Noviembre 18, 2024

Encantadores de serpientes: Rafael Garay y Sebastián Piñera, “ser indio pero no tonto”

Estos dos personajes están irremediablemente hermanados por ser economistas reputados, con sendos posgrados en finanzas, aunque al primero ya le retiraron el título de economista y, al segundo, la opinión pública y los periodistas a su servicio – son casi todos – lo protegen y le agregan el “honorífico” título de “mago de las finanzas” que, en 1938 perteneciera a Gustavo Ross Santamaría.

 

 

Las clases magistrales sobre finanzas y ahorros personales que, generalmente dictaba a través de la televisión y la radio eran seguidas con admiración por miles de chilenos, que se deslumbraban ante la sapiencia, seriedad y don de comunicación de temas que los tocaba directamente. Fue estrella del programa “Sin Dios ni Late”, casi siempre acompañado del también economista y candidato a la presidencia de la república Marcel Claude. (Reconozco que sus críticas a las AFPs, así como sus pronósticos en temas económicos me parecían más acertadas que los augurios del calendario chino).

Por su parte, Sebastián Piñera tiene otra metodología sui generis para obnubilar a sus seguidores: logra siempre estar en el límite de lo legal sin que ningún tribunal, hasta ahora, logre siquiera interrogarlo como imputado; la única vez que estuvo a punto de caer en la sombra de la cárcel fue en la quiebra fraudulenta del Banco de Talca, donde él gerente, y quienes pagaron la culpa fueron los hermanos Calaf, socios mayoritarios, mientras que Piñera representaba el papel del personaje de la teleserie de moda de entonces, “El Fugitivo”, una persona que siempre lograba escapar en el momento preciso.

Rafael Garay está siguiendo los pasos de Sebastián Piñera en la habilidad para escapar de la justicia, pero con menos suerte hoy, pues fue descubierto por la justicia rumana, que lo sentenció a prisión domiciliaria a la espera de una eventual extradición, a solicitud de la justicia chilena.

Garay y Piñera tienen el don mágico de encantadores de serpientes, por consiguiente, hagan lo que hagan, aun cuando linde con la falta de ética, siempre se presentarán como blancas palomas. Rafael Garay viene de declarar  que todo el dinero depositado por sus víctimas se encuentra en Chile y que devolverá personalmente a cada uno de sus clientes que creyeron en él y depositaron su confianza. De concretarse lo dicho por Garay, toda esta historia de desencuentros y escándalo no sería más que una luna de miel a lo rumano.

La explicación de Sebastián Piñera para justificar la inversión de Bancard en la empresa peruana Exalmar es un poco más sofisticada, pero no carece de la misma virginal ingenuidad de la cual hace alarde Rafael Garay para tranquilizar a sus clientes.

El ex Presidente Piñera sostiene, muy orondo, que sus inversiones, en la época en que él ejercía las funciones como primer mandatario, estaban bajo un fideicomiso ciego y, por consiguiente, ignoraba las miles de transacciones  que realizaba la empresa Bancard.

Para que las justificaciones y explicaciones de Rafael y de Sebastián Piñera – como las de la Presidenta Michelle Bachelet, en ese fatídico mes de febrero de 2015, al afirmar que “me enteré por la prensa”, para referirse al caso Caval – fueran acertadas, sería necesario que Chile fuera un país de cándidas palomas y tontos consuetudinarios o, simplemente, ciegos que no quieren, o sordos que no quieren escuchar.

Para Garay y Piñera, desgraciadamente, el eslogan de una publicidad televisiva, “ser indio, pero no tonto” es perfectamente aplicable a ambos escándalos.

