Tres grandes personajes marcan mis recuerdos de infancia: Émile Dubois quien de asesino pasó a ser un santo, incluso con su animita, muy visitada en Valparaíso; Guillermo Beckert, el jefe de la legación alemana en Chile, descubierto a través de la dentadura del occiso, Exequiel Tapia; el “Tucho” Caldera, un asesino bien letrado y, en extremo, inteligente. Si hubieran existido programas de farándula y matinales como ahora, estos tres criminales se hubieran convertido en centro de la programación televisiva.
Si no fuera por Rafael Garay, tipo brillante, que se burla a su amaño de los periodistas, como lo hacía Dubois a comienzos del siglo XX, en Valparaíso, los matinales de hoy estarían dedicados a entrevistar doctores de la Clínica Las Condes – allá donde van a parar las platas de Fonasa, pues en Chile, los viejos pobres financian a los ancianos ricos – o a propagar chismes de que fulano durmió con fulana y que el corpiño de una le queda más grande y desproporcionado que a la otra, y que mengana, muy tetona, u otra con pecho de mandarina se sometieron a sendas cirugías estéticas. Cuando la noticia lo amerita, le dedican el matinal a hombres y niños obesos, cuyo único delito ha sido el consumir completos y bebidas azucaradas, que los hace muy felices en este valle de lágrimas. La diabetes está en boga y los gordos cierras filas en una verdadera pandemia a la chilena.
Rafael Garay, con todos sus defectos, sin hacer ninguna apología del delito y de quien lo comete, es un verdadero genio de la comunicación y, está probado, le gana de lejos a don Francisco. (Digo yo, podrían convocarlo para animar la próxima versión de la Teletón). Rafael Garay, que por estos días llena matinales, noticieros y medios escritos, se está convirtiendo en un auténtico salvador del país, incluso, opaca el escándalo generado por la empresa Bancard de Sebastián Piñera. Gracias a Garay, nadie se entera de que el gobierno está de vacaciones y que los miembros del comité político de La Moneda están tomando clases de cumbia y de otros ritmos más sofisticados, y nadie se entera de que el legendario y emérito Carlos Larraín reapareció en política, luego del sonado caso de su hijo, como tampoco que democratacristianos y comunistas muestran los dientes, pero el pituto los une.
Ser citado por Rafael Garay en la conferencia de Prensa del día 21 de noviembre, que él mismo preparó – verdadero genio de la comunicación – permite las personas involucradas, Javiera Contador, la “Doctora Cordero”, Iván Núñez, ni siquiera se escapó el subsecretario del Interior Mahmud Aleuy, a todos ellos se has ha regalado una publicidad gratis e invaluable. Nadie puede negar a la “Doctora Cordero” su calidad de psiquiatra, como tampoco a Rafael Garay la de economista y a del ex Presidente Piñera la de doctorado en alguna universidad norteamericana, y al ex Presidente Lagos Escobar como brillante docente en derecho económico. Que la doctora Cordero califique a Gary como psicópata no se puede discutir, pero que le diga a la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, “maricona sonriente” me parece una injuria y falta de respeto, que sólo se acepta en “Tontilandia”, donde cualquiera puede destruir la honra del prójimo, sobre todo si no pertenece a la plutocracia derechista.
Tal como el ex Presidente Sebastián Piñera está al tanto, al segundo, del movimiento de la bolsa y del mercado secundario de bonos, Rafael Garay sigue en detalle todos los programas donde se le menciona, de ahí que puede responder, en forma muy diestra, a las preguntas que los periodistas tontilandeses le formularon en su rumana conferencia de prensa. Es evidente que el objetivo de Garay, no sólo es zafarse de la extradición, sino sobre todo lograr el asilo político en Rumania, y vivir junto a nueva pareja, y como este país ex comunista está traumado por la dictadura de Nicolae Ceausescu, nada más fácil que con su agudeza acostumbrada, intente acusar al subsecretario del Interior chileno, Aleuy, como también a Sebastián Dávalos, hijo de la Presidente de Chile, de persecución en su contra. Como vivimos en “Tontilandia”, nada menos que el Canciller, Heraldo Muñoz, que ya metió la pata con Sebastián Piñera al defender lo indefendible, ahora lo haga por medio de conferencias sobre leyes de extradición, en el ridículo caso de Rafael Garay.
Rafael Garay, a quien le sobra astucia e inteligencia, sabe que la mejor defensa es el ataque, y como desprecia, con cierta razón a algunos periodistas tontilandeses, sostiene que él tiene derecho a la presunción de inocencia como cualquier ciudadano en el mundo, y que además, salió como hombre libre de Chile y va a retornar en la misma condición. Arguye que él no le ha robado a nadie, pues la plata se encuentra en Chile y que la va a devolver centavo a centavo, incluso, las emprende contra el periodista Iván Núñez, amenazado con dar a conocer sus problemas de alcoba y, como sabe hacerlo, sólo lanza el titular, dejando para la interpretación de los tontilandeses el contenido.
Es muy extraño que el caso Garay aparezca cada vez que hay conflictos políticos en Chile y como una telenovela al estilo Moisés, Sansón y Dalila o David, el guión tiene varias etapas: en la primera escena, Garay concede una entrevista, antes de su partida a Europa, en Mentiras Verdaderas, donde se explaya sobre su cáncer al cerebro, haciendo llorar a los espectadores; en la segunda escena aparece su foto en compañía de pareja, en los puentes de París; en la tercera, el Periodista Iván Núñez cuenta cómo fue estafado traicionando su confianza que tenía en el amigo Garay; en la cuarta, algún periodista, muy avezado descubre, en Rumania a los familiares de la novia del economista; en la quinta, Garay es tomado preso por la policía rumana, en un supermercado; en la sexta, da una conferencia de prensa, en la que asegura su inocencia absoluta. En medio de esta telenovela, pareciera que en Chile no ha pasado nada, y que los diarios y la televisión sólo dan cuenta de las osadas hazañas de Garay, y que se ríe de los tontilandeses a su amaño.
No creo que Garay se convierta en un santo, tal como Émile Dubois, pero de todas maneras se convertirá en patrono de los economistas, que tanto daño le han hecho a este país. A lo mejor, sin ministros de Hacienda seríamos tal vez más tontos, pero felices.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
22/11/2016