Michelle Bachelet afronta sus últimos 15 meses en La Moneda. Elegida hace justo tres años con una votación del 62% en la segunda vuelta, el Gobierno que preside esta pediatra y militante socialista de 65 años ha desplegado un amplio programa de reformas que aspira a superar de manera definitiva la herencia de la dictadura y a corregir cuatro décadas de neoliberalismo extremo.
En un país donde centenares de miles de estudiantes se endeudaron gravemente con la financiación de sus estudios universitarios, la reforma educativa en marcha, que garantizará finalmente la gratuidad en todos los niveles, ya ha posibilitado que 125.000 jóvenes hayan cursado sus estudios superiores en 2016 sin coste directo para sus familias.
Al mismo tiempo, más de 200.000 personas han participado en los debates ciudadanos sobre la nueva Constitución que el país aprobará en los próximos años y que sustituirá a la impuesta por el general Augusto Pinochet en 1980, aún vigente aunque reformada en 1989 y 2005. Aprobadas también la reforma laboral que devuelve a los trabajadores derechos arrebatados tras el golpe de Estado de 1973 y una ley electoral democrática, así como el voto de los chilenos del exterior, el Parlamento tramita en estos momentos la despenalización del aborto en tres supuestos y pronto abordará el matrimonio homosexual.
Los programas sociales en salud o focalizados a colectivos especialmente vulnerables como los jubilados, que mayoritariamente perciben pensiones ínfimas debido al sistema privado impuesto por la dictadura, apuntan en definitiva a un desafío que la presidenta Bachelet define como “histórico”: reducir la profunda brecha que sitúa a Chile como el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) donde las diferencias de ingresos son más acusadas. No obstante, inevitablemente, la conversación con quien fue la primera directora de ONU Mujeres tiene que partir con el gran titular de 2016, que conduce de La Moneda a la Casa Blanca.
¿Dialogó acerca de la victoria de Donald Trump con el presidente Obama en la reciente cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrada en Lima?
Sí. Además, tanto en la conferencia internacional sobre cambio climático celebrada a mediados de noviembre en Marrakech (COP 22), como en la cumbre de Lima fue el tema de conversación de todos en los pasillos. En el caso de la COP 22, la preocupación partía de las declaraciones que Trump hizo en la campaña electoral diciendo que el cambio climático era un invento de los chinos y que por tanto iba a retirar todos los recursos para luchar contra este fenómeno. El deseo de los estados era que ojalá haya sido parte de lo que se dice en campaña, pero que luego se recapacita y se hace lo que corresponde, porque, si Estados Unidos no se compromete con la reducción de las emisiones, no podremos lograr los objetivos marcados en el acuerdo de París.
¿Y en Lima?
Fue parte de los temas que se discutieron, no solo con el presidente Obama, sino en las reuniones de los 21 líderes y previamente en el encuentro con los empresarios, puesto que Trump había señalado que su primera medida será terminar con el Tratado de Asociación Transpacífico (TTP) porque no creía en los tratados de libre comercio y porque la globalización habría generado todos los problemas de falta de empleo. Pero sí hay algo que claramente ninguno de nosotros comparte es que el libre mercado sea negativo. Para países como Chile, con una población de 17 millones de personas, es esencial la posibilidad de exportar nuestros productos en condiciones más favorables y ha sido parte central de nuestro desarrollo económico. No compartimos el proteccionismo y, si el libre mercado tiene también consecuencias negativas, los gobiernos tenemos que tomar medidas para que nadie quede marginado. Esto fue una parte muy importante de la discusión en APEC. En cuanto al TTP, los 12 países involucrados mantuvimos una reunión en Lima y señalamos que hay que seguir este camino. Al día siguiente, el presidente electo de Estados Unidos difundió un vídeo de dos minutos y medio y volvió a decir que iba a terminar con este Tratado. Es un asunto que vamos a seguir debatiendo, pero efectivamente para mucha gente fue muy sorpresivo lo que sucedió en las elecciones norteamericanas y hay mucha gente que todavía señala que seguramente no logramos entender exactamente qué pasó. El presidente Obama y yo conversamos personalmente algo y también hablamos de la elevada abstención electoral que se da en nuestros países, un fenómeno muy preocupante.
