Pocos ciudadanos concurrieron a la llamada “Fiesta de la Democracia”. Apenas un tercio de los convocados participó en estas últimas elecciones municipales, pese a los desesperados llamados de toda la clase política, de algunos medios de comunicación , de la propia Iglesia Católica y de otros referentes animándonos a concurrir a las urnas. Aunque la abstención fue legalizada y legitimada por quienes suprimieron el voto obligatorio, sin embargo esta vez se nos hizo creer esta vez que era una irresponsabilidad.
Claro; las autoridades sospechaban con razón que el repudio generalizado a la corrupción y a la ineptitud de nuestros gobernantes pudiera expresarse en esta renuencia electoral, pero nada efectivamente pudieron hacer para evitarla. Con ella, es ahora la falta de legitimidad de todos los elegidos lo que desacreditará todavía más a nuestro sistema político pretendidamente democrático. Solo bastaría restarle el 70 por ciento a los votos de los que “ganaron” para darnos cuenta que muchos alcaldes y concejales fueron elegidos por un ínfimo apoyo real de sus comunas. En muchos casos con menos del 15 por ciento del apoyo real de los ciudadanos, situación que puede afectar mucho sus pretensiones al momento de ejercer sus cargos.
Se nos dirá que la abstención es un fenómeno generalizado en todas las democracias del mundo, pero está claro que aquí las cifras fueron demasiado elevadas e indudablemente representan el malestar ciudadano, su indignación, más que a su desidia o desinterés en la política.
De esta forma es que ahora debemos hablar más de derrotados que de ganadores. A excepción de la enorme sorpresa que en Valparaíso causara la elección de Jorge Sharp, joven militante del Movimiento Autonomista de izquierda, que se impuso contra todos los pronósticos y dejó sentado que las mejores opciones políticas para el futuro radican en los sectores más vanguardistas y críticos del actual sistema. Por algo, al momento de su triunfo, lo primero que dijo Sharp fue que su victoria terminaba el duopolio político afianzado en La Moneda, el Parlamento y los municipios del país. Además de éste, destaca la gran cantidad de postulantes independientes que aventajaron a los representantes de los partidos, como si no militar fuera ahora la más acertada opción política, un verdadero signo de confianza popular.
Si viviéramos una democracia seria, a esta altura habría caído el Gobierno y candidaturas presidenciales como la de Ricardo Lagos Escobar ya tendrían que haber renunciado a sus pretensiones electorales, después de la contundente derrota de al menos tres emblemáticas candidatas bacheletistas , cuanto el estrepitoso fracaso electoral de Carolina Tohá, la edil de Santiago, apoyada por el Expresidente y por cuya reelección apostara todo el oficialismo y sus partidos.
Perdieron, también en estos comicios las figuras más comprometidas en los escándalos referidos al financiamiento irregular de candidatos y partidos. Patético resulta, en este sentido, el enorme daño hecho por los millonarios aportes de Soquimich y del yerno del Dictador, Julio Ponce Lerou, a la política, así como la derrota de varios caudillos regionales que permanecían aferrados a sus cargos municipales. Todo lo que habla de un electorado plenamente consciente de la corrupción también entronizada en los gobiernos comunales.
No deja de ser expresivo que a los pocos minutos de conocidos los escrutinios, políticos y operadores empezaran a desahuciar de inmediato la posibilidad de restablecer el voto obligatorio, previendo, qué duda cabe, que los resultados pudieran serles más adversos todavía si los desencantados y furiosos tuvieran que concurrir a las urnas.
La ventaja ostensible de la derecha en los resultados es de especial responsabilidad del oficialismo y la “Nueva Mayoría”. No es que los candidatos opositores lograran aumentar su caudal electoral, sino simplemente de que la abstención fundamentalmente le restó sufragios al oficialismo. Es cosa de comparar sus votaciones, todavía más discretas que las del pasado, para comprobar que quienes se quedaron en sus casas en su amplia mayoría representan una sensibilidad de izquierda, partidaria de los cambios, pero decepcionada de la forma en que las promesas del actual gobierno se han hecho agua.
Aunque Ricardo Lagos haya dicho anoche que el interpreta la derrota por la velocidad de las transformaciones, lo cierto es que desdeña con ello las enormes manifestaciones sociales que reclaman el término delas AFP, una nueva Constitución, una profunda y efectiva Reforma Educacional. Además de tantas otras demandas que no han ido de la mano de la derecha, ciertamente, sino de los sindicatos, de los estudiantes y de múltiples organizaciones populares. Es posible que el descalabro electoral de la Nueva Mayoría no hubiese sido tan lapidario si el Expresidente no estuviese manifestando tanta obsesión por volver a La Moneda. Cuanto se sabe que su administración fue la más refractaria a los cambios entre todos los gobiernos concertacionistas, así como estuvo plagada de episodios que atentaron gravemente contra la probidad. Como el Caso MOP Gate.
Bochornoso resulta que los dos partidos que son hijos del pinochetismo, como la Udi y Renovación Nacional, se ubiquen como las colectividades más votadas. Mientras que la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el PPD van quedándose en la retaguardia electoral con el Partido Radical y el propio Partido Comunista, agrupación que en esta elección aparece pagando el costo de una alianza político electoral que embadurna su trayectoria vanguardista. Quizás si la misma derecha debiera evitar que el otro expresidente candidato, Sebastián Piñera, se identificara tanto con sus partidos y movimientos. Cuando se comprueba el claro repudio ciudadano a los corruptos, así como la opción del electorado por los rostros nuevos de la política.
Jocosas nos parecen las explicaciones entregadas después de esta jornada por la Jefa de Estado al referirse a la abstención, además de aludir al “malestar ciudadano por la falta de probidad, renovación de liderazgos y pobreza de ideas”. En una intervención que nuevamente busca imputarles a los demás lo que han sido los principales dislates de su administración, aferrándose a un equipo de colaboradores que, además de sus “malas prácticas”, se ha mostrado inepto e insolvente políticamente. Cuando ha sido su propia figura, por lo demás, la que más se ha desmoronado en confianza y adhesión. La que más ha contribuido a frustrar el advenimiento real de la democracia y de la justicia social.
Finalmente, parece saludable la evidencia de que existen partidos y movimientos de izquierda que no logran capturar el apoyo ciudadano, lo cual es atribuible a su discursos vacuos, faltos de propuesta, como a las desmedidas ambiciones personales de sus archi consabidos caudillos. Todo lo cual le señala a la Izquierda una refundación profunda, genuinamente democrática y generosa. En la que se reconozcan nuevos y sólidos liderazgos políticos y éticos.