En los debates presidenciales, en general, no se ha vuelto a repetir el KO que le asestó John F. Kennedy a Richard Nixon, por consiguiente, si mucho más público participa de ellos a través de las redes sociales, el resultado, por lo general, a ser por decidido por puntos que conceden las encuestas y los especialistas en temas relacionados con la probidades electorales.
En el caso del debate Clinton-Trump, Clinton no sólo ganó en las encuestas, sino también en el puntaje concedido por los analistas políticos. En estos combates de boxeo electoral, en primer lugar hay que tener en cuenta las expectativas que despertaba cada uno de los contrincantes: se creía que Clinton podría presentarse debilitada a raíz de su reciente enfermedad, además de su fama de poco veraz; de Trump se esperaba que golpeara fuerte e intentara noquear a su rival.
En el debate ocurrió justo lo contrario: Clinton fue directo al ataque en temas cruciales, por ejemplo, la falta de transparencia de Trump al no dar a conocer al público su declaración de impuestos, sembrando así la duda respecto a su carácter de millonario o, lo que es más grave, la falta de ética al tratar de esconder un posible engaño al fisco y, en consecuencia, a los ciudadanos. Trump respondió a la requisición de Clinton acusándola, nuevamente, de sus famosos mails, pero Hillary Clinton estuvo genial al reconocer, sin ambages, su error, cerrando de esta manera toda posibilidad de réplica.
Donald Trump solamente logró anotarse algunos puntos a su favor en el tema de la economía, insistiendo en poner fin al NAFTA y, más recientemente, al Tratado de Transpacífico. El aislacionismo no sólo es atractivo para el sector social que apoya a Trump – blancos, obreros y, en general, gente de capas medias y también habitantes de América profunda – sino también en sectores que apoyan a Clinton.
En esta primera parte del debate se presentaron dos visiones de Estados Unidos: la aislacionista y la abierta a los Tratados de Libre Comercio. Clinton sí logró un triunfo importante al atacar la rebaja de impuestos, propuesta por Trump, de rebajar los impuestos de un 30% a un 15%, recordándole que esta fue la política de George W. Bush, que condujo a la grave crisis sub prime.
Trump, muy mal asesorado a mi entender, ablandó su duro discurso contra los inmigrantes, por ejemplo, no mencionó en ningún momento sobre la construcción del muro y la expulsión de los inmigrantes ilegales, seguramente, para intentar ganar el decisivo voto de los afro-americanos y de la gran masa latina – el 99% de los primeros vota por Clinton y el 70% de los hispanos -. Al intentar ablandar su discurso chauvinista de poco le sirve, pues en esta etapa de la campaña presidencial, estas capas sociales ya tienen definida su opción. Lo importante es ver la capacidad que pueda tener Clinton de convencerlos para que vayan a votar, es decir en chileno, “acarrearlos”.
En otro tema del debate, Donald Trump intentó centrar el clivaje entre los políticos y la ciudadanía, reiterando que Clinton representaba, a la perfección, a los primeros: treinta años de vida política y de haber ocupado cargos muy importantes, como primera dama, secretaria de Estado y senadora, y Trump, en cambio, es un recién llegado a la política, y que exhibe como mérito ser un multimillonario y un genio en comunicaciones. Explotar la antipolítica le ha dado buen rendimiento a Trump en los sectores que lo apoyan, pero al parecer, esta vez no logró poner en ridículo a Clinton, como perteneciente a una élite política corrupta, como tampoco pudo presentarla como la culpable de la decadencia de Estados Unidos.
Al final del debate Hillary Clinton golpeó, a su gusto, a su rival, especialmente sobre el tema de su desprecio a la mujer, sobre todo latina y afro-americana, a quienes trata de “cerditas” y, poco menos que estúpidas. Resalto el caso concreto de una mujer latina que había sido maltratada psicológicamente por Trump, y que ahora, ciudadana norteamericana, había decidido su voto por Clinton.
En definitiva, ninguno de los dos candidatos atrae especialmente a los norteamericanos, y en las encuestas se está midiendo cuál de los dos miente más; en este caso ganó, al parecer, Trump.
Las encuestas de opinión no reflejan lo que verdaderamente ocurre en la sociedad norteamericana, y lo más posible es que Hillary Clinton gane algunos puntos, pero que sean acortados luego por Donald Trump, y previo al próximo debate del 9 de octubre, nuevamente se encuentren en un empate técnico.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
27/09/2016