Durante la mayor parte del siglo XIX, América Latina fue, prácticamente, una colonia británica más. Esto le permitió a ese gran imperio, obtener inmensos recursos naturales, materias primas inagotables y abundante trabajo semi esclavo. Así en parte, gracias a esto, Gran Bretaña rápidamente alcanzó el nivel de potencia industrial y país socioeconómicamente desarrollado. Este fenómeno fue facilitado por la aplastante dependencia intelectual y cultural que América Latina sufrió en ese siglo.
Desde el Caribe a la Patagonia, empresarios, diplomáticos y comerciantes británicos explotaron despiadadamente a la mano de obra y a la gigantesca riqueza de los países latinoamericanos. La explotación imperial británica de América Latina, sólo terminó con el fin de la primera guerra mundial en 1918. Está dominación europea fue reemplazada por una nueva forma de explotación proveniente de los Estados Unidos. El producto de la mano de obra semi esclava y las enormes riquezas naturales fueron ahora a contribuir al desarrollo del coloso del norte. Esta extrema dependencia y explotación intensa se consolidó durante el resto del siglo XX. El Mar Caribe pasó a ser un lago estadounidense y el resto de América Latina, cayó al nivel de patio trasero, humillado y explotado sin misericordia. Esta explotación extrema fue vigorosa y traicioneramente apoyada por las corruptas elites locales. Las elites latinoamericanas se transformaron en mayordomos protectores de los intereses estadounidenses. No obstante, esta nueva forma de explotación comenzó a desmoronarse con la llegada de la revolución cubana. Posteriormente, el neoliberalismo y la globalización impuesta por Estados Unidos, dejaron un reguero de ruina y miseria para las grandes masas populares, pero al mismo tiempo, produjo extrema riqueza para la corrupta y dependiente elite. Todo esto se extendió desde el Rio Grande hasta la Patagonia.
No obstante, Centro América reinició la lucha liberadora a finales de los años 70 y así posteriormente pudo independizarse Nicaragua y pocas décadas después el proceso de liberación también se inició en El Salvador. En América del Sur, la lucha por la segunda independencia, empezó a dar resultados en la primera década del siglo XXI. Primero fue Venezuela, y luego siguieron Ecuador, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y Brasil. Estados Unidos reaccionó a esta tendencia liberadora con una soterrada campaña contra los países liberados. En esta sofisticada campaña, Estados Unidos tuvo éxito años después en Honduras, Paraguay, y últimamente en Argentina y Brasil. Es necesario señalar que la caída de los precios de las materias primas, fueron de gran ayuda para alcanzar los objetivos estadounidenses de mantener el control y su influencia en América Latina.
Pero hoy, a fines del año 2016, el sistema estadounidense de dominación puede que nuevamente cambie. En los últimos años Estados Unidos ha incrementado su intervención militar en África, el Medio Oriente y Asia. El coloso del norte se ha visto obligado a enviar tropas para luchar contra la civilización musulmana y también para contener el expansionismo de la civilización confucionista. Un problema no menor ha sido la vuelta de Rusia al nivel de gran potencia. Ahora los Estados Unidos se enfrentan en distintos puntos del planeta a tres grandes civilizaciones. La islámica, la confucionista y la ortodoxa. Los Estados líderes de cada una de estas tres civilizaciones son Irán por la islámica, China por la confucionista y Rusia por la ortodoxa. Estas tres potencias han formado una alianza, con fuerza suficiente para neutralizar y contener a los Estados Unidos, líder de la civilización occidental.
Donald Trump ha sido el primer político estadounidense que ha explicado, divulgado y popularizado el peligrosísimo riesgo al que hoy se enfrentan los Estados Unidos. Ha señalado que se han gastado trillones de dólares y se han perdido miles de soldados estadounidenses en guerras interminables que al parecer no se pueden ganar. Según Trump, la actual elite estadounidense aún cree que vive en la década de los años 90 del siglo pasado, donde Estados Unidos se transformó en un poderoso hegemón mundial. Estados Unidos se puso a la cabeza del nuevo sistema unipolar que reemplazó al viejo sistema bipolar que existía antes de la caída de la Unión Soviética. Trump en sus discursos ha demostrado ser un político realista que reconoce que la política exterior de los Estados Unidos durante los últimos años, se ha transformado en una política fracasada y peligrosa, sobre todo para la verdadera seguridad estadounidense. Por lo tanto, Trump propone una acertada política nacionalista y aislacionista. El candidato republicano ha señalado además, que las potencias europeas deberían asumir la organización y costo de su propia defensa y lo mismo ha propuesto para las potencias asiáticas tales como Japón, Corea del Sur, Vietnam, India, y otros países del sur de Asia.
Para enfrentar a América Latina Trump propone construir una gran muralla a lo largo de la frontera con México. Esto se hace para mantener las masas de pobres inmigrantes latinoamericanos, fuera de los Estados Unidos. Esta política aislacionista también incluye la expulsión de más de 12 millones de inmigrantes ilegales actualmente viviendo en los Estados Unidos. Esta política también propone el rompimiento de los tratados de libre comercio y obliga a las grandes empresas estadounidenses a volver sus fábricas al territorio nacional. Si todo esto llega a concretizarse, esto pondría fin al control económico, cultural y político estadounidense sobre Latinoamérica. Es necesario recordar que la emigración popular ha sido la gran válvula de escape que ha permitido a las corruptas elites latinoamericanas mandar millones de sus pobres ciudadanos a trabajar y vivir en los Estados Unidos. El funcionamiento de esta sofisticada válvula de escape, es una de las causas importantes por las cuales la revolución latinoamericana se ha estancado y ha empezado a retroceder desde mediados de la segunda década del siglo XXI.
Si Trump es electo presidente, y cumple con su programa político ya no habrá asistencia económica de los Estados Unidos hacia América Latina, ni tampoco habrá apoyo económico del Banco Mundial, el Fondo Monetario y la Organización de Naciones Unidas para aminorar y reducir la gravísima crisis latinoamericana que ya se ha empezado a sufrir debido a la caída de los precios de las materias primas de la región. Ya hay varios países latinoamericanos que ya sufren dos años de recesión, entre ellos esta Argentina, Brasil y Venezuela. Hay otros como Chile, México, Centro América, Perú y Colombia que pronto caerán en un agudo periodo donde el producto bruto nacional disminuye drásticamente año tras año. Si las vacas flacas depresivas duran 7 o más años en América Latina, y con la válvula de escape sólidamente tapada, la tensión revolucionaria sería enorme. La gran mayoría de la población caería en la pobreza y esta situación crearía las condiciones objetivas y suficientes para continuar con la marcha revolucionaria iniciada en Cuba en 1959.
No obstante, la liberación definitiva de América Latina, dependerá de la capacidad que los revolucionarios de la región tienen para crear las condiciones subjetivas de la revolución.
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Santiago, 2 de noviembre de 2016