Noviembre 18, 2024

Carta a la ministra de Educación

A la Ministra de Educación, señora Adriana Delpiano.

 

Señora Ministra, ¿y dónde quedó la autonomía universitaria y el derecho a la libre expresión de las ideas?

Señora Ministra: los medios de comunicación han informado acerca de la petición de renuncia a la Rectora de la recientemente creada Universidad de Aysén, la Dra. Roxana Pey Tumanoff. El fundamento que se esgrime, según esos medios, es una columna en el medio regional El Divisadero, en el cual la Rectora Pey, haciendo uso de un derecho ciudadano fundamental, expresó en días recientes su opinión fundada y crítica acerca del proyecto de reforma de la educación superior y, en particular, del crédito con aval del Estado. Si esto es así —y espero, señora Ministra, que haya otras razones—, permítame decirle que sería una decisión de la mayor gravedad y trascendencia. Dos son los agravantes.
El primero ya lo he sugerido: ¿merece la Rectora que se le pida la renuncia por hacer uso de su derecho a la libre expresión? De ser así, me traería a la memoria malos tiempos de este país. Pero supongamos que así fuese: si su nombramiento como rectora iba unida a una inhibición de expresar cualquier juicio que no resultara obsecuente con la política ministerial, al menos se podría haber tenido la gentileza de manifestárselo a fin de que ella pudiese decidir en consecuencia.
El segundo no es menos serio. La solicitud de renuncia, no motivada más que por esa causa —que espero se desmienta, aunque no sé qué otra cosa se podría alegar, dada la labor ejemplar llevada a cabo por la Rectora—, es una ofensa flagrante a la autonomía universitaria. (Siguen penando aquí los malos tiempos.) No es solo que las aprensiones que muchos actores de distintas posiciones han expresado al respecto encuentren aquí su peor confirmación. Es que sería francamente obsceno que una universidad estatal y pública, que, en el marco de la normativa vigente (que nada dice acerca de la libertad de expresión de sus autoridades), tiene capacidad de decisión sobre sus estructuras, funciones y actividades, fuese intervenida —sí, la palabra es intervenida— de manera tan flagrante.
Si todo esto es así, ¡qué vergüenza, señora Ministra!

Atentamente,

Pablo Oyarzun R.
Profesor Titular
Universidad de Chile

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