Porque se supone que dirige su gobierno, lidera su coalición, ordena a sus parlamentarios y partidos, y porque aún se entiende que es la presidenta de todos los chilenos.
Numeras voces afirman un hecho que es posible comprobar solo con ver las noticias de la nueve. Este gobierno se acabó y lo que queda es la administración de su inercia en medio de una guerra civil. Los primeros estertores de su agonía ya comenzaban a ser evidentes antes de cumplir un año de gestión.
La crisis profunda que afecta al modelo y la falta de conducción agudiza la esencia antipopular del neoliberalismo.
El dogma de no aceptar la presión de la movilización ciudadana cuando las autoridades les dan con el mocho del hacha, se ha hecho mucho más evidente.
Como todos saben, el reajuste desgraciado que ofrece el gobierno no es por un problema de plata.
En este país sobra dinero si se atiende la información que llega desde la adquisición de equipos militares, vehículos policiales, donaciones a las iglesias y un ejército de operadores políticos y asesores que pueblan los ministerios y que disfrutan de sueldos gerenciales.
El regateo del Ministro Valdés, cuya ignorancia política no es posible disfrazarla de experticia técnica, es demostrativa que su postura no tiene que ver con dinero: el escaso reajuste, el desprecio de las movilizaciones de los trabajadores y el uso desmedido y criminal de la represión, tiene un fundamento ideológico: la lucha de los trabajadores jamás puede lograr lo que se propone.
Es un pésimo ejemplo.
En estos años de la pos dictadura, ni hablar de transición a nada, se ha ido profundizando el sentido antipopular por parte de la elite que se hizo del poder.
Los que han perdido siempre en este cuarto de siglo y que han sido maltratados por todos y cada uno de los presidentes que ha habido, son los trabajadores, los sectores populares, los mapuche y los estudiantes.
Y quienes han sido tratados como reyes y se han llevado todas las posibles granjerías que reserva el poder han sido los ricos, los militares, los grandes empresarios, los extranjeros que han venido a invertir y por cierto, los políticos corruptos, con perdón del pleonasmo.
Toda la legislación les ha beneficiado a niveles de escándalo. Y en toda ley que tiene que ver con los trabajadores y el mundo popular, es posible advertir un trasfondo anti subversivo.
Por eso los partidos otrora de izquierda perdieron en breve la cercana relación que tenían con el mundo de los trabajadores. Y presidentes socialistas, el abuso del idioma es en este caso aberrante, fueron recibidos entre vítores en las asambleas de los grandes empresarios y agasajados con honores en los eventos organizados por los generales y los agentes del Departamento de Estado y la CIA.
La Concertación y la Nueva Mayoría han gobernado para los grandes y los poderosos. La matriz jurídica que ha producido ha generado una legislación en la que los trabajadores y los sectores más empobrecidos, no tiene ninguna opción.
Y a la chusma le han dejado solo la opción de endeudarse para obtener una mejor calidad de vida.
Hay una educación para pobres que sobrevive de milagro. Una salud para pobres que más enferma que sana. Hay una previsión que promete una vejez de pena.
Y lo que parece olvidarse es que detrás de la gestión de ministros, operadores, y funcionarios de alto nivel, quien sigue mandando y entregando las directrices y límites es la presidenta Bachelet.
Creer que Valdés se manda solo es ser demasiado inocente o condescendiente, que en este caso es casi lo mismo.
Quien dirige el desprecio sistemático en contra de los trabajadores, incluida la represión se llama Michelle Bachelet Jeria, a menos que se halle en condición de interdicta y que la hayan suplantado. Un presidente es responsable de que se hace y de lo que no se hace.
La responsabilidad histórica en este increíblemente innecesario gobierno es de la presidenta que no pudo, no supo o no entendió.
O simplemente no quiso.