Los resultados del primer censo general de elefantes de la sabana africana acaban de ser publicados. Los datos son inquietantes y su revelación no podía ser más oportuna porque esta semana arranca en Johannesburgo (Sudáfrica) la conferencia internacional que podría sellar el destino final de estos animales. Se trata de la decimoséptima conferencia de las partes (COP17) de la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES). Y el centro de las deliberaciones está dominado por un debate sobre la suerte de los elefantes.
Ésta es la primera vez que se lleva a cabo un ejercicio de alcance general en el continente africano con información sobre la población total, los componentes y principales tendencias de Loxodonta africana. El gran censo de elefantes fue financiado por la fundación Vulcan del filántropo Paul Allen, cofundador de Microsoft. El costo del proyecto superó los 7 millones de dólares, requirió de 81 aviones y 286 tripulaciones que volaron más de 463 mil kilómetros sobre unos 18 países para completar el ejercicio.
Los principales resultados del censo son inquietantes (y se encuentran disponibles en greatelephantcensus.org). La población en el conteo final alcanzó los 352 mil 271 ejemplares y se calcula que este número es 93 por ciento del total existente en los 18 países cubiertos por el censo. Lo más alarmante es que en las áreas en las que existen datos suficientes para comparaciones históricas el censo registra una caída de 144 mil individuos entre 2007 y 2014. Es decir, en esos siete años la población total de elefantes registró una reducción de 30 por ciento y hoy la tasa anual de descenso de la población es de 8 por ciento.
La aceleración de esta declinación se debe a la cacería furtiva para alimentar el insaciable apetito de los traficantes de marfil. La gran mayoría de los elefantes contabilizados (84 por ciento) estaba en áreas naturales protegidas, pero el número de cadáveres de estos animales que habían sido cazados ilegalmente indica que la lucha por sobrevivir se desarrolla tanto en áreas protegidas como en zonas sin protección. El balance final no deja lugar a dudas: la extinción de los elefantes es una perspectiva real y podría ocurrir antes de 2030.
El mercado mundial de marfil es una maraña de espacios legales e ilegales que viven en simbiosis. El principal componente del mercado legal se encuentra en China, pero hay muchos otros países en los que se puede vender y comprar libre y legalmente marfil. Tailandia es uno de los más dinámicos, pues también es centro de tránsito y distribución de marfil ilegal (crudo y semiprocesado). En Estados Unidos, Europa y Japón hay campo para comprar marfil, aunque con más restricciones. La existencia del mercado legal es clave para explicar el vigor del mercado clandestino pues ambos mercados están unidos desde el suministro y almacenamiento hasta las redes de distribución.
En 1989 el comercio internacional de marfil fue prohibido por la CITES. Pero como la Convención no controla los mercados domésticos, el comercio de marfil a nivel nacional se mantuvo en muchos países. Para agregar a la confusión, en dos ocasiones la propia Convención permitió las exportaciones de cantidades significativas de marfil hacia Japón y China. En 1999 se subastaron 5 mil 446 colmillos provenientes de Botsuana, Namibia y Zimbabue entre compradores japoneses. En 2008 se vendieron 108 toneladas de colmillos a una agencia del gobierno chino que se encargó de distribuir esta cantidad entre los diferentes vendedores y procesadores en China.
Estas ventas fueron aprobadas en la inteligencia de que se trataría de operaciones excepcionales. Pero lo cierto es que contribuyeron al renacimiento del mercado de marfil: el crecimiento de la cacería furtiva fue el resultado directo de esas operaciones como hoy lo confirma el censo de población de elefantes.
En la COP17 en Johannesburgo se enfrentan dos propuestas diametralmente opuestas sobre comercio de marfil. Un grupo de 29 países promoverá la prohibición total del comercio internacional (colocando a Loxodonta africana en el Apéndice I de la Convención). Y por primera vez, este bloque de países propone complementar esta medida con la clausura total de los mercados domésticos en todo el mundo. En oposición a esta serie de medidas otros tres países (Namibia, Zimbabue y Sudáfrica) han presentado una propuesta que permitiría el comercio internacional de su acervo de marfil alegando que su población de elefantes es saludable y se mantiene en crecimiento. El problema es que ni los elefantes ni las fuerzas económicas conocen fronteras.
Autorizar el comercio de marfil será desastroso para las poblaciones que ya sufren el embate de la cacería furtiva. La única manera de asegurar la supervivencia de esta especie gravemente amenazada es extendiendo el manto protector de la Convención sobre todos los espacios en los que habitan los elefantes con una prohibición total del comercio en todas sus modalidades. En la próxima semana veremos cómo el tiempo se detiene en Johannesburgo.
Twitter: @anadaloficial