En medio del escándalo de espionaje cibernético pilotado desde Rusia, para favorecer la victoria de Donald Trump en noviembre pasado, dos simpatizantes del presidente electo han viajado a Moscú para dejar entrever la posibilidad de una Luna de Miel entre Washington y Moscú una vez que el magnate neoyorkino jure el cargo el próximo 20 de enero.
El primero de ellos es el ex congresista republicano por Georgia, Jack Kingston, un defensor a ultranza de la candidatura de Donald Trump desde el inicio de su campaña. Tras su visita a Moscú, Kingston ha insistido ante los medios que él sólo ha ido a Rusia a título personal y no como emisario del presidente electo.
El segundo “simpatizante” de Trump, es Carter Page, un conocido asesor de la industria petrolera y consejero la campaña presidencial republicana en materia de política exterior.
La gira de ambos ha coincidido con dos eventos de enorme significado, que sólo resaltan el contradictorio empeño de Donald Trump por mejorar las relaciones con Rusia.
En el primer caso, legisladores demócratas y republicanos libran una intensa batalla en el seno del Congreso para esclarecer o echar tierra sobre el escándalo de espionaje cibernético que ordenó Vladimir Putin para propiciar la victoria del candidato republicano el pasado 8 de noviembre.
En un segundo escenario, el Secretario de Estado de EU, John Kerry, acusó hoy a Siria y a sus aliados Rusia e Irán, de haber perpetrado una de las peores carnicerías y una crisis humanitaria sin precedentes durante el largo asedio a la ciudad de Aleppo, en la frontera con Turquía.
En este contexto, dos de los más leales aliados de Trump iniciaban una serie de contactos con hombres de negocios de EU y Rusia.
Aunque el equipo de transición de Donald Trump no ha confirmado la designación de estos dos simpatizantes de su campaña, como interlocutores oficiales de su administración ante Moscú, todo indica que entre ambos buscarán allanar el camino para una Luna de Miel que beneficiaría a Rusia y a la poderosa empresa petrolera Exxon Mobil, un consorcio que se ha expandido bajo la administración de su presidente ejecutivo, Rex Tillerson.
Precisamente, Tillerson ha sido designado por el presidente electo, Donald Trump, como su candidato a la Secretaría de Estado. Una designación que promete una intensa batalla de confirmación ante el Senado.
Cuando sólo falta poco más de un mes para el inicio de su mandato, Donald Trump ha comenzado así a mover sus fichas para tratar de inaugurar una nueva era en las relaciones entre Washington y Moscú.
El intento no es nada nuevo. De hecho, desde 1991, cada administración presidencial de EU ha intentado mejorar sus relaciones con Rusia, pero con poco éxito. El último en fracasar fue el presidente, Barack Obama, quien falló miserablemente en sus intentos por lidiar con Vladimir Putin en Ucrania y en Siria.
En esta ocasión, el proyecto para conseguir lo que sería un histórico golpe de timón en las complejas relaciones entre Washington y Moscú, estará bajo la atenta mirada de Rex Tillerson, un viejo conocido de Vladimir Putin, quien tendrá como principal objetivo el levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia tras la invasión de los ejércitos rusos en Crimea y Ucrania en 2014.
Del lado ruso, Tillerson tendrá como aliado de excepción a Igor Sechin, el poderoso presidente de la empresa petrolera Rosneft, y uno de los más estrechos colaboradores de Vladimir Putin. Para los analistas del mercado petrolero y observadores políticos en Europa y Estados Unidos consultados por La Jornada, el nombre de Igor Sachin se convertirá muy pronto en uno de los más conocidos.
En el inicio de esta nueva era en las relaciones entre Washington y Moscú, los analistas coinciden en señalar que el gran beneficiario será el líder ruso, Vladimir Putin, quien necesita urgentemente el levantamiento de las sanciones impuestas por EU y sus aliados desde la invasión de sus ejércitos en Ucrania.
A manera de ejemplo, los especialistas citaron el desplome del precio del petróleo (del que depende en gran medida la economía rusa) la pérdida del poder adquisitivo de la clase media rusa (más del 30% en los últimos 3 años), y el recorte de ingresos del 10% a la burocracia al servicio del Kremlin.
El otro gran beneficiario lógico de este proceso de reconciliación, sería Exxon Mobil, quien ha perdido millones de dólares por culpa de las sanciones impuestas contra Moscú, uno de sus más importantes aliados en el mercado de hidrocarburos. Tanto ExxonMobil como la empresa Rosneft que preside Igor Sachin, son socios desde 2011 en distintos campos de explotación petrolera en el Artico.
Por ello mismo, no pocos estudiosos de las siempre complejas relaciones entre Rusia y EU vaticinan el inicio de una nueva era entre Washington y Moscú. Una era que no estará exenta de peligros y sobresaltos, y en la que política exterior de la presidencia Trump enfrentará serias resistencias desde el Congreso y correrá el riesgo de quedar supeditada a los afanes lucrativos de la poderosa Exxon Mobil.