Tía Sofanora siempre trae chismes a mi mesa. A menudo me visita, cuando desea tomar té. Yo la escucho. Si no lo hiciera, me deshereda. En su testamento dice: “Y a mi sobrino que presume de ser gracioso, le dejo los siguientes libros…” Se trata de buena literatura, donde hay un incunable.
Este viernes, cuando me aprestaba a salir a dar mi paseíllo de media hora, destinado a espantar la melancolía, apareció exultante en mi piso. Vestía una tenida primaveral, desde luego, del siglo pasado. Incluso, me pareció más joven. Se lo dije y ella confesó que había sido candidata a reina de la primavera. Enseguida, lanzó el primer dardo:
—¿Acaso no te has enterado sobrino zascandil, de los últimos comadreos políticos?
Al responder que nada sé del tema, porque estudio mandarín, para adecuarme a la modernidad, me tilda de holgazán.
—Estudia inglés, ruso y alemán. Con Trump, vamos a rezar en estos idiomas, que él conoce a la perfección.
Después de degustar tía Sofanora galletas de anís, que ha traído de regalo, habla como si se confesara en la iglesia Catedral:
—Lagos pretende renunciar a su candidatura a la presidencia. ¿Razón? Ni siquiera lo apoyan los socios del Club de fútbol y rayuela Bádminton.
—Pero si ese club, tía, dejó de existir hace como 60 años…
—En algo has acertado, querido sobrino. Veo, sin embargo, que te falta razonamiento filosófico, del cual Hegel hizo gala. Ignoras cómo redondear las ideas. Con esto te quiero confidenciar, sobrino zarracatín, que los adherentes de Lagos se hicieron humo. Se han desvanecido en el pasado. No obstante, él vive del recuerdo de aquella lejana gloria, cuando señalaba al dictador con el índice en ristre, como un caballero andante, y el pueblo lo llamaba salvador.
—Veo que usted tía Sofanora, ha pronunciado parte del discurso que va a decir, para ingresar al club de viudas de su barrio. ¿No es así?
—Te equivocas por costumbre, sobrino huésped del zaquizamí de mi abuela.
—Perdone tía, pero usted utiliza palabras rebuscadas que nadie entiende.
—¿Es mi culpa que seas ignorante y aburrido, como los esperpentos que escriben novelas en nuestro país? Consulta el diccionario, gandul y comprenderás el sentido de mis admoniciones. Ahora, compruebo que has razonado. Me puedes decir ¿quien entiende la majamama de las candidaturas a la presidencia del país?
—Yo pienso tía, que es normal en tiempos de borrasca.
—¿Normal has dicho? Me sorprende gaznápiro tu frivolidad de chiquillo cursi. Esa pelea entre Carlos Ibáñez del Campo y Arturo Alessandri Palma, nos puede conducir a la anarquía.