El Estado no falla cuando se trata de cazar mapuches, apalear niños y financiar zánganos. Pero cuando se trata del homicidio de casi mil niños, entonces ahí el Estado falla. Ahí somos todos responsables.
Vergüenza debería darle, presidenta, ocultar sus responsabilidades en la manida expresión que el Estado falló, de que los responsables somos todos, que hemos fallado como sociedad.
¡Presidenta, hágase cargo de su ineptitud, de su gestión incapaz!
El Estado no se manda solo, Presidenta. Usted es la responsable de su administración, la jefa de los ineptos de ministros que tiene, de sus jefes de servicio, que tiene sus puestos por favores políticos y por la repartija corrupta de su administración.
Y si no se la puede, como queda en evidencia, entonces para qué mierda se mete a gobernar.
Si no tiene idea de política y solo llegó donde está abusando de el hecho de ser mujer y aupada por las castas que la utilizaron para perfeccionar el legado de Pinochet por medio de su cara en apariencia empática y cercana, arrepiéntase y váyase.
En este país, señora presidenta, jamás ha habido transición alguna.
Lo que ha habido es una dictadura en seco, en donde no están los milicos en las calles, pero están en sus oficinas secretas llevando puntual registro de todo. En donde la represión se ejerce igual que antes, aunque ahora avalada por el Estado de derecho, que no es otra cosa que el derecho que asume el Estado de castigar, torturar, y matar al amparo de las leyes. De sus leyes, presidenta.
Y, a pesar de que se vota cada dos años, aún hay gente torturada, amenazada, asesinada incluso desaparecida y perseguida aquella que lucha por sus derechos. En el territorio mapuche la violación de sus derechos a hombres mujeres y niños es cosa diaria. Diaria, presidenta!
Ahí el Estado, su Estado, no falla.
Pero la peor herencia viva de la tiranía es la cultura neoliberal que usted y sus cómplices han perfeccionado de la peor forma: investida de un tono democrático que la hace casi invulnerable a la crítica.
La peor tiranía es la que no parece que sea.
Aún reinan todas las leyes del tirano que entregaron las riquezas de todos los chilenos a las manos rapiñas de los mimos poderoso de siempre, es decir, sus propios amigos, presidenta. Para quienes usted tiene manga ancha y el corazón abierto, a los que recibe en su despacho cuando les da la gana ser recibidos.
Decir que el Estado falló es decir en forma velada que usted falló.
Falló al aceptar su segunda vez sin tener dedos para el piano. Su supuesto liderazgo no es otra cosa que una puesta en escena que detrás de las bambalinas ocultan a los que de verdad mueven los hilos, sus hilos del poder.
Su pretendida cercanía con la gente es una carita. Un emoticón.
Usted es una fanática de los milicos y los poderosos. Y a vista y paciencia de todos, incluso los que fuimos casi destazados por ellos, se atreve a cantar para todo Chile y en directo, Los Viejos estandartes, himno favorito del tirano y que cantan a voz en cuello los comandos del Ejercito en una desafío flagrante y en una amenaza velada, tal la de los cobardes.
Usted es la creadora de la Ley de Responsabilidad juvenil que no hizo más que agregar penas a los ya condenados niños pobres que caen en la delincuencia porque no hay más horizonte. Y no sirvió de nada. Porque era una falsedad de punta a cabo. Y fue hecha solo porque la derecha, sus amigos, le exigían sangre. . Pero fue una ley falsa, vacía, sucia, que dejó las cosas peor de lo que estaban.
No puede alegar desconocimiento ni echar la culpa a que todos fallamos. No. Los pobres no han fallado nunca. Ustedes les han fallado en cada negocio espurio, en cada arreglín con golpistas y ultraderechistas. Usted y sus gobierno le han fallados a la gente que les creyó. Y, por cierto que es algo que poco y nada les interesa, les han fallado vuestras propias memorias de gentes que alguna vez, se supone, levantaba el puño con genuina convicción.
No tiene moral presidenta, para adjudicar a todos una responsabilidad que las leyes y el sentido común depositan en su gestión, en su investidura, en su cargo.
Es fácil decir el Estado falló, que fallamos todos. Decir que fuimos todos siempre ha sido un recurso de quienes no son capaces de reconocer su responsabilidad. Decir responsable somos todos es como decir nadie es responsable.
No se esconda, presidenta. Apechugue. El poder tiene su lado B y usted quiere solo vivir el lado bonito.
La muerte de miles de niños por su dejación, por su irresponsabilidad, por su falta de gestión y juicio, no puede ser endosada a los 17 millones de habitantes. Usted es la responsable número uno. Luego viene la casta de políticos corruptos que han hecho de las ofertas y los malabares el método para hacerse del poder que no quieren dejar.
Ustedes merecen un juicio ya no de la historia, que ya sabemos para donde emite siempre sus veredictos.
Merecen el juicio de la gente enrabiada, embroncada, engañada, esa que cada día que pasa junta un poco más de odio, el que espero se despliegue alguna vez de la manera más letal sobre todos los que han hecho de traicionar a la gente humilde, un trabajo bien pagado.