fabricaron también, después que algunas marcas de cigarrillos fracasaron en el intento para disminuir los intentos de violación y las competencias de masturbación entre sus soldados y marinos, especialmente aquellos pertenecientes al género heterosexual y que tenían que estar largo tiempo fuera de sus hogares o lugares de recreación. El objetivo declarado fue “dar alivio sexual a los hombres”
La muñeca fue una especie de prostituta perenne sin pago, sin agotamiento y, una vez desinflada, fácilmente ocultable. Además, desechable, según las costumbres de su o sus clientes explotadores. Es “una mujer” sin pasado, sin pensamiento, sin problemas, sin familia, sin carácter y por tanto, absolutamente manejable para “los hombres”.
Pobre muñeca inflable, no remunerada, despreciada y desinflable a los cinco o diez minutos, o mucho menos. Los golpes que pueda recibir no son considerados violencia contra la mujer. Pobrecita.
Los empresarios japoneses y especialmente los chinos las tienen hoy en alrededor de 80 dólares cada una, mientras hay empresarios norteamericanos que, como un tal Matt Mc Mullen, californiano, han anunciado que las producirán muy pronto con “inteligencia artificial” e idénticas a artistas como Bellonce, a precios cercanos a los 20 mil dólares.
Se dice que en Inglaterra se celebran convenciones anuales de muñequeros de inflables en el sureste de Wales, para intercambiar experiencias, fotografías y videos. En este comercio e intercambio las muñecas no ganan nada; sólo los empresarios que las venden y los propietarios que pueden intercambiar libras y experiencias.
Es una de las creaciones del ser humano más despreciadas.
Pero en el año 2016, con lo sucedido en Chile recientemente, las muñecas inflables han empezado a vengarse.
Es noticia mundial que la exhibición de una de ellas en un acto oficial de una gran asociación de empresas de exportación chilena, golpeó a la opinión pública de acá y del mundo –que pacatamente o no- rechazó y condenó el evento, y a los principales asistentes al acto público: el Sr. Presidente de la empresa Asexma, don Roberto Fantuzzi; el Sr. Ministro de Economía, don Luis Felipe Cáceres; el Sr. Vicepresidente de Corfo, don Eduardo Bitrán Colodro; el Sr. Alejandro Guillier, candidato independiente a ser candidato presidencial de la Nueva Mayoría, y el Sr. José Miguel Insulza, candidato socialista a ser candidato socialista a ser candidato presidencial del mismo conglomerado.
El Sr. Fantuzzi regaló la muñeca al Sr. Cáceres, “para estimular la economía”. Antes, en ocasiones parecidas, ha regalado calzoncillos y preservativos. Se conoció mundialmente la fijación del Sr. Fantuzzi. Renunció debido al regalo pero lo perdonaron.
El Sr. Cáceres recibió el regalo sonriente, aun cuando se trataba de una de las muñecas más baratas, flaites (como dicen en Chile) y mal hechas del mercado internacional y nacional.
El Sr. Vicepresidente de Corfo fue más medido pero igual sonrió y se fotografió con la muñeca y el grupo.
Ambos señores candidatos, uno de 74 y otro de 64 años, estallaron de contento ante la escena, como si tuvieran experiencias en ese tipo de objetos, y aplaudieron con fervor, junto con hacer guiños sobrados. Sus posteriores reacciones, muy pensadas, después que se produjo el repudio generalizado a sus conductas, no satisficieron a nadie.
El argumento de que cualquiera de nosotros pudo haber reaccionado igual a los candidatos, dada la sorpresa y “el chiste” envuelto tras el regalo de la muñeca, no tiene fundamento alguno: ellos no son cualquiera de nosotros. A nosotros no se nos ha ocurrido ser candidatos a dirigir el Estado y de tener, por ello, ineluctable frialdad ante las sorpresas y, más aún, ante la repentina aparición de una muñeca inflable. Hacer prevalecer la razón sobre la emoción es obligación de estos caballeros. Ellos pudieren sufrir el estallido de un conflicto bélico imprevisto, bombazos cerca de La Moneda, desgracias inesperadas y súbitas, como por ejemplo la muerte de Trump por un paro cardíaco; ¿cómo reaccionarían? ¿riéndose?
Si bien la venganza de la muñeca inflable fue lanzada desde Chile, en 2016, contra todo el género masculino de oriente y occidente, por angas o por mangas, ella afectó al grupo humano asistente a la ceremonia del regalo para el ministro y en particular a estos dos señores candidatos. Ha sucedido siempre así. Alguien paga las muñecas rotas.