Los dos candidatos presidenciales están en una competencia entre cual es el más repudiado por el electorado y por ahora están virtualmente empatados, pero no porque el republicano Donald Trump esté repuntando sino porque la demócrata Hillary Clinton se sigue desplomando.
Pocos pronosticaban que el concurso sería tan cerrado a siete semanas de la elección, sobre todo por la presencia de uno de los candidatos republicanos más débiles y dañados en décadas. Pero nadie contaba que la demócrata sería casi igualmente débil y dañada. Desde hace meses, ambos se distinguen por ser los candidatos más reprobados por el electorado en la historia moderna.
Sólo un tercio de los votantes tienen percepciones positivas sobre estos dos candidatos, según el sondeo más reciente de CBS News/New York Times. Un 67 por ciento cree que él sería una opción riesgosa, y 51 por ciento dice lo mismo de ella. Ante esto, ambos buscan beneficiarse del voto en contra de su rival.
“Si el autoritario llega a la presidencia representará el peligro más extremo a la democracia estadunidense desde 1860 (año en que estalló la Guerra Civil)”, comentó recientemente Adam Gopnick, veterano reportero del The New Yorker. Y eso es la mejor y última carta de Clinton en este juego electoral: su equipo está apostando a que el temor a Trump, más que las virtudes de ella, será lo que al final la llevará a la Casa Blanca.
Es un juego peligroso y es resultado de un fracaso. La campaña basada en destacarla como “la candidata más preparada para la presidencia en la historia” como ha dicho el presidente Barack Obama y otros líderes demócratas, no ha funcionado.
No hay duda de que goza de una amplísima experiencia política, que domina los temas principales, que tiene un aparato político muchísimo más sofisticado y extenso y más financiamiento que el de su contrincante y que la cúpula política y económica la prefiere ante la alternativa. Pero a pesar de ello, no ha logrado imponerse tal como muchos dentro y fuera de su equipo suponían que haría en la recta final de esta elección que culminará el 8 de noviembre.
Las tendencias en las encuestas nacionales y en los modelos de pronóstico electoral durante las últimas tres semanas sólo han ofrecido malas noticias para ella. Una buena parte registran una reducción continua, con Trump manteniendo su nivel de apoyo llegando a un punto de empate técnico.
Aún más preocupante para ella son las encuestas en los estados claves que definirán al final esta elección donde Trump ahora goza una ventaja en Ohio, Florida y Iowa, y ha reducido la ventaja de Clinton en otros siete estados. Con ello, si la elección fuera hoy Trump podría ganar el mismo número de votos electorales después de que hace sólo 6 semanas gozaba de una ventaja proclamada como insuperable, según Politico
En los principales modelos de pronóstico, la ventaja de Clinton se desplomo de 70 por ciento de probabilidad de ganar a solo 60 por ciento en la de FiveThirtyEight, y por un punto menos cada día durante dos semanas en la del Upshot del New York Times, de 90 a 75 por ciento. El analista Nate Silver, de FiveThirtyEight, afirmó que “los demócratas deberían tener pánico si las encuestas siguen así en otra semana más”.
Todo esto nutre el optimismo en la campaña de Trump, y republicanos de repente están expresando que su candidato verdaderamente tiene una buena posibilidad de llegar a la Casa Blanca. “Tenemos tanto el ímpetu como la dinámica del entusiasmo por ahora”, comentó Kellyanne Conway, la encargada de la campaña.
Sondeos como el de CBS News/New York Times, entre otros, indican que Clinton ha perdido terreno entre mujeres, entre liberales, y más recientemente hay alarma por la falta de apoyo entre los llamados “milenarios”, o sea, el sector joven que ahora resulta será más clave de lo que sus estrategas imaginaban.
Todavía, el apoyo que se suponía era automático entre afroestadunidenses y latinos es menos sólido de lo que se calculaba, y muy por debajo de los niveles alcanzados por Barack Obama en sus dos elecciones, con los expertos señalando que no hay gran misterio por esto: Clinton no está generando suficiente entusiasmo entre estas filas porque no confían en ella y/o sencillamente les cae mal.
Esto está alarmando por primera vez en este ciclo electoral a los líderes y estrategas demócratas. “Estados Unidos es mejor que Donald Trump”, afirmó ayer Clinton en un acto con universitarios – jóvenes que de repente necesita urgentemente la demócrata después de despreciarlos por su apoyo mayoritario a Bernie Sanders en las elecciones primarias delpartido.
“Tenemos que enfrentar este odio, no podemos dejarlo proceder”, advirtió. Sanders ahora está participando en actos para fomentar el apoyo de jóvenes y de trabajadores blancos, donde él tiene más apoyo que Clinton, para ayudarla derrotar a Trump.
A la vez, todos entienden que el “arma secreta” de Clinton es el terror ante Trump de amplios sectores, incluyendo los jóvenes, que votarán por ella sólo para derrotarlo.
Pero eso no cambia la obra electoral más mediocre en tiempo recientes. Con el hackeo de correos electrónicos del aún estimado (algo misterioso) Colin Powell, general y ex secretario de Estado, se reveló que él opina -como una mayoría del país- que ambos candidatos estándañados: a Trump lo considera “una desgracia nacional” y un “paria internacional”; y en torno a Clinton expresó que “prefiero no tener que votar por ella” al caracterizarla como una figura con un largo historial de “ambición desenfrenada, avariciosa, no transformativa”.
Más aún, manifestó su irritación por su manejo del escándalo sobre los correos electrónicos, y escribió en un correo que “todo lo que toca H.R.C. [Clinton], como que lo friega con su hubris (arrogancia en griego)”.
Eso resume de cierta manera lo que sienten muchos, tanto dentro de las filas profesionales de la política como ciudadanos. Y eso está definiendo por ahora esta contienda.