De tanto desdecirse hasta contradecirse y hacer gala de incoherencia, los partidos políticos y sus dirigentes permiten que tras una leve lectura de sus declaraciones desconfiemos no sólo de la veracidad de sus dichos sino que de su capacidad para emitir análisis que no estén tendenciados por la lucha por el poder.
Aún así, cabe destacar la falta de rigor de los relatos políticos sobre todo en tiempo de campaña. Aquí un ejemplo que no debe pasar desapercibido.
En respuesta escrita a la invitación del PPD a levantar de manera conjunta la candidatura de Ricardo Lagos la dirección del Partido Socialista, además de informar que dejarán que sus militantes participen en la consulta para designar el precandidato en primarias internas el 21 de abril, sostiene que valora “la propuesta (del PPD) de perfilar a la NM como proyecto capaz de ofrecer al país un programa de gobierno que consolide y proyecte las reformas que impulsa el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet …”. (Nótese el “consolide y proyecte las reformas que impulsa el gobierno de…”)
Sin embargo, hay una enorme contradicción entre la misiva de la dirección del PS arriba citada y los recientes propósitos de dos senadores de partidos hermanos de la NM. En primer lugar, son las duras críticas del influyente senador Carlos Montes (PS) a su Gobierno. Aquel fue uno de los más ardientes bacheletistas de la primera hora y puede decirse que el que más contribuyó a forjar el mito de un segundo mandato marcado por “un ímpetu reformista”.
El otro crítico de conveniencia es el senador del Partido por la Democracia (PPD) y ex presidente del mismo Jaime Quintana, y también bacheletista aguerrido al punto de darle realidad al supuesto “ímpetu reformista” de la Nueva Mayoría con la arrolladora metáfora de la “retroexcavadora”. Según esta fórmula retórica, el gobierno de Bachelet se convertiría en un “transformer”; un aparato mecánico animado por misteriosas fuerzas de la Historia digitado derrumbar los cimientos del orden neoliberal. Esta fórmula traduce bien la mentalidad “progresista” (la misma que veneran Insulza, Lagos, Guillier y posiblemente Atria): no son los pueblos y sus movimientos sociales y de trabajadores los que hacen la historia sino que las llamadas “fuerzas del Progreso” encarnadas en las tecnologías, ya sean mecánicas o inmateriales como el conocimiento o el derecho (la mercancía que también trata de vender Guido Girardi, el experto en futurología del PPD).
Ambos senadores (Montes y Quintana) son críticos hoy de su Gobierno. El que es presidido por una militante socialista. Cabe agregar que éstos tienen mucho en común: los dos senadores son partidarios de Ricardo Lagos como la mejor opción para mantener a la NM o a un engendro parecido en el gobierno.
Montes, devenido hoy operador laguista, en una reciente carta suya de dos carillas, marcada por una fuerte crítica a la gestión política de La Moneda, les explica a sus correligionarios socialistas los motivos de su renuncia a dos de sus responsabilidades de senador.
El senador, en su carta, se queja de que no se incluyeran en el presupuesto las propuestas del PS en inversión pública y pública-privada. La segunda lamentación es que en materia educacional no se contemplara el inicio de un plan de fortalecimiento a 10 años de las universidades estatales.
El tercer punto recalca que no hay manera de influir en la conducción política del gobierno. Que éste se manda solo en pleno período de precampaña.
Montes explica en su misiva que el otro motivo que lo llevó a renunciar es “de dignidad básica”, y responde a que “el estilo del gobierno es claramente negociar con la derecha, tantearnos a los de la Nueva Mayoría sin mayores consecuencias, cuando hay diversidad, y avanzar sin mayores consideraciones”.
Sí, tales frases son para dejar pasmado a cualquiera. Montes y Quintana acaban de descubrir que el uso de la razón puede aplicarse a la propia práctica política. Es decir que casi al término de mandato y en plena campaña, Montes reconoce lo que es una evidencia desde el comienzo de la Nueva Mayoría: la función política de la coalición compuesta por la DC, el PS, PPD, PC, IC y PRSD fue desactivar y desvirtuar las demandas sociales, populares y de los trabajadores levantadas con fuerza desde el 2005.
Empujada por la línea neoliberal de la DC (mejor dicho ordoliberal) y del empresariado junto con la institucionalidad neoliberal, con ayuda del Partido Comunista y la obsecuencia de los radicales que hoy levantan a Guillier, a lo que se agrega la insignificancia de la Izquierda Ciudadana (para información de los lectores en la NM hay algo que se llama Así: Izquierda Ciudadana). Tal como lo hemos visto.
Montes se refiere específicamente a lo ocurrido durante la tramitación de la glosa de gratuidad para el presupuesto de 2017. Ahí el Ejecutivo llegó a un acuerdo con la derecha que ampliaba las becas para las universidades privadas, para evitar que recurriera al Tribunal Constitucional. En otros términos la metodología de gobierno ha sido la misma de la Concertación: gobernar mediante pactos de acuerdo consensuados con la ultraderecha aliancista y piñerista.
Al Senador Socialista no le queda otra que acusar a La Moneda de no hacer lo mismo con su propio conglomerado. La grandilocuencia es un atributo propio de los políticos desencantados y decepcionados de sus antiguos amores. Es en esos momentos donde se les revela de improvisto la verdad como una iluminación: “La condición de senador -y de parlamentario en general- no tiene mayor significado en el esquema del equipo político. Normalmente, solo hay instancias formales de discusión. No hay intención genuina de procesar y acoger planteamientos diversos, aunque sea de las bancadas”.
Por su parte, el senador PPD Jaime Quintana, con respecto al tema del acuerdo con la derecha en educación, a fines noviembre también había enviado una carta a algunos ministros en la que se lamentaba de “vestir de triunfo la derrota de nuestros principios”.
Tanto Montes como Quintana evitan nombrar y analizar al factor clave de las políticas por ellos denunciadas. Éste no es otro que el neoliberalismo como política, método y credo que guía al tecnócrata ministro de Hacienda Rodrigo Valdés un leal valet de los poderes neoliberales. La gran incoherencia es que los dos son laguistas de tomo y lomo, es decir un híbrido entre terceras vías y neoliberalismo (progresistas, “pragmáticos”, seguidores del gradualismo, globalizadores, privatizadores, tecnócratas y amantes del orden capitalista empresarail y de las instituciones del régimen posdictadura).
Falta esa izquierda auténtica que denuncie esas imposturas. Que a través de una candidatura que emerja de una metodología democrática y participativa lo más amplia posible deje de lado el grupuscular “narcisismo de las pequeñas diferencias” (S.Freud); se asuma como fuerza política, levante un programa que separe claramente aguas con las dos caras del neoliberalismo y fije los ejes del debate a partir de los intereses ciudadanos, populares y de los trabajadores.
Por Leopoldo Lavín Mujica, M.A. en Communication publique de la Universidad Laval, Québec, Canadá.