Tras la muerte este domingo de la destacada escritora y periodista Virginia Vidal, Clarín publica una entrevista publicada el año pasado por la revista Punto Final, en la que relata emocionantes pasajes de su interesante vida y obra.
Escritora y destacada periodista -colaboradora habitual de Punto Final-, Virginia Vidal continúa publicando novelas y crónicas, a pesar de su deteriorada salud. Durante el gobierno de Salvador Allende trabajó en El Siglo y en el Canal 9 de la Universidad de Chile. Fue encargada de prensa del Instituto de Arte Latinoamericano de la Facultad de Bellas Artes y colaboró en la organización del Museo de la Solidaridad. Fue la única periodista latinoamericana que asistió a la entrega del Premio Nobel a Pablo Neruda, con quien le unió gran amistad. Tras el golpe militar, fue exonerada y perseguida por la dictadura. En el exilio, entre 1979 y 1987 trabajó en el programa Escucha Chile, de Radio Moscú. También fue miembro del consejo de redacción de la revista Araucaria. Privilegiada testigo del siglo XX, ha sido militante de luchas políticas y sociales, incluyendo la emancipación de la mujer. Hoy da vida a la web Anaquel Austral.
¿Cómo inició su trabajo periodístico?
“Después de regresar de un largo viaje -desde 1960 a 1966-, en que entre 1960 y 1963 trabajé en una universidad de la República Popular China; desde 1964 a 1966 en la Universidad Jan Comenio, en Bratislava, Checoslovaquia. Ya en Chile trabajé como periodista en El Siglo, lo que me permitió conocer a fondo la realidad de los sin casa. Después inicié una sección cultural. Se llamaba: ‘No solo de pan’. Informaba de ballet, música docta y popular, teatro, fiestas populares, abarcando el espectro más amplio posible de la vida cultural.
En el exilio fui miembro del comité de redacción de Araucaria, corresponsal de Radio Moscú por muchos años. Al regreso, me acogieron en Punto Final, Mensaje y Análisis, como colaboradora.
Empecé a escribir crónicas periodísticas en China. La periodista Janet Gallo había fundado en Chile una revista: Mirada de mujer, y me comprometí a mandar crónicas, pero resulta que la revista apareció una sola vez. Y yo seguía mandando crónicas…”.
ALLENDE, GOLPE Y EXILIO
¿Qué nos puede contar de Allende?
“Estuve muy cerca de Salvador Allende. Fui allendista antes de tener derecho a voto. Desde la primera campaña, cuando Allende sacó 52 mil votos. Se ha dicho que son los votos más limpios de la historia.
Allende fue apoyado siempre por la intelectualidad. No todos eran militantes, pero sí de Izquierda, pintores, artistas, músicos, escritores. Esto creo que influyó en Allende. Las campañas políticas se hacen apelando a la emoción, y Allende supo apelar también a la razón. Hizo pensar a las personas más humildes, y ajenas a la política.
Varias veces conversé con Allende. Una vez yo fui a su casa en la calle Guardia Vieja. Tencha, su esposa, estaba organizando una exposición y tenía el salón lleno de cuadros, no había dónde sentarse. Allende me dijo: ‘Vamos a mi escritorio’. Su despacho era pequeño y estrecho. Tenía una vitrina llena de huacos mochica. Era la primera vez que yo veía esa cerámica maravillosa. Eran todas las formas posibles de la cópula, hechas con gran refinamiento.
Era muy caballeroso, distendido, muy amable. Lo vi actuar así hasta con las pobladoras más pobres. Muchas veces lo acompañé, sobre todo en la cuarta campaña. De eso escribí una crónica en Punto Final, donde señalo que empezó en Barrancas un día de verano. No había ni gatos en la calle, y fue tocando puerta a puerta para conversar con la gente, mujeres sobre todo, después de almuerzo. En una casa pidió agua, lo atendió de malas ganas la dueña de casa. Le trajo un jarro todo saltado, y él tomó agua como si fuera en un vaso de cristal. La empatía le salía de adentro. Ibamos con el flaco Eugenio Lira Massi, callado, observador. Al día siguiente escribió una crónica en Puro Chile que decía: ‘Por qué estoy con Allende. Estoy con Allende porque está solo, porque su pueblo no le corresponde como merece’”.
¿Cómo vivió el golpe militar?
“Tenía permiso médico y apenas podía moverme. Estaba en mi casa y me llamó una tía que vivía en el centro: ‘Mijita, están bombardeando La Moneda’, me dijo.
El viernes anterior, había ido a visitarme un alto oficial del ejército, hermano de mi profesora del liceo. Me dijo que me quedara tranquila en casa con mis hijos porque pasarían cosas muy delicadas. Yo acababa de llegar de Cuba y me puse a hablarle de la isla. Me oía con reticencia. Dijo que no hablara a nadie de lo que conversamos. Me preocupé. Pero no había movilización, taxis, nada. Como pude me las arreglé y fui al canal 9. Tenía un programa, que dirigía Sergio Ortega, y dimos la emisión. Luego, fui hasta Teatinos, la sede del PC. Estaban reunidos los dirigentes y nadie me quería atender. Hablé con Orlando Millas. Le conté lo de la visita del alto oficial, y me dijo: ‘Está loco, no le hagas caso’. Nadie me creyó… nadie le dio importancia, fue muy trágico. Cuatro días después, fue el golpe. Nadie imaginaba lo que ocurriría”.
