Décadas de lucha por un sueño puede parecer mucho tiempo, pero para quienes tienen la convicción de la justicia de esas acciones y la certeza de que un futuro de esperanza se construye en una nación, los años se convierten en instantes y el pasado se torna dolorosamente inevitable para cimentar el mañana.
Estas reflexiones se desgajan de una conversación sostenida por Xinhua con el jefe máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño alias Timoleón Jiménez o Timochenko, el tercer comandante de esta guerrilla conformada en el 1964.
Heredero de los anteriores dirigentes, Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda) (1964-2008) y Guillermo León, conocido como Alfonso Cano (2008-2011), Timochenko no evade responsabilidades ni edulcora los acontecimientos.
Con total serenidad y el optimismo propio de los revolucionarios latinoamericanos, Timochenko confía en que el Acuerdo Final de Paz firmado con el presidente Juan Manuel Santos el pasado 26 de septiembre en Cartagena de Indias, marcó el inicio de una nueva Colombia.
Se requiere un país con más equidad, donde estén garantizados los derechos elementales de las grandes mayorías, los niños y jóvenes tengan asegurado su futuro y las diferencias sean resueltas a través del diálogo y no mediante el conflicto armado, dijo el comandante de las FARC.
“Una Colombia sin desaparecidos, sin torturados. Es que uno desde que tuvo uso de razón escuchó a los abuelos, a los padres, hablar de los desaparecidos, de los niños masacrados, de las mujeres violadas, esa es la Colombia que no queremos, queremos una Colombia donde eso no se dé”, consideró.
Ese fue el motivo que empujó a inicios de la década de los 60 a un grupo de rebeldes con conciencia a alzarse en armas contra un sistema injusto y excluyente, rememoró el líder guerrillero.
Un método de lucha que se transforma a la luz de las conversaciones que durante casi cuatro años protagonizaron en La Habana, Cuba, delegaciones del gobierno de Santos y de las FARC.
En otras ocasiones, el comandante Timochenko ha dejado claro que dialogar no es claudicar, tampoco reconciliar es olvidar, pero para un país con más de medio siglo de conflicto interno, 300 mil muertos, 90 mil desaparecidos y siete millones de desplazados, según cifras oficiales, ha llegado el momento de la paz.
“Si queremos dar nuestro aporte, tenemos que ir más allá del rencor, del odio y de la venganza. Hay que tener una posición altruista al decir que es la paz de Colombia lo que nos interesa, cuando se tiene un espíritu vengativo se pierde la proyección política de lo que estamos haciendo”, afirmó.
Explicó que en el acuerdo están planteados los mecanismos para resarcir los daños humanos ocasionados por una confrontación bélica de tanta duración, dentro de ellos la conformación de una comisión del esclarecimiento de la verdad.
“Eso es algo muy importante, y es a lo que le teme mucha gente. Nosotros no le tememos, más bien lo reivindicamos. Por eso se ha planteado la justicia especial para la paz que se basa en el reconocimiento de la verdad, en la justicia, en la reparación a las víctimas y en la no repetición de estos hechos”, señaló.
Unido a esto, confesó Timochenko, las FARC han pedido perdón a diferentes comunidades, como Bojayá, el Valle y La Chinita, donde sucedieron hechos por los que “nos sentimos sumamente adoloridos y esperamos que los demás hagan lo mismo para que en conjunto reguemos ese bálsamo que cubra las heridas”.
Esas cicatrices provocadas por el conflicto son hoy el impulso de quienes siguen apostando por el despertar de una sociedad que se reinventa cada día y lucha con todas sus fuerzas por edificar un país sin violencia, desde el anonimato de esas grandes mayorías ignoradas por décadas que se vuelcan a las calles para exigir ser escuchadas. Se trata de “minorías” étnicas, políticas, raciales, sociales, como les llaman los grandes medios de comunicación, y que sumadas conforman a un pueblo en resistencia, dispuesto a defender su porvenir.
En este contexto, las FARC se alzan como una alternativa tangible para quienes ven en su proyecto político el cambio que necesita el país, por el cual han luchado durante dé cadas cientos de miles de colombianos. Aunque para “Timochenko” la esperanza está en la gente, “pero eso solo se logra generando conciencia, cultura política, una verdadera educación y no de desinformación. Creo que todo esto que estamos construyendo va creando ese ambiente y somos optimistas”.
