¿Qué transacción hubo entre la derecha y la Nueva Mayoría, ambas chapas de una misma cara, para coludirse y traicionar de nuevo a los trabajadores?
¿O fue solo por amistad cívica aplicada para disciplinar a los revoltosos que insisten en reajustes para sus escuálidos salarios?
Estamos hablando de un reajuste que más parece una miseria. Un número que en términos reales deja las cosas, los salarios de los funcionarios públicos, prácticamente donde mismo.
El 3,2% entregada por el Gobierno equivale al 3,0% de devolución de la pérdida del poder adquisitivo entre diciembre 2015 y noviembre 2016, y un incremento de un 0,2%, monto que equivale a $1.500 para una renta promedio del Sector Público.
Es decir, una mierda.
Es que no se trata de dinero. Lo importante no tiene que ver con las cifras sino con el ejemplo. Lo relevante es dejar claro que ningun perdedor movilizado va a torcer la mano, esa que apalea, a la autoridad.
La pedagogía que despliegan los prepotentes, traidores y corruptos tiene que ver con la deslegitimización de la lucha popular. Esta herramienta no es nueva. Es tan vieja como la buena puntería de los fusiles Máuser que inauguraron hace más de un siglo la manera en que los poderosos dan respuestas a las legítimas exigencias de los asalariados de todas las épocas.
La Nueva Mayoría jamás ha dudado en aliarse con la ultra derecha llegado al trance de atacar a los trabajadores. Lo realmente extraño y contradictorio es que entre la dirigencia de los trabajadores humillados haya militantes de esos partidos que no dudan en descargar la represión, el maltrato, el desprecio.
Los trabajadores deberían expulsarlos de sus puestos porque no se puede confiar en quienes actúan con una duplicidad que las luchas populares no pueden aceptar. Para ser dirigente se requiere un mínimo de coherencia y un alto grado de decoro.
La hombría necesaria obliga a tomar partido: o se es yunque o martillo. Ambas funciones son incompatibles. A alguna se termina traicionando
Especial mención merece el vergonzante rol del Partido Comunista, el que se ha visto en un conducta impropia de su historia y de sus discursos. No se sabe hasta ahora qué cambió en la postura inicial como para que aquello que fue rechazado, pagando un costo por la rabieta de sectores de la Nueva Mayoría, luego les haya dado razones para abstenerse. Que es como decir, lavarse las manos.
“Estábamos entre la espada y la pared”, ha dicho una diputada de ese partido. Olvida o no sabe que cuando se trata de principios en ese trance hay que elegir la espada.
Entonces no resulta difícil especular. El próximo año habrá elecciones parlamentarias y presidencial y en ese evento, más vale estar no donde den, sino donde haya.
Y no será ajeno a esta decisión tibia y aguachenta de la abstención, los cargos, los cupos, y las prebendas que ofrecen el poder.
En fin, que se haya ofrecido la ultra derecha para aplastar la pelea de los trabajadores, no es algo que llame a asombro. Son los que más han explotado, perseguido, castigado, asesinando desaparecido a gente del pueblo en la historia de Chile.
Lo realmente vergonzoso es que parlamentarios que se llenan la boca con su supuesta adscripción al mundo de los trabajadores, les hayan dado vuelta la espalda y los hayan abandonado cuando ya venían siendo enviados al sacrificio por la vía de un paro que no debió ser tal como fue.
A propósito.
El paro es una herramienta a la que algunos dirigentes no le tienen el respeto debido. El paro es un arma de las más respetables para los trabajadores. Por lo tanto debe aplicarse con un muy agudo sentido de lo táctico, que es como decir, de lo estratégico.
No se puede jugar con el paro porque su uso desmedido en tiempo y circunstancias le hace perder su rasgo más importante: unitario, masivo y con objetivos claros. El paro, sobre todo si es carácter nacional, debe ser el punto más alto de la movilización, luego que las otras formas menos agudas vayan dado paso a un mayor nivel de enfrentamiento. Comenzar con un paro para luego ir dando paso a acciones de menos peso, es una soberana tontera.
“En la historia como en la naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida”. Me pregunto si Carlos Marx habría estado observando los últimos sucesos en este país cuando concibió su aserto.