Con más de 19 meses de duración, la carrera presidencial que tiene como finalistas a Hillary Clinton y Donald Trump se ha convertido no solo en uno de las más contenciosas, sino uno de los más prolongados maratones políticos de la historia moderna.
A diferencia de otros países, donde las campañas pueden tener una duración oficial de apenas dos semanas como en Francia, cinco semanas en Gran Bretaña o tres meses en México, en Estados Unidos se extienden desde casi dos años antes del día de la votación.
La candidata presidencial demócrata Hillary Clinton lanzó su candidatura el 12 de abril del 2015, a través de un video político en YouTube, unos 18 meses antes de las elecciones del 8 de noviembre.
Pero la señora Clinton no fue sin embargo la primera aspirante en ingresar a la arena política en el actual ciclo electoral. El senador cubano americano Ted Cruz se adelantó por un mes de diferencia, anunció sus aspiraciones desde el 23 de marzo del 2015.
Tres meses después, Donald Trump develó sus aspiraciones presidenciales el 16 de junio del 2015 y puso en movimiento lo que sus críticos describen como una de las carreras más divisivas de la política de Estados Unidos, aunque también acaparó un récord de 13,3 millones de votos en las primarias.
La duración de las campañas presidenciales en Estados Unidos está marcada por el estilo de los aspirantes, por la coyuntura política y por la necesidad creciente de acopiar sendas sumas de financiamiento electoral, toda vez que no existe una ley federal que establezca límites formales.
Cada uno de los 50 estados del país define todos los aspectos logísticos y procedimentales de las elecciones, incluidos los requisitos de elegibilidad de los votantes y la realización de las elecciones primarias.
Tradicionalmente los candidatos presidenciales emanados de las convenciones nacionales de sus partidos hacen campaña hasta unas horas antes del día de la votación, toda vez que no existe impedimento formal para suspender los actos de proselitismo, como ocurre en otros países.
Ante la falta de una ley electoral federal, la creciente duración de las campañas presidenciales ha sido complicada en parte por la competencia entre los estados del país en ser los primeros en celebrar comicios primarios, para atraer la atención nacional y multiplicar su influencia en el proceso.
El estado de Nueva Hampshire ha sido el primero en realizar elecciones primarias del país desde el 1977, sin contar con las asambleas de voto de Iowa que se realizan unos días antes. Aunque por ley debe hacerlo el segundo martes de marzo, ha encontrado razones para adelantarlo año con año.
En el 2008, Nueva Hampshire celebró sus primarias el 9 de enero, las movió al 10 de enero en el 2012 y las acercó al 9 de febrero este ciclo electoral, toda vez que su decisión de adelantarlas a enero había obligado a los candidatos a hacer campaña durante las fiestas de Navidad.
Desde la fundación de Estados Unidos, la coyuntura política ha determinado también la duración de las campañas.
Thomas Jefferson encabezó acciones encubiertas contra John Adams desde que aquél asumió la vicepresidencia en el 1797, en tanto que Andrew Jackson nunca abandonó la carrera después de haber acusado a John Quincy Adams de robarle la elección en el 1824, según recuerda el politólogo Larry Sabato.
En la historia moderna, John F. Kennedy y Bill Clinton empezaron sus campañas 11 meses antes de la elección presidencial y Barack Obama lo hizo desde febrero del 2007, 19 meses antes de los comicios de noviembre del 2008, cuando se convirtió en el primer presidente afroamericano de Estados Unidos.
Para evitar los topes del financiamiento electoral público, Obama recaudó en su primera campaña presidencial unos 650 millones de dólares. Por comparación, otro demócrata, Jimmy Carter solo necesitó 14 millones de dólares para su campaña del 1976.