Más de medio siglo de las FARC como movimiento político en armas, con sus aciertos y cuestionamientos, avalan esta valoración del comandante guerrillero, quien en carne propia vivió gran parte de las arremetidas de los 13 presidentes que han intentado aniquilar a la guerrilla más grande de Colombia sin tener éxito.
“Ellos ensayaron con las FARC todo lo posible. A nosotros nos aplicaron toda la tecnología militar, la guerra sucia y psicológica y no pudieron derrotarnos. Sí nos golpearon, pero llegó un momento que hasta para sus mismos intereses económicos y políticos les favorecía llegar a un acuerdo. Aunque lo fundamental fue nuestra resistencia”, explicó.
La conjunción de estos y otros factores llevaron a que el gobierno del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y las FARC comenzaran en noviembre del 2012 en La Habana la fase pública del diálogo.
El diálogo concluyó con la firma de un acuerdo de paz hace menos de un mes, y ahora, ante la estrecha victoria del “No” en el plebiscito del pasado 2 de octubre que buscaba refrendar el pacto mediante el voto popular, ambas partes estudian nuevas propuestas para “enriquecer” lo convenido.
Dentro de un tiempo que se prevé “corto”, se logrará encontrar una solución a la actual coyuntura, y las FARC dejarán definitivamente las armas e irrumpirán en el escenario político colombiano como una organización legal.
Un partido donde converjan todos los movimientos populares que defienden la paz del país y que tendrá como primera misión convocar a un congreso nacional para definir su estructura orgánica, el tipo de dirección y elegir a sus líderes. Sin embargo, para Timochenko la prioridad en estos momentos es implementar los acuerdos alcanzados con el gobierno y construir la paz, por eso afirma no tener ningún interés en recibir ofertas para ocupar cargos públicos o políticos una vez finalice este proceso.
“Lo que estamos es tratando de generar condiciones para que se abran las compuertas de la participación política. Que tengan voz los que nunca han tenido voz. Eso es lo que nosotros queremos, lo demás la lucha y la organización lo irá colocando a uno donde considere que puede cumplir mejor su papel”, señaló.
Aún más si se toma en consideración que todavía permanece latente la cruzada que exterminó a la organización de izquierda Unión Patriótica en la década de los 80, donde más de 3 mil 500 militantes, dirigentes políticos y luchadores sociales fueron asesinados por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado colombiano, por paramilitares y narcotraficantes.
“Por eso fueron un poco lentas algunas etapas de la negociación y pactar el acuerdo, porque necesitábamos las garantías que están allí en el acuerdo.
Aunque todo va a depender de muchos factores, de que las grandes mayorías se apropien del acuerdo, lo hagan cumplir y la comunidad internacional no nos vaya a abandonar”, explicó Timochenko.
En ese sentido, también recordó que ya existe una comisión de alto nivel encabezada por el presidente Santos y donde las FARC tienen participación, instancia encargada de proyectar la estrategia en la lucha contra el paramilitarismo, uno de los flagelos que más perjudican al proceso de paz.
También se crearon misiones técnicas, las cuales tienen la responsabilidad de estructurar las medidas de seguridad para cada uno de los líderes guerrilleros, para las distintas zonas del país donde las FARC tienen incidencia y sus respectivas sedes políticas.
Se abre entonces un nuevo panorama político en Colombia, ahora completado con el reciente anuncio del inicio de la fase pública de conversaciones de paz entre el gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN, el segundo grupo guerrillero más grande del país), el venidero 27 de octubre.
Nosotros creemos que los compañeros del ELN van a aportar mucho, le van a imprimir una dinámica al proceso que de pronto uno no alcanza a apreciar bien su dimensión. Se va a acelerar la construcción de la paz de Colombia con la participación de ellos, creo que era imprescindible”, apuntó Timochenko.
Colombia, inmersa actualmente en un volcán de emociones, dudas, inquietudes, injusticias y obstáculos, no es exactamente la que sueñan el comandante guerrillero, las FARC, ni el pueblo más humilde.
No obstante, todos coinciden en que los desafíos por vencer deben hacerse en colectividad y con la bandera del perdón, claves para materializar las metas futuras y edificar una Colombia que acoja a todos por igual.