La caída de los precios de las materias primas evidencia la fragilidad de la relación económica entre China y América Latina que en la actualidad registra una importante desaceleración en las transacciones comerciales, situación de la cual Estados Unidos busca sacar ventaja a fin de reposicionarse en la región.
El gobierno chino decidió apoyar la construcción de grandes obras de infraestructura en América Latina, que seguramente serán edificadas con materiales provenientes del gigante asiático por medio de la creación de diversos fondos de infraestructura con los gobiernos latinoamericanos que alcanzaron un total de 45,000 millones de dólares en 2015.
De esta manera, el interés que el gigante asiático mantiene hacia América Latina está enfocado básicamente en el financiamiento de proyectos de infraestructura que garanticen la provisión de materias primas. La puesta en marcha de ambiciosas iniciativas de alcance continental para transportar los recursos naturales de la región hacia el Pacífico así lo evidencia.
La construcción del Canal de Nicaragua, por su parte, cambiará la relación geopolítica de China con América Latina, ya que el tránsito de mercancías será realizado con el apoyo de la seguridad proporcionada por el gobierno nicaragüense, con lo cual, Washington no tendrá ningún tipo de control militar sobre esta zona a partir de 2020[i].
No obstante, la construcción de infraestructura en América Latina derivada de las inversiones de China no conseguirá aumentar sustancialmente el valor agregado de las exportaciones latinoamericanas, pues esos proyectos de inversión sólo aseguran una alta rentabilidad de corto plazo. Esta situación no modificará la estructura primario-exportadora de los países latinoamericanos[ii].
Por añadidura, las nuevas relaciones estratégicas que China ha logrado consolidar con varios países de Asia y el Medio Oriente (Rusia, Arabia Saudita e Irán) con el fin de diversificar sus fuentes de suministro de recursos naturales estratégicos, intensificará la competencia con los países latinoamericanos por el mercado chino.
En este sentido, la sobreproducción de petróleo impulsada por la competencia internacional sigue acentuando la tendencia deflacionaria del precio del petróleo cotizado actualmente a un precio de 50.35 dólares el barril en los mercados internacionales, que terminó por disminuir aún más el ritmo de crecimiento de las economías latinoamericanas.
Los intentos de los países miembros de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por estabilizar el precio del petróleo resultan aún insuficientes. El cartel petrolero y Rusia acordaron una reducción de la producción de 700,000 barriles por día, cifra que representa solamente 1% de la producción mundial de petróleo[iii].
Adicionalmente, las empresas exportadoras chinas intensivas en trabajo con problemas de sobrecapacidad registran una desaceleración de la demanda de materias primas provenientes de América Latina, lo cual dificulta el relanzamiento de la relación comercial con el gigante asiático.
La presión de Washington sobre Beijing provocó el compromiso del gobierno chino de reducir un 13% del exceso de la capacidad productiva durante el período 2014-2020 en la pasada cumbre del G-20, por lo tanto, no es previsible un aumento sustancial de la demanda de materias primas por parte de empresas exportadoras[iv].
Por otro lado, las empresas exportadoras chinas también acentúan la tendencia deflacionaria en la economía mundial dado el precio reducido de sus mercancías comercializadas en los mercados internacionales en los sectores productivos que operan con sobrecapacidad.
El precio reducido de las mercancías producidas por las empresas exportadoras chinas en los sectores intensivos en trabajo tienen una fuerte penetración en los países latinoamericanos, lo cual afecta la rentabilidad de las empresas latinoamericanas, ya que disminuye la producción nacional, la inversión privada y la generación de empleos.
De esta manera, las empresas latinoamericanas ya iniciaron demandas antidumping por prácticas inequitativas de competencia comercial de parte de las corporaciones chinas pues éstas reciben el apoyo de su gobierno a través de ayudas estatales bajo la forma de inversión pública, subsidios y créditos bancarios[v].
Las consecuencias serían graves para las empresas chinas con la disminución de las importaciones de los países latinoamericanos provenientes de China, que ya recibieron las restricciones comerciales de Estados Unidos y desacelerarían aún más las transacciones comerciales entre China y América Latina.
La respuesta del gobierno chino fue atenuar los efectos regresivos de la sobrecapacidad de los sectores intensivos en trabajo a través del aumento del consumo por medio de incrementos salariales, prestaciones sociales y servicios públicos, con el fin de crear una clase media favoreciendo la demanda de alimentos provenientes de América Latina.