¿Cómo fue su experiencia en el exilio?
“En 1976 me exilié. En los primeros años de la dictadura hice todo lo que se podía. Hacía labores clandestinas y escribía. Se escribía con guantes para no dejar huellas… Salí al exilio porque, entre otras cosas, dos de mis hijos estaban estudiando en Yugoeslavia. Conseguí por Acnur una reunión familiar. Pensaba que estaría un mes fuera. No fue posible. De Yugoeslavia mandé todo lo que podía a la dirección del PC, a Radio Moscú -donde estaba José Miguel Varas-, después a la revista Araucaria. Me dediqué al trabajo solidario. Estuve en Italia cuando ‘canjearon’ a Luis Corvalán por un disidente soviético.
Neruda, como Allende, fue un gran activo de la lucha contra Pinochet. En todas partes se usaban sus versos o su imagen en actos solidarios, revistas, folletos, ilustraciones. Después me invitaron a trabajar en Radio Moscú. Fue una experiencia breve, pero intensa. Sabíamos que en Chile se escuchaba Radio Moscú, hasta hubo comunicaciones directas. Recuerdo que un periodista llamó a un campo de prisioneros y habló con una de las presas, que no lo podía creer y pensaba que le estaban haciendo una broma. Llegó un momento en que se vio la necesidad de tener más información directa, y me propusieron que fuera corresponsal en Venezuela. Trabajé en una editorial y mis ratos libres los dedicaba a la corresponsalía. Había mucho intercambio entre Venezuela y Chile. Pero yo quería volver a Chile y no podía, porque me pusieron la ‘L’ en el pasaporte. Cuando me la quitaron, en 1987, inmediatamente volví.
En Venezuela escribí cuentos, gané concursos, apareció mi primera novela, hice crítica literaria y de arte. Me incorporé a la vida cultural venezolana. Fueron muy generosos, incluso me enviaron como delegada a congresos en el extranjero”.
LITERATURA Y POLITICA
Háblenos de sus últimos libros…
“Letradura de La Rara: la palabra letradura es un arcaísmo que encontré en un libro de Don Juan Manuel (1282-1348) y tiene que ver con literatura, conocimiento, aprendizaje de la realidad, asimilación de la vida. ‘La Rara’ es una obrera del calzado, fundadora de la IWW, la organización sindical anarquista. Es una combinación de ficción y realidad, como la presencia de José Domingo Gómez Rojas, amigo de la protagonista. Es una época de intensa lucha, con algo muy interesante: la gran unidad entre estudiantes y obreros. Fue un periodo de violencia y lucha, donde empieza a gestarse esa voluntad unitaria que culminará con la CUT y la elección de Allende. Un proceso que dura casi todo el siglo XX. La novela está ambientada en Santiago.
Recientemente se reeditó Neruda, memoria crepitante. La primera edición prácticamente no circuló en Chile. Se trata sobre todo de experiencias personales con Neruda, desde el momento en que lo conocí siendo yo estudiante, cuando lo persiguieron y salió del país, etc. Una visión muy personal.
Agustina la salteadora a la sombra de Manuel Rodríguez. Por lo que investigué en el Archivo Nacional, es la única mujer bandolera del siglo XIX. Con la breve referencia que tuve sobre esa mujer, le inventé una vida, la recreé. Transcurre inmediatamente después de la Patria Vieja, cuando se forman las montoneras. Fue un periodo de bandidaje y confusión. El ejército patriota no tenía sueldo, ropa ni comida, y muchos se plegaron a distintas bandas para sobrevivir. Agustina Iturriaga es la muchacha-mujer que se convierte en bandida, vive sola, mata. Aparecía en un libro de la historiadora Ana María Contador. Me llamó la atención que uno de los delitos que le achacaban era que usaba pantalones”.
¿Qué opina sobre políticos de la Nueva Mayoría, incluso víctimas de la dictadura, que han recibido dinero del ex yerno de Pinochet, Ponce Lerou?
“Un asco. Dicen que sólo quince parlamentarios no han recibido dinero. Estos gobiernos han transformado a nuestro pueblo en ‘vulnerable’, o sea que toda esa manga de corruptos se consideran ‘invulnerables’. Algunos tienen parientes asesinados, empezando por la presidenta de la República, que no recibió dinero directamente sino a través de quienes hacían la campaña. Además una mujer puede ser muy mamá, muy dedicada a sus asuntos, pero hasta la más ingenua y lesa tiene capacidad para saber qué hacen sus hijos. Así que no podemos comulgar con ruedas de carreta.
Luksic es dueño y señor de este país. No son calumnias, es la realidad. Después de esto, cualquiera puede hacer cualquier cosa”.
ARNALDO PEREZ GUERRA
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 834, 7 de agosto, 2015)