Es un abuso golpear a un pobre anciano: así está ocurriendo con el periodista y ahora senador, Alejandro Guillier y el ex Presidente, Ricardo Lagos Escobar. La lanzada a la piscina sin agua no le ha resultado a Lagos, y sólo dejó felices a los pateros de siempre y a los bolseros de la Concertación, como también a empresarios bancarios, que siempre lo han estimado tanto como a su caja fuerte.
Estos dos posibles candidatos a la presidencia de la república tienen en común, el primero, haber pertenecido al Partido Radical antes de ser PPD y socialista y, el segundo, de ser el candidato de este Partido. Como se puede ver, en política ninguna persona o partido político muere: baste recordar las acaloradas luchas presidenciales que se daban en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) para nominar al candidato presidencial, en 1938, entre Pedro Aguirre Cerda y el ibañista Juan Antonio Ríos; en 1941, entre Gabriel González Videla y Juan Antonio Ríos; sólo en 1946, González Videla no tuvo contendor, pues Ríos había muerto y los comunistas lo apoyaban con fervor – más tarde, durante su mandato, los envió a Pisagua y, a Neruda, a escribir el Canto General y huir allende la cordillera -.
En una sociedad anómica, en que la brecha entre la ciudadanía y los políticos se hace cada vez más profunda y, como consecuencia, la abstención va a ser pantagruélica – lo que importa poco para dar legitimidad al sistema, pues ¿quién dijo que la democracia se basaba en el sufragio universal y que el voto de los pobres y ricos valen igual? Los “rotos” siempre tienen que votar entre “Coca Cola y Pepsicola”, es decir, entre los candidatos que los partidos les designen. Las elecciones, desafortunadamente, no son la esencia de una democracia, por ejemplo, en México ha habido siempre elecciones a partir de la década del 20 y es, como lo decía genialmente Mario Vargas Llosa, “es una dictadura perfecta” – claro está, cuando aún no era un neoliberal -. Argentina intentó imitar este modelo, con Juan Domingo Perón, pero no resultó; también en Perú, con el APRA, de Alán García y con Velasco Alvarado, este último, de corte militar populista.
En las elecciones municipales chilenas ad portas, pero con una ciudadanía desmotivada y ajena al quehacer nacional, había que ser muy mal alcalde para no ser reelegido, en un sistema electoral mayoritario: la mayoría será reelegida, salvo en las comunas emblemáticas de Santiago, La Florida, Providencia, y tal vez, Valparaíso, pues en estas municipalidades juega más la opinión política que los problemas vecinales a solucionar.
Volviendo a la elección presidencial, es un buen signo el que haya varios candidatos y, en este supermercado de ofertas, cada ciudadano puede elegir el que más le acomode, así los productos apenas tengan diferencias sutiles.
En Chile hay un dicho popular muy sintomático: “lo conocí naranjo”, es decir, que un gran personaje y, además, exitoso, fue compañero de curso y de aventuras juveniles. Algo de esto les pasa a los Jesuitas chilenos con el Papa Francisco – ya anunció su visita al país, ¿para dar piso moral al Obispo Barros, de Osorno? -. Con los candidatos a la presidencia de la nación la gente también busca a alguien más cercano, con cara de pueblo y lo más lejano posible de la vieja casta política, perfumada y corrupta.
El dicho “lo conocí naranjo” puede convertirse en un buena explicación de por qué las encuestas tienen buena apreciación, por ejemplo, por Leonardo Farcas y, en menor grado por Guillier, y antes por el animador de Sábados Gigantes, don Francisco, ¿y por qué no Zamorano y Salas?
El pueblo es sabio, pues a veces se elige como presidente a personas corruptas, sólo por el hecho de ser digitadas por los medios de comunicación y por las mafias políticas – véase, para no hablar sólo de Chile, a Peña Nieto, en México, o Nixon y Bush, en Estados Unidos -.
Dejémonos de necedades: si la elección de presidente de la República se realizara el próximo domingo, lo más posible sería que los pocos electores que fueran a las urnas, optarían por el más pillo, codicioso y que mezcla el dinero y política, Sebastián Piñera Echeñique, pues los pueblos terminan por elegir al que mejor zafa de la justicia.
Afortunadamente, Piñera va a ser amagado, en su tierra derecha, por Manuel José Ossandón quien, de seguro, ya cuenta con un 10% de apoyo popular y podrá transar con Piñera, en muy buena forma, en la segunda vuelta.
La Nueva Mayoría está más complicada que nunca: se sabe que ninguna combinación política va a elegir como candidato a un perdedor, (me da la impresión que este es el caso de Ricardo Lagos, que por mucho que publique libros, se presente como filósofo decadentista de la historia, que quiera pasar por Jesucristo sin ser crucificado y que, además, tengan tan devotos discípulos, buenos para atesorar riquezas, no podrá triunfar si no convence a la izquierda de que no es el mozo de los empresarios).
Por su parte, los empresarios que han ganado millones de dólares en este Chile en decadencia tienen dos cartas a elegir: Piñera o Lagos y, en fondo, aun cuando Lagos sea de su agrado, al final, terminarán votando por el “más mejor, es decir, el que tenga más posibilidades de triunfo.
En las carreras de caballos, los empresarios son más pillos que el ingenuo Arturo Vidal o bien, el cabo Cruz, del “Milicogate”, que siempre compran boletos ganadores.
Por otra parte, el candidato Marco Enríquez-Ominami, con el 20% en 2009, fue capaz de aglutinar a más de un millón de ciudadanos, que no querían más democracia “bipólica” y de acuerdo. Hoy, el clivaje sigue siendo similar: vuelta al Chile del pasado, Piñera-Lagos o bien, refundación de la democracia. Por desgracia, la izquierda está balcanizada y, cada día, más amarrada. La tarea de Enríquez-Ominami es desplegar su programa de gobierno para este próximo período y, además, aprovechar el alto grado de conocimiento que tiene la opinión pública de él, lo que representa un valor en sí. Siempre recuerdo la frase de Salvador Allende, cuando en la mesa política de la Unidad Popular los partidos eran reticentes a apoyarlo argumentando que ya había sido candidato varias veces, él les dejo, muy orondo, “soy más conocido que la Coca Cola”, lo que fue decisivo para que triunfara en las elecciones de septiembre de 1970.
A los ciudadanos, como a los niños, les gustan las películas repetidas, y vemos cómo en el período post dictadura, todos los ex Presidentes, a excepción de Patricio Aylwin – también estuvo tentado – han querido ser candidatos presidenciales por segunda vez.
Lo realmente claro hoy por hoy es que Alejandro Guillier está a punto de noquear al ex experimentado político Ricardo Lagos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
22/09/2016