“Creo que es muy importante que los paraísos fiscales desaparezcan, porque muchas veces se utilizan para o actividades reñidas con la ley y con la moral, como lavados de dinero que provienen del narcotráfico o el crimen organizado o muchas veces se utilizan para evadir impuestos, y por tanto yo sí creo que debiesen desaparecer los paraísos fiscales”.
(Sebastián Piñera Echeñique en intervención en seminario sobre “Pacto ético para eliminar los paraísos fiscales”. Ecuador, Septiembre de 2016)
Dos meses después de esa taxativa declaración se ha sabido que la empresa madre de Sebastián Piñera Echeñique tiene su domicilio en el paraíso fiscal de Islas Vírgenes Británicas. Lo tenía en el momento en el que hizo su proclama ecuatoriana y hoy lo mantiene.
O sea que, según sus propias palabras, lo más probable es que él haya utilizado ese domicilio de Bancard para actividades reñidas con la ley y con la moral o para lavar su dinero que puede provenir del narcotráfico o del crimen organizado o, como muchas veces se hace, para evadir impuestos.
A confesión de parte, relevo de pruebas. No es necesario probarle a Piñera lo que él ha confesado. Sólo debería especificarse, ante tribunales, si él, en el caso específico de su inversión en Perú para pescar en aguas, en ese momento, en litigio de Perú con el país en el que era Presidente de la República, hizo su inusitada inversión para alguno de los fines que él enumeró en Ecuador este año: lavado de dinero por crímenes cometidos o evasión de impuestos, o ambos delitos.
La inversión de Piñera en Perú es, para él, una “pequeña” inversión.
Aún Bancard no ha comunicado al país (recuerdo que Piñera fue Presidente de Chile y aspira a serlo de nuevo) dónde, desde el mismo domicilio cuestionado por él, se ha invertido alrededor de 2 mil millones de dólares, que es el pozo con que juega Piñera permanentemente, en diversas ruletas financieras, con el solo objetivo de acrecentar su fortuna, sin consideración política, nacional, empresarial,social, moral, ética alguna. No contamos los 400 millones de dólares invertidos por su fideicomiso “ciego”.
Él tiene buena información y una ambición sin límites. Soros, y algunos otros especuladores, también, pero ellos no son ni han sido, que se sepa, Presidentes o Jefes de Estado.
Piñera es, por sus cargos, una excepción mundial desde el punto de vista político y ético.
Y, por cierto, un caso clínico en el caso de la sicología y las enfermedades psiquiátricas. Son pocos los delincuentes que, mirándose en el espejo, reiteradamente, se acusan de tales. Y quedan igual de tranquilos que antes del espejo, con muchas ganas de reincidir. Y ninguno los presidentes conocidos que hayan optado por invertir en mares que pudieran quedar como el Mar de Grau.
¿Qué harán política y electoralmente los chilenos y chilenas que lo apoyan y que podrían sentirse “vencedores” en un año más?
Seguir apoyándolo y votar, sin dudas, por él. Se sienten por él interpretados; lo admiran, como muchos norteamericanos admiran a Trump precisamente por no pagar impuestos, por querer atropellar los derechos más básicos de musulmanes, mexicanos, negros y blancos, o por anunciar otras tropelías; forman parte, en el caso chileno, del núcleo duro de quienes votaron, no hace mucho, por un histórico criminal, traidor y ladrón. Pinochet alcanzó el 44% en el plebiscito de 1988.
Han votado recién por el Alessandri de Santiago (que será asesorado por Zalaquet) ; por el Alessandri de Zapallar,; por el alcalde de Talca; por el de Colina; por el que era de Cerro Navia; por los financiados por Novoa; por Matthei y por otras y otros próceres.
Ah, y con mayoría, por el partido que ha aceptado ser (recordar declaración de Novoa ante la justicia) el más corrupto de todos.
Volverán a votar por Piñera, si éste se desata de las amarras judiciales que hoy tiene en Chile y Argentina.
Si lo hacen, para vergüenza de la decencia, Chile volverá a merecerse un gobierno “digno de su pueblo”.