El circo de los políticos chilenos de hoy está cada día más pobre y miserable y con notable baja en la asistencia de público. A estos payasos no les importa el número de entradas vendidas, pues para ellos es fácil adquirir sus luminosos trajes con el sueldo que les paga el Estado de Chile, es decir, todos los chilenos, por el solo hecho de haber sido mediocres Presidentes de Chile.
El Mercurio y La Tercera siempre han sido muy hábiles para convertir en estadista a personas poco doctas – el caso del ex Presidente Piñera que, durante todo su período se hizo famoso por sus continuas imprudencias, fruto de la ignorancia; uno de los episodios más recordados fue su alabanza al himno nazi, en presencia de la actual Canciller alemana, Ángela Merkel -.
De Ricardo Lagos, en cambio, no podemos acusarlo de ignorante, pues sigue siendo un docente brillante, muy leído y que, además, sabe sacarle brillo a estas cualidades. Como Carlos Marx, que escribió El manifiesto Comunista, y Adolf Hitler, Mi lucha, Ricardo Lagos Escobar, para no ser menos, cada vez que se presenta como candidato presidencial escribe un nuevo libro que incluyen sus profecías del Chile del futuro.
Sebastián Piñera y Ricardo Lagos son socios en el objetivo de convencer al poco público que asiste a su circo que la disyuntiva en las próximas elecciones presidenciales se limita a ellos dos, cuyo principal truco radica en las famosas cachetadas de payaso.
Piñera le grita, desde su trinchera, a su colega Lagos que su gobierno fue uno de los más corruptos en la historia de Chile; Lagos le responde que el gobierno de Piñera “dejó mucho qué desear”. A su vez, el primero le recuerda que él inventor del Transantiago; el segundo le responde que Piñera no fue capaz de contar el número de chilenos que pueblan este raro país. Así siguen las cachetadas, cada una más sin gracia y ridícula.
Ricardo Lagos tiene un ego tan grande que no puede soportar otra competidor en su conglomerado de la Nueva Mayoría, aunque reitera que está dispuesto a participar en primarias, pero la verdad es que apenas sí lo soporta, y sólo aceptaría como rival a Jorge Tarud, con un peso de menos de un paquete de cabritas, o también de José Miguel Insulza, antiguo subalterno en su gobierno, pero que tiene el apoyo de sólo un puñado de amigos del MAPU; si fuese necesario, podría inventarse la candidatura de Camilo Escalona, siempre hambriento de poder y, ahora, más patero que Espinita – de Jappening con ja – y va al sol que más caliente.
La candidatura de Isabel Allende, por el peso de la memoria de su padre, Salvador Allende, uno de los socialistas más honestos que han pasado por la historia de nuestro país, constituía una verdadera piedra en el camino para las aspiraciones del egocéntrico ex Presidente Lagos. Al comienzo de la adelantada campaña presidencial, ambos declararon que pensaban en un programa similar para Chile y que, además pertenecían al mismo mundo, pero tanta generosidad y aceptación mutua no podía durar mucho tiempo. La política de hoy es a patada y cachetazo – así sea de payaso -. Lagos visitó a la precandidata Allende en su morada de Guardia Vieja, donde al parecer acordaron que ella retiraría su opción en favor del pavo real.
Más tarde, Ricardo se indignó porque lo tratado en la reunión privada había trascendido a los medios de comunicación, y así lo hizo saber. Isabel Allende le respondió con una buen golpe, al afirmar que el partido Socialista no había definido aún su candidato y que dejaba la puerta abierta a la posibilidad de apoyar al candidato del Partido Radical, Alejandro Guillier.
El síndrome de 2009 le pena Lagos: hay que recordar que contaba con la presidencia de la república en sus manos si no hubiese sido tan prepotente al haber exigido a su conglomerado, La Concertación, el poder de vetar a los candidatos díscolos a parlamentarios y, además suprimir las primarias para elegir candidato presidencial. Eduardo Frei Ruiz-Tagle – tanto él como su esposa, Martita, estaban siempre listos para repetirse el plato, tratando de ocultar su pésimo gobierno – aceptó la candidatura, pero su escaso carisma y adhesión popular hicieron posible que lo aventajara el otro payaso de este artículo, Sebastián Piñera.
No creo que la historia se repita, mucho menos en el “eterno retorno” – que volvió loco a Nietzsche, sin embargo, después de tantos años de circo, los payasos aunque bastante más viejos, siguen siendo los mismos, en consecuencia, tienden a repetir las mismas consignas y payasadas del pasado.
Si bien, las élites no se renuevan, la sociedad civil sí cambia: a diferencia de la época de los gobiernos de Lagos y Piñera, los electores y la mayoría de los ciudadanos son un poco menos borregos y más desconfiados; ya no se tragan entero las monsergas de El Mercurio, La tercera, la Segunda y de la Radio Agricultura, que tratan de seguir vendiendo la mentira de que los Presidentes de Chile han sido todos honestos, cuando nuestra experiencia demuestra que la mayoría de ellos han sido unos pillos de siete suelas, a excepción probada de Pedro Aguirre Cerda y de Salvador Allende.
Apenas transcurrido un poco más de una semana de las elecciones municipales (23 de octubre), ya a nadie le interesa, menos le importa que apenas hayan votado cuatro millones de catorce millones de ciudadanos del universo electoral, o que apenas haya votado poco más de un tercio, al final, nos van a convencer que el clivaje está entre elegir entre Sebastián Piñera y Ricardo Lagos, es decir, la versión ignorante y fatua del neoliberalismo puro y duro y la culta y académica del neoliberalismo compartido.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
03/11/2016