Nada más torpe que invocar los lugares: no es verídico que el pueblo mexicano tiene el Presidente que se merece, pues sería injusto referirse de esta manera a una nación que hizo la primera gran revolución popular en América Latina, en el siglo XX. Si recordamos la historia, sólo México tuvo una independencia popular y de signo cristiano. En Chile y en el resto de América Latino, con la excepción de Haití – se independizaron los esclavos – las Juntas de Gobierno se formaron para conservar el reino del atrasado mental, Fernando VII.
Enrique Peña Nieto no tiene parangón en América Latina en el tema de la ignorancia, la imprudencia, corrupción y estupidez. Al preguntársele qué libros habían influido en su formación intelectual, respondió, nada menos, que la Biblia – y no lo había leído entera, sólo algunos capítulos y versículos; tuvo suerte de la ignorancia supina de los periodistas, pues no se les ocurrió preguntarle por El evangelio según Jesucristo, de José Saramago -; poco después mostró desconocimiento al confundir a Enrique Krauze con Carlos Fuentes, ambos autores mexicanos. Quedó claro que Peña Nieto es un ignorante y que nuestro Sebastián Piñera – con todo y sus “piñericosas” – es un letrado al lado de este Presidente mexicano.
El problema no es que México está tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, sino que tiene a un “rey de los huevones” como Presidente de la República. Algunos periodistas sospechan que fue el causante de la muerte de su primera esposa: cuando explica sobre la epilepsia que sufría su mujer, que al final le causó la muerte, no se sabe si reír o llorar por las explicaciones torpes que da a la prensa escrita y televisiva.
Se sabe que Peña Nieto fue in candidato inventado y promocionado por TELEVISA, cual mercancía, para engañar a las personas que ven y escuchan los matinales, quienes veían a tipo con jopo – como los futbolistas modernos, más bien bajo de estatura, sin arrugas en las arrugas y que, además, se daba el lujo de cortejar a la mujer más conocida de la televisión, Angélica Rivera, es decir, el hombre ideal para señoras románticas y para los analfabetos políticos.
En general, la libertad de expresión es tan falsa como hablar de la igualdad ante la ley. Los derechos humanos, como lo decía Robespierre, no corresponden nunca a la realidad: por ejemplo, la frase “todos los hombres son iguales” era inaplicable a una Francia donde el tráfico de esclavos era el más lucrativo de los negocios. Si en Chile no hay libertad de prensa, en México llega al grado heroico, TELEVISA acapara todo el espacio mediático.
La popular y brillante periodista mexicana, Carmen Aristegui, tuvo el valor de denunciar el abuso y escándalo público sobre una propiedad a nombre de Angélica Rivera, avaluada en millones de dólares, en el barrio más elegante de Ciudad de México. Al final, fue adquirida por una empresa que había postulado al ferrocarril de alta velocidad – especie de TGV francés – que unía Ciudad de México con Querétaro – que había intentado adjudicarse la licitación cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México. La casa era muy siútica – tal vez “digna” de sus futuros moradores -, incluso, se podía cambiar el color de las habitaciones con sólo presionar un botón.
La última metida de pata de Enrique Peña Nieto fue la invitación que les cursó a los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos y aceptada, de inmediato, por Donald Trump, que es tan brillante como A. Hitler, en temas de comunicación política. Peña Nieto actuó como un yanacona, un mozo y sirviente de este populista norteamericano, quien justificó su invitación aduciendo que era necesario mantener buenas relaciones – y sin decirlo expresamente – con el futuro Presidente de los Estados Unidos.
Ver en Youtube el lenguaje no verbal de ambos dirigentes da mucha pena, pues Trum domina completamente a Peña Nieto que, a su lado, parece un mozo servil, es decir como un imbécil.
El pobre pueblo mexicano, tratado antes por Donald Trump como violadores, pillos y sinvergüenzas, tuvo que tragarse la humillación de tener en su tierra a tan deplorable personaje.
Si bien en Ciudad de México Trump no habló de hacer pagar el muro al gobierno de “su amigo” Peña Nieto, posteriormente, al volver a Estados unidos, en un discurso en Arizona, reiteró que los mexicanos deberían pagar los costos de la construcción del muro, esencia, se rió de Peña Nieto y en su propia cara.
El valiente Pancho Villa, que venció en repetidas ocasiones a los repugnantes yanquis, estará dándose vuelta en su tumba al ver como su patria está en manos de un Presidente necio y, además, siendo humillada por un populista fascista, que sólo la tontería de algunos republicanos lo han conducido a la candidatura a la presidencia.
Rafael Luis Gumucio Rivas (EL Viejo)
05/09/2016