La elección de Trump no es una buena noticia para América Latina…
Creo que hay una gran incertidumbre después de lo que se ha escuchado en la campaña electoral. Pero mucha gente dice que aguardemos a ver qué pasa, que no saquemos conclusiones precipitadas y esperemos que cunda el buen juicio y que desde América Latina mantengamos las mejores relaciones con Estados Unidos, como las que hemos tenido con el presidente Obama.
Europa ha vivido un año convulso, marcado por el ‘Brexit’, el ascenso de la ultraderecha en Austria o Francia, el estancamiento de Podemos y la crisis del PSOE o el drama de los refugiados en el Mediterráneo. ¿Cómo aprecia, desde Chile, estos fenómenos?
También acá han surgido movimientos de personas que no se sienten representadas por las fuerzas políticas tradicionales y creo que se explica porque los partidos no se han logrado ‘aggiornar’ [actualizar] a los nuevos acontecimientos. En cuanto al ‘Brexit’, demuestra el malestar de personas que han sido marginadas, muchas de ellas con menor educación, que quedaron sin empleo por un sinfín de razones, no solo por el libre comercio o la globalización, y que finalmente sienten que el ‘establishment’ no se la juega por ellos. En ese clima de descontento, cuando además la gente percibe lejanas a las instituciones, siempre está el riesgo de crecimiento del populismo o incluso más allá, de la extrema derecha, que apelan a los sentimientos, a lo emocional. Entonces surge la pregunta: ¿cómo se puede votar por una persona que dice esto que acabo de escuchar? En el caso del ‘Brexit’, se dijo que todo era culpa de la Unión Europea y que, cuando el Reino Unido saliera de la UE, volvería a ser lo que siempre fue. O un lema como “voy a hacer América grande otra vez”. Se dirigen al sentimiento de la gente que quisiera volver a un pasado que fue mejor para ellos y eso es completamente emocional, no es racional. Y en el caso de países como Francia, que ha sufrido ataques terroristas suicidas, se apela al miedo a la pérdida de la vida, paulatinamente han crecido estos movimientos y es muy posible que en las próximas elecciones Marine Le Pen pase a segunda vuelta. Tenemos efectivamente un mundo muy convulsionado, con conflictos de larga data como los de Siria, Oriente Próximo o algunas partes de África, y una Europa tensionada con las migraciones y que, en lugar de reaccionar con sus valores históricos para apoyar a estos refugiados que huyen de la violencia, tiende a cerrar las fronteras, a sentirlo como una amenaza. Creo que es muy preocupante.
Por cierto, es notoria en las calles la llegada de migrantes, principalmente desde el Caribe en los últimos años…
Chile es un país muy abierto. Estamos recibiendo una media de 2.000 ciudadanos haitianos al mes, también colombianos o dominicanos, y, si estas personas consiguen un contrato de trabajo, logran un permiso de residencia y se pueden quedar. Es cierto que en algunos lugares han surgido sentimientos contrarios a la inmigración, pero en otros, como las escuelas, se produce la integración. Estuve en un colegio y vi cómo los chicos se hacen amigos, organizan ferias de gastronomía de diferentes países, bailes… Hay una diversidad que los niños perciben de manera muy positiva y sin discriminación.
¿Ha hablado con el presidente Rajoy tras su reciente reelección después de un año en funciones?
Nos encontramos en la cumbre de Marrakech, allí conversamos brevemente y señalé que para España era bueno tener un gobierno.
Chile es muy relevante para las empresas españolas. ¿Cuál es la salud de sus inversiones?
Sigue el interés de las empresas españolas por invertir en nuestro país. España tiene el 19% del total de inversión extranjera directa, es el segundo país después de Estados Unidos, y va dirigida principalmente a sectores como la electricidad, el gas y el agua, los servicios financieros y las comunicaciones. Es también nuestro tercer proveedor, después de Alemania y Francia. En 2015, nuestras importaciones de España aumentaron un 60%. Hay una buena relación económica entre ambos países. También estamos trabajando en el reconocimiento de los títulos universitarios y esperamos firmar este acuerdo a lo largo de 2017.
