Ayer hubo un golpe de Estado.
Simplemente.
Y nadie, que no sea gobiernos de izquierda o personalidades como el ex Presidente de Uruguay, José Mujica, protesta o toma medidas.
Mujica ha señalado: “Hemos visto la consumación de un golpe de Estado que estaba anunciado”.
Los grandes medios de comunicación los justifican y aplauden.
El gobierno de Chile, país que ha sufrido golpes de Estado, se ha equilibrado (¿pragmáticamente?): respeta los “asuntos internos” de Brasil (respeta el golpe) y manifiesta “su aprecio y reconocimiento a la Presidenta Dilma Roussef” (muy cercana, hasta hoy, de la Presidenta Bachelet).
No habríamos aceptado una postura internacional así en 1973 y los años siguientes.Siempre valoramos el rechazo internacional a ese golpe.
El golpe congresista en Brasil fue vanguardizado por un oscuro político llamado Michel Temer, de 75 años, amenazado por la justicia por actos de corrupción (Dilma no fue acusada de aquello), dirigente del MDB, partido que cuando ha postulado a la Presidencia de la República (1989 y 1994) no logró ni siquiera el 5% de los votos. Entre los partidarios del golpe han estado José Serra, canciller de Temer, y Fernando Henrique Cardoso (de la Social Democracia brasileña) ambos con fuertes lazos centro y centro izquierdistas en Chile. Los dos vivieron exiliados en Chile y militaron aquí en partidos de izquierda. Han sido gobernador de Sao Paulo, el primero, y Presidente de la República dos veces, el segundo. Cardoso tiene 85 años.
A muy pocos (y por razones “ideológicas” como diría un ideologizado derechista) les importan los golpes de Estado. Si el golpe sigue la línea del neoliberalismo y no del “populismo” tanto mejor.¿Qué importa si vienen otros en esa línea?
Objetivamente este es el golpe de Estado más importante de todos los golpes de Estado que puedan darse en América Latina.
Ha pasado algo así como si ganara Trump y construyera su muro en la frontera con México, después de echar al exilio a millones de latinos y de musulmanes y de establecer en los EEUU un sistema capitalista neofascista. ¿Nadie de nosotros va a protestar? Eso puede ser tan “legal” y apoyado por el Congreso como el golpe que comentamos.
El golpe de Estado de ayer es el más importante por tres razones:
1. En ese mismo país hubo ya un golpe de Estado en 1964, hace 50 años y todo este medio siglo se habló de “un nunca más”. Como acá.
2. El golpe de Estado de hace 50 años, en 1964, abrió las puertas para que en Uruguay, Argentina y Chile se repitiera la experiencia fascista con miles de muertos y desaparecidos.
3. Este golpe de Estado no se dio en “un país bananero” o en “un estado fallido”. Este golpe de Estado se dio en el país más grande, más influyente y potencialmente más poderoso de nuestro continente.
Brasil tiene 202 millones de habitantes (12 veces Chile), un PIB que es el 6° más grande del mundo, 8,5 millones de km.cuadrados, un per cápita de 12 mil dólares. Tiene 7.500 km. de costa y ocupa casi la mitad del territorio sudamericano. Limita con 10 países. Es miembro del BRIC.Es comparable con India, Rusia y China, es decir con las pocas potencias mundiales que encabezarán el planeta en los próximos tiempos.
La punta de lanza del golpe de Estado no fueron, esta vez, las FFAA. Las FFAA, las segundas de América y las primeras de América Latina, asintieron. Si no hubiera sido así no habría habido golpe de Estado. El ejército brasileño, líder en Sudamérica, tiene 300 mil soldados en armas.
La punta de lanza fue la mayoría del Senado brasileño.
Los golpes de Estado siempre tienen razones para concretarse, y siempre, o casi siempre, cuentan con el respaldo del Congreso.
Así fue, por ejemplo, el golpe de Estado en Chile en septiembre de 1973. Aylwin y Frei Montalva, dieron el pase desde el Senado e inmediatamente lo apoyaron.
El “centro político” de Brasil y la derecha bajaron el pulgar. En Chile, ídem.
En Brasil se dijo que la Presidenta había adulterado el presupuesto. Algo casi igual sostuvo la derecha chilena en 1891 para iniciar la guerra civil y derrocar a Balmaceda.
En 1973 se acusó a Allende de gobernar por decreto y al filo de la ley, de robarse la elección de Congreso de marzo de 1973 (Frei, en carta a Mariano Rumor), de aceptar que la izquierda tuviera armamento ilegal equivalente a 40 regimientos (el mismo Frei y en la misma carta) y de promover la presencia en Chile de 10 mil guerrilleros (Aylwin).
Con los militares o los senadores a la vanguardia los golpes de Estado son herramientas de las oligarquías para acabar con gobiernos de izquierda o progresistas que entregan un mejor nivel de vida para los pobres y una mayor dignidad nacional.
Golpes sin duda oligárquicos, antinacionales, peligrosos para sus vecinos y que anuncian miseria y crueldad.
¿No vamos a decir nada?