En el caso    de Piñera, la encuesta CADEM,  del lunes, 21  de  noviembre, el 59% de los encuestados cree que Piñera estaba enterado del negocio de Bancard con la pesquera peruana; el 66% cree que sus explicaciones dadas a la opinión pública por televisión, fueron insuficientes. En caso de La Presidenta Bachelet, los porcentajes de desconfianza fueron aún mayores. El daño que Rafael Garay eventualmente ocasionó a algunas personas, teniendo en cuenta  que no era más que un simple comentarista financiero, sin ningún cargo público, es muy menor, pues sólo no creen en él las víctimas crédulas de sus brillantes exposiciones y de algunos programas de farándula y de los matinales.

Sebastián Piñera sabe muy bien que se va a zafar fácilmente de la famosa comisión investigadora de la Cámara de Diputados, pues todos los parlamentarios de derecha, salvo el senador Manuel José Ossandón, lo consideran un dechado de virtudes, un genio de las finanzas y un dechado de honradez y de virtudes cívicas, y lo blindan como a su más preciado tesoro – incluso, algunos democratacristianos lo consideran poco menos que el padre de la patria y un celoso defensor  de nuestras fronteras marítimas -.

Los distintos medios de prensa, en su mayoría servidores de Piñera, se han encargado, con muy poco éxito, de justificar su actuar, sobre todo, en la constante mezcla entre sus negocios privados y los del Estado. Este “Servidor público” sabe muy bien que cualquier conciencia se puede comprar con dinero y que todo hombre tiene un precio.

A pesar de que el 59% de los encuestados no cree que Piñera no sabía de  sus negocios con la pesquera peruana, y que el 66% encuentre insuficientes sus explicaciones, el magnate chileno sigue liderando las encuestas de opinión para las  elecciones presidenciales de 2017, y es muy posible que todos  estos  electores lo conduzcan, por segunda vez, a la presidencia de la república.

Cabría preguntarse por qué en diversos países el electorado más pobre y algunos de la clase media emergente terminan eligiendo al magnate más corrupto entre los candidatos. Podría haber algo de esnobismo, sin duda, en mediócrata admira y quiere ser igual que el millonario, así zafe de la justicia, en vez de ser un defecto, para ellos es un mérito; que Donald Trump, por ejemplo, no pague sus impuestos, es un mérito, pues sabe burlar al monstruo IRS; que Sebastián Piñera haya usado información privilegiada para comprar acciones de LAN, y que sea acusado de coima en Argentina y que, bajo sus órdenes,  Bancard  compre acciones de la pesquera peruana Exalmar, es un mérito, que demuestra lo zorro que es para los negocios. Silvio Berlusconi y Donald Trump  eran admirados como propietarios de comunicación de masas y grandes “payasos” de la televisión.

No nos puede extrañar que el ministro Heraldo Muñoz termine alabando a Piñera como un gran patriota y exculpándolo previamente de las acusaciones que pesan sobre él, incluso, adelantándose a la justicia: es la vieja pleitesía del mediócrata por el millonario.

El considerar al empresario como arquetipo social es propio del neoliberalismo, como ante lo era el cura o el milico, por consiguiente, el éxito de Piñera con la clase media y con los pobres no es nuevo: en la época parlamentaria el empresario líder era el Presidente de la República Juan Luis Sanfuentes, un liberal balmacedista, falto de orgullo, pero amante del dinero, que siempre sobaba el lomo a los modestos militantes del partido de Balmaceda, el Liberal Democrático; hay algo de populista, aunque la palabra le cause horror a la derecha política. En todos estos magnates, los Trump, los Berlusconi, los Piñera, los Le Pen, hay de populista, pues no en vano, en todos estos casos, la base principal de su votación se encuentra en los obreros del automóvil, en Estados Unidos; en periferia de París, en Francia; en las capas medias y pobres, en Chile; en la mafia siciliana, en Italia.

Los encantadores de serpientes,  Rafael Garay y Sebastián Piñera, necesitan de un pueblo crédulo y analfabeto político, para extender sus tentáculos y seguir en su profesión de vendedores de ilusiones: “no vengo a vender, vengo a regalar…”.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

21/11/2016                    

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