Usted fue elegida con un programa que propuso importantes reformas. ¿Cómo de destaca es su importancia?
Todas las reformas que planteamos y que están en marcha buscan avanzar hacia un país más moderno, más inclusivo, más solidario. En primer lugar, como somos un Gobierno serio, responsable, implementamos una reforma tributaria que afecta esencialmente a las rentas más altas para tener financiación para la reforma educacional y otras tareas sociales. Desde el punto de vista del desarrollo del país y de las personas, la reforma educacional es esencial porque busca luchar contra una educación altamente segregada, concebida como un bien de consumo, y no como un bien social, y cuya calidad ahora depende sobre todo de los recursos económicos de cada familia. Ya hemos logrado metas importantes: en 2016, más de 125.000 estudiantes han cursado sus estudios universitarios de manera gratuita; hemos puesto en marcha dos universidades públicas, en las regiones de O’Higgins y Aysén, que impartirán clase a partir de marzo; y desde 2015 todos los alumnos que cursan séptimo básico en las escuelas públicas reciben un notebook con acceso a internet. Hoy día los jóvenes con menos recursos van a las escuelas públicas, que durante años han carecido de recursos, con infraestructuras y equipamientos en deterioro. Hemos trabajado con mucha fuerza la mejora de estos centros y de las condiciones laborales de los profesores, que a partir del próximo curso tendrán mejores salarios y más tiempo para preparar sus clases y para capacitarse.
¿Aprobará el próximo año el Parlamento la ley que permite la interrupción del embarazo en tres supuestos (violación, inviabilidad del feto, peligro vital para la madre)?
Esperamos que sí.
Actualmente, Chile es uno de los pocos países donde está penalizado totalmente. Se estima que anualmente se practican más de 70.000 abortos clandestinos…
Así es. Creo que la ley establece de manera seria esos tres supuestos y no obliga a ninguna mujer a abortar. Pero sí permite que aquellas mujeres que en esas tres causales, por diferentes condiciones, prefieran interrumpir el embarazo puedan hacerlo sin ser castigadas. Además, el proyecto de ley incluye medidas de acompañamiento y apoyo para las mujeres que en esos casos decidan seguir adelante con su embarazo.
La derecha rechaza su programa de reformas en términos muy duros. ¿Le sorprende un discurso que descalifica las alternativas al modelo neoliberal?
No. Creo que hay muchas personas que en privado podrían estar de acuerdo con las reformas, pero que quieren generar un coste político al Gobierno y por lo tanto nos acusan de improvisaciones y errores que no son tales, pero sí logran instalar las dudas en la mirada de los ciudadanos. También es cierto que hay sectores que todavía no logran aquilatar que Chile ha cambiado, que el mundo ha cambiado. Hace algunos años era imposible hablar acá de la despenalización del aborto, del matrimonio igualitario, cuya discusión queremos abrir en 2017, o de una nueva Constitución y hoy día por ejemplo los jóvenes tienen una opinión sobre el género, sobre la diversidad, muy diferente. Creo que hay gente que todavía no se da cuenta de que el mundo camina hacia otro lado y quisieran como esperar a que termine este Gobierno y dar vuelta a la hoja hacia atrás. Pero Chile es un país más moderno, más abierto al mundo, donde los jóvenes y las mujeres tienen muchas cosas que decir y quieren aportar de manera diferente.
¿Considera que con el tiempo se apreciará que su segundo mandato presidencial marcó un punto de inflexión?
Creo que estamos instalando las bases para un país más justo. Si hay reconocimiento de ello, no lo sé. Pero yo no opté a la Presidencia de la República para tener estatuas o calles con mi nombre, sino para hacer lo que tenemos que hacer. Y, si por ejemplo con la reforma educacional logramos que dentro de algunos años todos los niños chilenos tengan una educación de calidad y que la educación además juegue el papel de abrir oportunidades, con eso seré feliz.