Leer en el diario que la empresa fúnebre “Pase a mejor vida con dignidad” ha decidido vender ataúdes a precios rebajados, constituye novedad. ¿Dónde se encuentra la causa? No parece ser la falta de muertos. Fallecer es necesidad, aunque no nos satisfaga, y así lo podrán acreditar los que han muerto. No nos referimos a un país donde ha aumentado la calidad de vida y la gente vive hasta los 90 años. Nos referimos a Chile.
Bien podría tratarse de una promoción. Las hay a mares. Cada día vivimos el estallido de la venta de toda clase de mercancías. Autos deportivos, para ejecutivos jóvenes, y señoras que desean pasear a sus bebés y llevarlos al mall. Celulares que piensan, que nos ayudan a vivir de sueños y así, hasta llegar a convertirnos en chatarra. Y desde luego, la comercialización de cosas inútiles. Cualquiera puede pensar que la venta de ataúdes se debe a que son modelos anticuados. O se liquidan por cambio de temporada. No por cierre del local. Nadie aspira a ser metido en un ataúd pasado de moda. Las empresas, cualquiera sea su actividad, viven obsesionadas por renovarse.
Cuando mi amigo Calatayud leyó el aviso, pensó que la funeraria hacía propaganda subliminal. Me advirtió: “Si tú vas a comprar uno de esos ataúdes, te van a explicar que se han agotado. Y a cambio, te ofrecerán otro del doble de su valor. Es una vieja triquiñuela”.
A mí la explicación me pareció ajustada. Calatayud tiene talento comercial, olfato de sabueso y sabe más que nadie sobre la materia. En cierta oportunidad, adquirió acciones de una empresa pesquera del Perú, ligada a un tal piraña, y a la semana, las vendía casi al doble. Días después, las acciones caían bajo el precio inicial.
Calatayud no necesita acogerse al fideicomiso ciego y se burla de su eficacia. Trabaja a pecho descubierto y siempre idea martingalas para ganar dinero. Cuando comentó a su mujer lo relacionado con el aviso de las pompas fúnebres, ella respondió: “Tú serías capaz de asesinarme, con el ánimo de aprovechar la promoción”.