Sin embargo, la deslocalización productiva de las empresas chinas en los países asiáticos con salarios inferiores amenaza con destruir los esfuerzos del gobierno chino de cambiar la estructura del nuevo modelo productivo basado en la demanda interna, lo cual limitaría el aumento de los salarios y la demanda de alimentos en China[vi].
Las dificultades económicas de los países latinoamericanos para apoyar las exportaciones con destino al gigante asiático provocaron un acercamiento comercial de las economías más grandes de la región como Brasil y Argentina con Estados Unidos.
Este acercamiento comercial con Estados Unidos podría ser el primer paso para abrir las negociaciones sobre la incorporación de los países latinoamericanos con un mayor peso económico en América Latina a los proyectos de integración (TPP y Alianza del Pacífico) impulsados por Washington.
La consolidación de los proyectos de integración apoyados por Estados Unidos permitiría recuperar el terreno perdido en la participación de las exportaciones latinoamericanas que pasó de 60 a 40% durante el período 2000-2014 con el ascenso de China como primer socio comercial de varios países latinoamericanos principalmente en el Cono Sur[vii].
Sin embargo, el retraso de la aprobación del TPP en el Congreso norteamericano debido a las consecuencias perniciosas para la industria local, el nivel de los salarios y la pérdida de empleos, pone en cuestión la capacidad de Washington de revertir el golpe asestado por China en América Latina.
Por otra parte, el gobierno chino desea también mantener su influencia económica en América Latina con el anuncio de la incorporación de Brasil y la candidatura de varios países latinoamericanos (Venezuela, Chile, Colombia) en el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII) a principios de 2016[viii].
De esta manera, la participación de los países latinoamericanos en las cadenas de valor de Asia fortalecería las relaciones económicas con el gigante asiático e incrementaría las transacciones en el comercio intrarregional con el financiamiento de proyectos que apoyen la integración productiva en el continente asiático.
No obstante, los proyectos de inversión financiados por el BAII avanzan con demasiada lentitud, puesto que incluyen solamente el financiamiento de cuatro pequeños proyectos en el continente asiático, de tal suerte que aún no se contemplan grandes proyectos de inversión para América Latina en 2016.
Además, los proyectos de inversión financiados por el BAII fueron cofinanciados con el Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo y el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido, instituciones que están fuertemente influenciadas por Estados Unidos, lo cual limita la autonomía del gigante asiático en la inversión de proyectos en América Latina.
De forma similar, el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS financió proyectos de inversión por un monto de apenas 811 millones de dólares en los países miembros (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y firmó un memorándum de entendimiento con el Banco Mundial para financiar proyectos conjuntos en las siguientes operaciones de la entidad financiera[ix].
Por lo tanto, la voluntad de Beijing se dirige a fortalecer las relaciones con las instituciones financieras dominadas por Washington que todavía tienen un rol importante en Latinoamérica, lo cual debilita las posibilidades de China de establecer una relación autónoma en América Latina con respecto a Estados Unidos.
Finalmente, el rol de China como exportador de capitales siguió aumentando su presencia en América Latina, donde los bancos estatales chinos proporcionaron préstamos a los países latinoamericanos por un monto equivalente a 29,000 millones de dólares en 2015, cantidad que superó los préstamos otorgados por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo[x].
Pero la nueva fase de la crisis económica mundial caracterizada por la caída del precio de las materias primas alteró las operaciones de los bancos estatales chinos en América Latina, ya que los préstamos se encuentran respaldados por commodities, situación que anteriormente beneficiaba a los países latinoamericanos por medio del precio elevado de las materias primas.
Por lo tanto, el reembolso de los préstamos demanda la sobreexplotación de los recursos naturales de los países latinoamericanos, que están seriamente expuestos a los bancos estatales chinos con el caso representativo de Venezuela por la caída del precio de las materias primas, lo cual enfrenta la oposición de las clases populares.
Por añadidura, la ambición de China de incorporar el yuan en la canasta de monedas de los Derechos Especiales de Giro estuvo acompañada del aumento de la participación en el financiamiento de Fondo Monetario Internacional que pasó casi a duplicar sus recursos financieros a 659,000 millones de dólares a finales de 2015, lo que volvió a dar a Washington el poder de intervenir en los países latinoamericanos en un futuro[xi].
En conclusión, la turbulencia económica global mantuvo la estrecha cohesión de China con Estados Unidos, que resultó en el planteamiento conjunto de la nueva arquitectura financiera a nivel global, lo cual planteó la cuestión del rol que asumirán ambas potencias en América Latina.
· Ulises Noyola Rodríguez es Colaborador en la División de Estudios de Posgrado de Economía en la UNAM.