Noviembre 17, 2024

¿Filosofía para que los “rotos” se conviertan en ociosos e insolentes?

Para Platón, los filósofos eran los llamados a gobernar. Despreciaba la  democracia ateniense, debido a que los cargos de magistrados y jueces eran sorteados, así, cualquier cosechador de aceitunas, habas y otros alimentos, podría llegar a ocupar los cargos más importantes en la Ciudad Estado, razón por la cual relegaba a los últimos lugares a “comerciantes” y  a militares – no sería mala idea si los aportes de Patón se aplicaran a la actualidad -.

 

 

Para René Descartes no era muy bueno dedicarse a la filosofía desde muy joven, pues “de viejo se puede pensar mejor”. En Chile, Andrés Bello, el gran pensador ilustrado, decía:

“El círculo de conocimientos que se adquiere en estas escuelas erigidas para las clases menesterosas, no debe tener más extensión que la que exigen las necesidades de ellas…lo demás no sólo sería inútil, sino hasta perjudicial (…) se alejaría demasiado a la juventud de los trabajos productivos”. (Andrés Bello, 1836).

En Francia, el filósofo Michel Onfray fundó, en Caen (Normandía), una universidad popular – aún subsiste – donde se enseña, con gran profundidad, a filósofos como Epicuro, Nietzsche, A. Camus, y a muchos otros pensadores y epistemólogos. Onfrey se jactaba de ser hijo de un campesino y de una empleada doméstica (sus polémicas respecto a la inutilidad del psicoanálisis freudiano y el islamismo se hecho famosas en debates en la Radio y TV francesa); Onfray se declara anarquista, admirador de Albert Camus, de los girondinos, además de ser un crítico de la izquierda francesa. El gran epistemólogo francés, Gaston Bachelard, se desempeñó como cartero.

Para el Presidente Pedro Aguirre Cerda, la escuela debía cumplir la función de educar a los ciudadanos, que es sentido de su famoso lema “gobernar es educar”. El ilustre pensador, Valentín Letelier, pensaba lo mismo sobre el rol que debía desempeñar la educación en la formación de los jóvenes – el Estado docente es precisamente el cumplimiento de este objetivo -.

La Iglesia Católica, que ha regentado muchos colegios a través de la historia de nuestro país, atribuye a la educación el objetivo final de formar buenas personas y, sobre todo, buenos cristianos, que tengan como meta salvar sus almas y conducirlas al cielo.

José Miguel Ibáñez, que confiesa haber leído a F. Nietzsche, sostiene que enterarse  de “la muerte de Dios” puede desviar a niños, jóvenes y adultos del recto camino hacia la eternidad, por esta razón, las obras del filósofo alemán están eliminadas del catálogo de la Universidad de Los Andes, (propiedad del Opus Dei) – podrían ser más peligrosas que la misma cocaína -.

En nuestra sociedad de matriz Hayekiana, la educación sólo debe servir para formar personas que no piensen, que no cuestiones, que no critiquen, que no se rebelen. En estudiante de las escuelas era “formateado” para ser un buen productor de bienes materiales en beneficio de la sociedad.

Anteriormente, los arquetipos de la sociedad eran el guerrero, el cura, el profesional, hoy lo es, en apariencia, el emprendedor y, en la realidad, el buen especulador financiero – como el ex Presidente Sebastián Piñera, que considera la educación como “un bien de consumo” y que, a pesar de todo, podría ser conducido nuevamente a regir los destinos de Chile, pues aún los tontos, ignorantes y palurdos creen que los millonarios no roban, cuando en la realidad es la ocasión propicia para hacerlo.

No siempre la enseñanza de la filosofía conduce a un pensamiento crítico, que cuestione desde la razón la sociedad anómica en la cual vivimos y que, a su vez, busque explicar el sentido de la vida, de la muerte, de los principios que fundamentan la política y la epistemología de la ciencia en general. Hay ciertas historias de la filosofía – por ejemplo la de Ferrater Mora – demasiado descriptivas, por lo tanto, no motivan, tampoco incitan a maravillarse y sorprenderse siempre con el misterio y sentido de la naturaleza y de las cosas.

Nada más torpe que seguir a Descartes, que sostiene que el alma y el cuerpo se encuentran en la glándula pineal postergando  la enseñanza- aprendizaje de esta este importante disciplina del saber para los últimos años de enseñanza media, por el contrario, debiera tratarse como materia imprescindible desde la primera básica, pues el acto educativo es aprender a pensar y analizar la vida críticamente.  Fernando Savater, filósofo español, decía que “lo importante no es la vida, sino la buena vida”, esto es, ni más ni menos, que aprender a pensar, sentir, emocionarse y razonar, “valorar al otro como legítimo otro”, como decía Humberto Maturana, premio nacional de Ciencias, e involucrarse en el mundo del saber y de la proposición de nuevos postulados.

La pretensión actual del Ministerio de Educación de incluir la enseñanza-aprendizaje de filosofía en el  nuevo ramo de la educación cívica me parece, desde todos los puntos de vista, una auténtica torpeza y de consecuencias catastróficas, pues la base del concepto democrático de ciudadanía supone el saber pensar críticamente para luego abordar los temas propiamente ciudadanos.

Una de las primeras actividades del paso de la primera infancia a las siguientes etapas y luego a la adolescencia son las grandes preguntas sobre la vida, la libertad, sobre el conocimiento, la muerte, tópicos que forman parte del filosofar.

Por desgracia, nuestra educación pragmática y utilitarista y positivista sólo persigue domesticar y no usar  “el aprendiendo a aprender”, mucho menos, incitar a los escolares a la continua indagación sobre la existencia humana en toda su complejidad. Las escuelas sólo están adiestrando a los estudiantes para responder automáticamente a preguntas múltiples, cuyo perjuicio a la enseñanza-aprendizaje es fatal para el futuro del estudiante.

En días recientes, se conoció la noticia de que el Instituto Nacional, el Liceo José Victorino Lastarria y el Internado Nacional Barros Arana fueron degradados como Liceos de Excelencia, que les permitía $20.000.000 mensuales, como bono del Estado, el hecho las protestas y tomas y por haberse rebelado contra la prueba SIMCE.

La filosofía no sólo debe seguir siendo parte esencial del Curriculum, sino que debe contar con los mejores profesores, dotados de excelencia en competencias docentes. ¿A quién o a quiénes se les ocurrió la peregrina e ilógica idea de  pretender borrar la filosofía en las escuelas y liceos?

¡Queremos jóvenes y ciudadanos pensantes y no caterva de vencejos!

Rafael Luis  Gumucio Rivas (El Viejo)

27/08/2016           

                   

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