Noviembre 18, 2024

La columna Peña contra Guillier

Por medio de su voz u opinión autorizada –el columnista y rector de la UDP Carlos Peña– este domingo, en pleno “Dieciocho”, se ha alzado el inefable diario El Mercurio de Chile en contra de la candidatura presidencial del senador Alejandro Guillier. ¿Acción prematura, tal vez, habida cuenta de que el conocido senador y periodista todavía no inicia siquiera su precandidatura? ¿O bien oportuna maniobra, quizás, ya que Guillier podría disputar con alguna peligrosa verosimilitud las opciones presidenciales que El Mercurio discretamente promueve y prohija?

 

 

En una breve incursión con sonsonete pseudo-hermenéutico en torno al “significado de Guillier”, el rector Peña denuncia la cercanía del senador con el Partido Radical y evoca la conexión histórica de éste con aquellas “capas medias” que en el Chile del siglo XX dieron sustento al llamado “Estado de compromiso” (1932-1970). Pero advierte que las nuevas capas medias de hoy ya no son las de entonces: que en ellas nada queda de “la nostalgia que los sobrevivientes de la vieja clase media sienten por el Estado y la antigua educación pública”. En una rápida lección de sociología silvestre el columnista Peña nos recuerda que estos “nuevos grupos medios” sólo tienden al “consumo conspicuo” (o sea, el que “confiere estatus”) y carecen de toda conciencia de clase o de pertenencia, ya que tan sólo tienden, con creciente intensidad, a la “individuación”.

 

El Partido Radical, por consiguiente, ha quedado desposeído hoy por hoy del sustento histórico que le proporcionaban otrora unas clases medias ahora inexistentes, sustituidas en la actualidad por aquellos “nuevos grupos medios” “surgidos al abrigo de la modernización capitalista”. Su “languideciente” estado político actual pareciera proceder de esta situación, unida a su improbable capacidad de “acompasarse” al neocapitalismo imperante.

 

¿Y el senador Guillier y su precandidatura? Tras el preámbulo histórico-sociológico referido, complemento retórico que anticipa la operación subsecuente, viene esta misma: una andanada de disparos al cuerpo de la víctima, todos lanzados desde la cómoda tribuna inexpugnable de El Mercurio. Alejandro Guillier, su persona y su personalidad, “hasta ahora no destaca por sus ideas, sino por la rigurosa precaución de no expresar ninguna”; su “evaluación y conocimiento público” no procede de su “desempeño o reflexión política”, sino que es tan sólo “el resultado fortuito de los medios”, puro efecto de “la habilidad para emitir frases generales”; en suma, trátase únicamente de “una personalidad atractiva por lo inocua”.

 

En este punto hace su entrada con discreta elegancia la cuestión hermenéutica: con ella arma Peña su tóxica saeta certeramente dirigida al corazón de su objeto. La candidatura de Guillier no tendría significado político alguno, a lo sumo tan sólo un significado social: la desvalorización del “liderazgo”, la importancia de la “visibilidad de los medios”.

 

Para nada pretendo en estas líneas salir en defensa del senador Guillier ni de su precandidatura. Desde luego, ni siquiera les hace falta semejante lance. Pero debo observar que el tóxico disparo de Peña se parte en dos y en el aire antes de siquiera acercarse a su meta. El columnista Peña, en efecto, no puede impedirse y refrenarse de exhibir y denunciar el innegable significado político de la candidatura del senador Guillier: ésta no sólo expresaría la “delicuescencia” del radicalismo chileno (entiendo la expresión en el sentido de “decadencia” y disolución”, no tanto en el de “licuefacción”, como la que podría achacarse al Partido Radical en su súbita inclinación en favor de Guillier); igualmente revelaría “la levedad que ha adquirido la política”, no menos que “la desorientación de la centroizquierda”. Son las palabras del propio columnista, nótese.

 

¿Qué podría significar todo esto? ¿Se revelan nexos inconscientes entre la contradicción del columnista y la persistencia de la figura de su adversario político?

 

Creo poder concordar tal vez en algún punto con el rector-columnista en el respecto que nos ocupa, pero merced quizás a ciertas modificaciones en los giros y palabras usados en relación al tema. Juzgo razonable considerar que la candidatura de Guillier configura un síntoma político en Chile: no sólo indicativo de una cierta “delicuescencia” que pudiese afectar a partidos como el radical y otros, a coaliciones políticas como la de gobierno y la de oposición, sino revelador de la “gasificación” del conjunto de la casta política chilensis tras el proceso de más de cuatro décadas de su sumisión, sujeción y humillación al cohecho y predominio del poder neocapitalista triunfante. La propia columna de Carlos Peña que comentamos sea parte, tal vez, del síntoma que se despliega de modo irradiante y viral a partir de la precandidatura presidencial de Guillier.

*Profesor y escritor.

 

 

 

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