La vida de Fidel Castro, su historia, es la demostración palpable de que toda utopía, solo es posible cuando es confiada a la fuerza del pueblo y la capacidad de sus dirigentes en la vanguardia. En el hacer tanto más que en el decir. En el ejemplo. De la revolución cubana se ha dicho de todo. Y en uno y otro extremo han coincidido en el mismo error: considerarla como un hecho estático, concebida de una vez y para siempre. En medio, gente común que la entiende como suya, en el corazón, en donde esté.
Así, para sus enemigos más recalcitrantes, la isla es un antro de criminales que desconocen derechos y dignidades, mientras someten a su pueblo a la represión más descarnada.
Y para sus amigos fervientes y miopes que más imaginan que ven, es un paraíso en donde todo está en su lugar, donde no se cometen errores y en la que sus habitantes son un dechado de virtudes y heroísmos.
Ambas visiones olvidan un hecho que a pesar de su obviedad, tiende a pasar inadvertido: la cubana es una revolución hechas por seres humanos, hombres y mujeres de este tiempo, quienes en un destello de esta historia asumieron la enorme responsabilidad de intentar ser ellos mismos.
Y en ese desafío que contradecía el uso acuñado en siglos de dominación, destelló una rebeldía que en breve se resumió en un hombre que entendió que lo suyo era asumir algo que iba más allá de su época.
A Fidel Castro lo parió su tiempo.
Y esa virtud de un hombre que siempre estuvo más allá del día en que existió, permitió que la revolución cubana fuera más del futuro que del día de hoy.
En el arte de prever, de predecir, de anticiparse al escenario del futuro, está gran parte del secreto de Fidel Castro.
Pero el prever, no es un arte del adivinar. La gracia está en vivir con arreglo al convencimiento de que el decurso de la historia está compuesto por aquello que fue, que es y que será, resumido en un solo momento. Y que lo que hagamos hoy, definirá otro valor del pasado, pero por sobre todo, tendrá su mejor expresión en el futuro.
Fidel es un artista del tiempo.
Siempre va más adelante. Y en esa vanguardia se arma con los medios que son necesarios para cada batalla.
Y ese toque de locura que trasunta de todo lo cubano, ha sido una de sus armas principales. Y quizás Fidel Castro sea el más loco de los cubanos.
Esta condición, sin la cual jamás habría sido posible lo que hoy se evoca y celebra como hitos deslumbrantes de la locura mayor y definitiva que es la revolución, es muchas veces es denostada por aquellos que creen que la revolución es una cosa muy seria que está descrita en libros de muchas páginas, y que exige cilicio y rezo.
Fidel ha sido un disciplinado artista de la indisciplina de lo indeterminado, de lo caótico e impredecible.
Y su afición por ir más allá del tiempo en que vive, le ha permitido ir varios pasos más adelante que el enemigo, principio guerrillero que ha usado en el ajedrez y en la guerra.
Así, cada una de sus decisiones, no se entienden muy bien bajo los parámetros de la lógica lineal.
El Asalto al Cuartel Moncada, su prisión y posterior defensa, la incursión del Granma, barco para veinte pasajeros en los que navegan más de ochenta, el triunfo de no más de trescientos guerrillero sobre diez mil hombres del Ejercito batistiano, la crisis de octubre, la guerra de Angola, el bloqueo, la opción cero, solo por nombrar una muestra mínima, fueron acciones que no contaron jamás con el aval de la lógica y racionalidad formales y, si se quiere, normales.
Cada una de esas decisiones, si nos fijamos bien, solo se pudo comprender del todo con el paso atronador del tiempo.
Y esos hitos que influyeron en curso de la historia del mundo, fueron impulsados por Fidel y sus hombres y mujeres, sin un asomo de vacilación.
La humanidad navega montada en tiempos de riesgos brutales y definitivos. Sometida a los vaivenes que sus poderosos enemigos le imponen solo por codicia, grita por una oportunidad.
Y cada día es más improbable el futuro.
En su pobreza, en sus errores, en la simpleza de sus cosas, y sobre todo en su locura fecunda, Cuba y su revolución destellan como un ejemplo de supervivencia, de solidaridad, de responsabilidad con toda la humanidad.
Aquellos que ahora buscan otros lugares del cosmos donde mudarse para evitar el fin de la especie, bien podrían ahorrar viajando a esa isla en la que la vida está a resguardo de lo que la amenaza.
Lo cierto es que en Cuba no se va a acabar el mundo. Desde ahí es posible que se salve
Quizás no toda Cuba sea Fidel, pero todo Fidel es Cuba. Y también es cada ser humano que en algún rincón del planeta sufre un dolor que podría ser remediado.
Fidel es un hombre con hache grande que destella seguirá destellando en el homenaje los pueblos y los más humildes del planeta le rinden homenaje luchando por sus propias revoluciones.
La vida de Fidel, y por sobre todo su sobrevivencia, ha sido un triunfo diario de la revolución y una derrota cotidiana del enemigo de todos los pueblos del mundo, el imperialismo.
Cincuenta años y no pudieron dijo una vez, sin la más mínima soberbia, respecto de los centenares de intentos para asesinarlo.
Es que Fidel es inmortal porque sus armas principales, su fusil y su trinchera, han sido las ideas.
Y como se sabe, si son justas y si interpretan a los miles de millones que viven con la esperanza de una redención, esas ideas jamás morirán mientras haya un corazón que las empuñe al grito de patria o muerte.
¡Donde sea, como sea y cuando sea, Comandante en Jefe: ordene!
¡Feliz cumpleaños, Fidel!