Noviembre 19, 2024

¿Estados Unidos destruirá nuestro mundo?

El probable triunfo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos significaría un indudable peligro para la supervivencia del mundo actual. Estamos frente a un personaje reconocidamente racista, xenófobo e islamófobo; además de misógino y predador sexual, lo que sería gravísimo en el conductor del país más poderoso del mundo. Pero lo que supera todo límite es la expresión reiterada de su “insatisfacción” con el hecho de que Estados Unidos no haya estado dispuesto a usar su armamento nuclear para “resolver” contiendas internacionales.

 

 

Lo anterior se hace más ominoso al tener en cuenta que ya durante la guerra fría los gobiernos estadounidenses se negaron a establecer un compromiso con la entonces Unión Soviética de no ser los primeros en utilizar el armamento atómico; que desde 2002 Estados Unidos no ha querido renovar el tratado antimisilístico concertado con Rusia en 1972; que entretanto el país del norte ha desplegado gran cantidad de misiles antibalísticos en países de Europa oriental; que ha promovido la incorporación a la OTAN de varios de esos países, incluyendo ex Estados de la Unión Soviética; que hasta la fecha ha sido el único país del mundo que ha utilizado el armamento atómico (¡y contra poblaciones civiles, y en dos ocasiones!); y que ni siquiera ha pedido perdón por ello ni al país afectado (Japón) ni al mundo.

 

Por ello diversas personalidades internacionales han comparado el eventual peligro de un triunfo de Trump, con lo que significó el ascenso de Hitler al poder en 1933. Evidentemente que Trump no tiene designios militares expansionistas como los del político alemán en su época. Pero, por otro lado, el magnate estadounidense tiene algo mucho más peligroso: la capacidad de usar un armamento virtualmente apocalíptico.

 

Sin embargo, asombra que dichas advertencias hayan sido tan aisladas; como lo fueron quienes en su momento alarmaron al mundo con el advenimiento del nazismo al poder. Otra cosa que asombra es que aprendamos tan poco luego de tantas décadas, segunda guerra mundial y holocausto incluido.

 

Otra cosa que asombra es que ahora se trataría de una decisión adoptada por la mayoría absoluta de la sociedad estadounidense, lo que no fue el caso de Alemania con Hitler. Si bien es cierto que luego del colapso producido por el efecto de la crisis mundial de 1929 en Alemania, el Partido Nazi se convirtió en el primer partido del país; estuvo siempre lejos de lograr la mayoría absoluta. Incluso, en el curso de 1932 disminuyó significativamente su votación. Así, en las elecciones par- lamentarias de julio de ese año los nazis obtuvieron el 37,4% de los votos y 230 escaños (de 608), mientras que en las de noviembre bajaron al 33,1% de los votos, alcanzando solo 196 diputados (de 584). La nominación presidencial de Hitler como canciller del Reich (en el marco del sistema parlamentario de Weimar), a fines de enero de 1933, fue solo posible gracias a la suicida división del centro y la izquierda alemana que tuvieron un mucho mejor resultado que los nazis, tanto en términos de votantes como de diputados. Incluso, en la elección de marzo de 1933, efectuada bajo el marco de la extrema represión y violencia ejercida por los nazis, el partido de Hitler alcanzó solo el 43.9% de los votos, lo que le significó 288 diputados de un total de 647.

 

En cambio, en el caso de Estados Unidos de hoy se trataría de un presidente electo con la mayoría electoral absoluta del país. Esperemos que el alza final experimentada en las encuestas por Trump, estimule a muchos ciudadanos y ciudadanas para quienes Hillary Clinton no representa (quizás justificadamente) una buena opción presidencial; para que entiendan que si no votan por ella podrían estar haciendo posible un escenario estadounidense y mundial con consecuencias nefas- tas e irremediables para el conjunto de la humanidad.

 

 

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