Algunos diputados progresistas y otros dirigentes que no se adscriben a la Nueva Mayoría han manifestado su voluntad de consolidar un nuevo referente político que compita exitosamente en los próximos desafíos electorales con el oficialismo y a la Derecha. En el ánimo, como aseguran, de cerrarle espacio a las expresiones del llamado duopolio político en los comicios presidenciales y parlamentarios venideros, pero especialmente para recaudar apoyo electoral entre los millones de chilenos decepcionados de la posdictadura. Los que, por cierto, constituyen buena parte de ese 65 por ciento de ciudadanos que ya no concurre a votar.
Se trata de ex líderes estudiantiles y otras figuras que, habiendo roto sus vínculos con el oficialismo, creen posible consolidarse el Parlamento y llegar a la propia Moneda después de tantos episodios de corrupción de la política. Llegar en andas de malestar social que se expresa cada día más elocuente en paros, protestas, movilizaciones callejeras, como al interior de esos referentes sindicales y gremiales sumidos también en el desprestigio y la falta de credibilidad. Aunque se trata de un mote periodístico, se dice que estos dirigentes constituyen algo así como ese “Podemos” que en poco tiempo en España ha capturado muchas voluntades que ya no le creen en el Partido Socialista Obrero Español; tomando distancia, además, de un antiguo referente como el de Izquierda Unida donde se agruparon muchos excomunistas y militantes de distintas vertientes doctrinarias de pasado.
Sin duda, el momento no puede ser más oportuno para que al país se le ofrezca una nueva alternativa política que se proponga dar la lucha por la prometida y postergada institucionalidad democrática, en contra de la pavorosa concentración de la riqueza e inequidad, así como en beneficio de las demandas educacionales, previsionales, medioambientales y otras que han sido desestimadas por quienes han cogobernado por más de 26 años, y tuvieron en el gobierno de Michelle Bachelet la última oportunidad de cumplir como mandatarias de la voluntad popular.
La oportunidad de un nuevo referente se hace especialmente propicia, asimismo, en la incapacidad de la Nueva Mayoría y de las expresiones derechistas, en cuanto ofrecer candidatos y propuestas viables que encanten a los ciudadanos o, incluso, a sus propios adeptos. Cuando lo más probable es que los partidos tradicionales intenten competir con un Ricardo Lagos o Sebastián Piñera como candidatos presidenciales, ávidos como están por volver al Gobierno y cerrarle espacio a las nuevas generaciones. Dos expresidentes estancados o revenidos ideológicamente, cuanto acosados por la corrupción practicada en sus respectivos mandatos. Exponentes que, hasta aquí, solo concitan el apoyo de algunas cúpulas partidarias, de sus íntimos operadores y, por cierto, son acicateados por el gran empresariado. Un veredicto que se expresa contundentemente en las mismas y manipuladas encuestas cuando la inmensa mayoría de los consultados se mantiene renuente a ambos y sin deseo de revertir la abstención que ha seguido en aumento.
Muy importante sería que esta vez no tengamos que comprobar una nueva disgregación en la Izquierda, el surgimiento de esos desvergonzados candidatos, con cuya división a lo único que han servido es en retener en el Ejecutivo y en el Congreso a los mismos de siempre. Tanto así que ya existe certeza en que éstos son alentados y financiados por las mismas expresiones del duopolio político, cuanto por empresarios como Ponce Lerou y las más repugnantes grupos económicos cuestionados por sus colusiones, fraudes al Fisco y tantos otros delitos. Interesados, por supuesto, en dividir a las expresiones vanguardistas para retener en La Moneda, el Poder Legislativo, como en los municipios a personajes abyectos y digitados por sus intereses económicos.
Se trata de que estos líderes sean capaces, con generosidad y altura de miras, de mantener cohesión y consecuencia política, asegurándonos que aquella fórmula que acaba de ser ganadora en la elección del nuevo Alcalde de Valparaíso pueda ser reproducida efectivamente en todo el país. Para lo cual se hace necesario, también, oponerse con decisión a las pretensiones que, otra vez, manifiestan aquellos ensimismados caudillos y movimientos que ya empezaron a proponerse como candidatos para dividir al progresismo y frustrar nuevamente las expectativas populares.
Es preciso, al mismo tiempo, que estos líderes emergentes renuncien definitivamente al apoyo como a formar alianza con partidos y fracciones cuya voluntad manifiesta es aferrarse al poder, negociar nuevos cupos parlamentarios y alcanzar más cargos y granjerías oficiales. Al precio, incluso, de haberse hecho cómplices del último y bochornoso reajuste de salarios y quedar reducidos a una mínima expresión en sindicatos, colegios profesionales, federaciones estudiantiles y otros referentes de la sociedad civil.
Al mismo tiempo, es de desear que en la consolidación de una alternativa que ciertamente pueda desplazar a las tradicionales, estos jóvenes dirigentes se animen a integrarse con múltiples expresiones sociales surgidas en los últimos tiempos y que vienen demostrando muchísima más gravitación que los partidos. De forma tal que los nuevos representantes y abanderados de la Izquierda surjan de procesos de consulta ciudadana, convenciones y otras que se organicen con limpidez y amplia participación de las bases. En que, además, se tenga en cuenta la trayectoria irreprochable y el ejemplo de vida de quienes sean proclamados como los más aptos e idóneos en recuperar la confianza ciudadana y desplazar de nuestras instituciones públicas a quienes ya no tienen qué ofrecerle al país.
Cuando en Chile y otros países el principal enemigo de la democracia es la corrupción y la traición en el poder de los principios ideológicos y programáticos.